Más allá de diferencias de élites internas, mucho más duraderos que los gobiernos de Venezuela y de Nueva Granada durante estos más de doscientos años, permanece la vocación integracionista de los pueblos de ambas naciones hermanas, sustentada en razones humanas, étnicas y geográficas.
Como ya hemos dicho, somos millones de personas las que a lo largo del extenso límite desde La Guajira a la Piedra del Cocuy, nos conectamos, nos relacionamos de variadas formas entre ambas naciones. Abundantes son los nexos en este intercambio.
Esa vocación unionista viene de nuestros ancestros, de la interrelación entre los indígenas de la sierra y de la costa, de la integración de la misma naturaleza: casi un tercio de las aguas que se vierten al Lago de Maracaibo vienen de ríos que nacen en Colombia. El lago ha sido desde finales del siglo XIX, la vía de comunicación marítima entre las ciudades andinas, neogranadinas y venezolanas, y sus productos, con el Caribe y otros países.
Son estas realidades las que nos obligan, por razones vitales, a trascender más allá de las líneas limítrofes, para abordarlas con criterios responsablemente unionistas. La conservación del Lago de Maracaibo como fuente de alimento y vía de comunicación, conservar las tierras de la cuenca con su fertilidad agrícola, abordar la protección y reforestación de las cuencas altas, independientemente de dónde nazcan.
Con extraordinario acierto lo comprendió el Padre Libertador, cuando pensó en Maracaibo como capital de la patria que dibujó en su mente y forjó con su sacrificio, con su lucha, con la de Antonio Ricaurte, la de Atanasio Girardot, la de Dolores Vargas y Rafael Urdaneta.
Muchos neogranadinos insignes y venezolanos de bien acompañaron y acompañamos esa idea unitaria que se consolida en Angostura. Colombia, la patria grande del norte suramericano, el sueño bolivariano que dará al mundo su mensaje de amor, de esperanza, de buen vivir, de más de doscientos años de libertad de Colombia y de Boyacá, hoy sobre bases acordes a los tiempos presentes.
El discurso y la acción intervencionista del saliente gobierno de Nueva Granada, el irrespeto a su hermana gemela, Venezuela, desentonó totalmente con la historia, con la herencia ancestral, con la realidad de nuestros pueblos y con el ideario de nuestros comunes padres libertadores.
El llamado es a fortalecer vínculos y a respetarnos. Nos corresponde ahora, con la lección y elección que han dado nuestros hermanos neogranadinos, fortalecer y proyectar las nuevas relaciones. Amarrarlas dentro de un presente que debe ser de fraternidad, lejos de cualquier agresión. La historia y ambos pueblos hermanos saben y sabrán de quienes, por intereses poco nobles y por espíritu alquilado, se hacen eco de la amenaza y la descalificación.
El ¡viva! debe ser a Colombia la de Bolívar, la grande, la victoriosa en Boyacá, la que con Sucre triunfó en Ayacucho, la de Tarqui, la de la armada gloriosa que con el granadino Padilla y el venezolano Manrique, derrotó en el Lago a la Armada de España.
Francisco J. Arias Cárdenas
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