El irregular anuncio de los resultados que supuestamente favorecieron a Nicolás Maduro en las elecciones en Venezuela violan expresamente el Acuerdo de Barbados firmado con la oposición democrática y con varios países como garantes donde se garantiza “la transparencia del proceso electoral y la información oportuna e imparcial de los resultados electorales”.
Pero más allá y de un plumazo se viola la Ley Orgánica de Procesos Electorales y la propia Constitución de Venezuela.
Lo lógico, lo sensato y lo legal hubiera sido publicar los resultados con las actas electorales por estados, por municipios y por cada una de las mesas como se ha acostumbrado en la política electoral venezolana, pero eso de que un presidente del Consejo Supremo Electoral los anuncié sin estar presente uno de los cinco rectores principales del órgano electoral y sin mostrar cada una de las actas de escrutinio de las mesas, lo que evidencia es que las cosas andan mal.
Lo que nace torcido, torcido se va a quedar y la situación de Venezuela vuelve a la tensión pero está vez hasta los propios aliados de Maduro le retiran la silla.
Por convicción no estoy de acuerdo con ningún tipo de violencia pero la historia de la humanidad demuestra que cuando se engaña a un pueblo una y otra vez, o le roban su libertad de elegir se desencadenan protestas y sabemos lo que significa enfrentar un régimen autoritario que usa las armas como ley, pero también sabemos el coraje de un pueblo decidido a luchar por su libertad.
Pareciera que quienes dirigen todo este entramado fraudulento fuera una organización criminal que tuviera como norte, como objetivo principal tener garantías que les brinden impunidad.
En una auténtica democracia la ley tiene más poder que las armas y no es la fuerza lo que legítima a las autoridades sino el respeto a la Constitución y a las leyes.
Nunca permiten la competencia democrática sin ventajismos ni atropellos y de paso, combaten al contrario con métodos “legales” que les permitan cometer sus fechorías usando el poder del Estado, convertido en una especie de autocracia que encarcela, que golpea, que persigue, que difama y tortura a los que luchan por la libertad, la justicia y la democracia.
Los venezolanos sabemos como se utiliza la coacción, la violencia en el lenguaje, métodos que manejan a la perfección.
Siempre he soñado con un país libre, digno, con justicia quizás no lo pueda ver pero el testimonio de esa gente en las calles me llenan de coraje y esperanza en medio de esta barbarie.
Es el momento de escuchar el grito desesperado de la gente, de los más pobres que claman por un cambio.
Por Ángel Montiel