Más de 300 hectáreas (740 acres) de maíz y arroz verdes sembrados por Roberto Latini en el occidental estado venezolano de Portuguesa ondulan bajo un sol brillante y un cielo azul.
Los cultivos en crecimiento, que se cosecharán en septiembre, se pudieron plantar solo porque Latini obtuvo fondos para fertilizantes y semillas de un gremio agrícola, que intervino para adelantar la financiación para los agricultores del país asediado económicamente.
Los productores venezolanos de arroz y maíz -cultivos básicos para el consumo interno- han revertido una caída de producción que duró años gracias a préstamos de fertilizantes y semillas de los compradores, que están liberando fondos para invertir en generadores y otros esfuerzos para combatir los cortes de servicios públicos, dijeron una docena de agricultores.
Los préstamos, de al menos seis gremios de Portuguesa y 20 grupos de compra de cultivos a nivel nacional, se producen en medio de fuertes restricciones crediticias, que hacen que los préstamos tradicionales de los bancos sean casi imposibles de obtener, y una inflación de más del 50%.
«Uno sobrevive con el apoyo de los gremios que ofrecen los fertilizantes», dijo Latini mientras daba un recorrido por su finca, y agregó que la producción podría crecer más con mayor disponibilidad de fondos.
Las condiciones de los préstamos, que a menudo se devuelven con la propia cosecha, todavía pueden resultar prohibitivas para algunos pequeños productores.
Sin un financiamiento más regular de los bancos, los agricultores dijeron a Reuters que los desafíos persistirán y algunos productores podrían cerrar sus operaciones.
La producción agrícola en Venezuela, que depende en gran medida de la producción nacional de alimentos, se ha desplomado en la última década después de años de controles de precios y divisas, nacionalizaciones de tierras, falta de combustible y fallas en los servicios públicos.
El presidente Nicolás Maduro flexibilizó las restricciones cambiarias en 2019, permitiendo transacciones en dólares y dándole un respiro a la economía. También ha empleado un esfuerzo ortodoxo para reducir la inflación con restricciones al crédito y un menor gasto.
Aunque la «venta a futuro» de cosechas es común en otros países latinoamericanos como Brasil, la práctica es nueva y está creciendo en Venezuela, dijeron a Reuters expertos agrícolas locales.
Los préstamos bancarios disponibles para los agricultores en Venezuela suman unos 330 millones de dólares, según la consultora local Globalscope. Gran parte de esa financiación se destina a productores de cultivos de exportación a pequeña escala, como el sésamo y el frijol mungo.
La disponibilidad de crédito es entre nueve y doce veces mayor en Bolivia y Colombia, según cifras gubernamentales de esos lugares.
«No hay protección para el sector (agropecuario) en materia financiera», dijo Gerardo Mendoza, director de la consultora agrícola local Agrotributos.
Los ministerios de Comunicaciones, Agricultura y Finanzas no respondieron a las solicitudes de comentarios. Tampoco lo hizo el banco central.
Venderse con cultivos
La producción de arroz y maíz blanco ascendió a 1,2 millones de toneladas métricas el año pasado, un 29 % más que en 2022, aunque ese aumento todavía está muy por debajo de la producción de 3,4 millones de toneladas de hace una década, según cifras del gremio agrícola.
Giorgio Ruffato, también productor de arroz y maíz en Portuguesa, representa una asociación que ayuda a financiar a los agricultores.
«Les damos semillas, insecticidas, ayudamos con la reparación de maquinaria y servicios para almacenar su cosecha», dijo en su finca, que incluye un pequeño laboratorio donde revisa si hay daños en los cultivos por plagas u hongos.
Los productores pagan los préstamos entregando su cosecha o con las ganancias de la venta a las plantas procesadoras, que les pagan las cosechas en dólares según los precios internacionales.
Pero algunos pequeños productores aún no ganan lo suficiente para pagar a los gremios.
«Muchos pequeños productores desaparecerán, algunos estamos endeudados (con asociaciones o empresas)», dijo el agricultor César Tovar, quien vendió algunas maquinarias para cubrir sus costos.
Los mayores costos para los productores, sumados a una inflación de 12 meses del 51,3%, podrían repercutir en los consumidores.
«Cualquier forma diferente de crédito es onerosa. Si le sumas los servicios (públicos) y los impuestos, todo eso puede tener un impacto en los precios», dijo el economista Hermes Pérez.
Algunos agricultores están realizando grandes inversiones en carreteras y fuentes de energía de respaldo debido a la deficiente infraestructura y los frecuentes cortes de agua y electricidad.
«Hemos tenido que instalar paneles solares que cargan las baterías», dijo Luis Hernández, un agricultor del estado de Apure, quien tiene problemas para conseguir combustible.
Latini utiliza transformadores en su terreno para mantener el riego de las plantas de arroz funcionando incluso cuando hay cortes de electricidad, mientras que Ruffato ha reparado algunos caminos locales para poder transportar las cosechas.
Por Agencia