domingo, diciembre 22

Regresé a Yare

Después de muchos años, no recuerdo exactamente cuántos visité la cárcel de Yare. Desde la entrada nos vienen recuerdos y vivencias, primero estuvimos como un poco perdidos antes de llegar, no recordaba bien el camino de acceso y entramos por donde normalmente nosotros salíamos. Sentí que todo está detenido en el tiempo. Todo enmontado pero reconocible desde afuera. Sin embargo, hay algunos cambios que se han dado al interior del lugar.

Realmente el paisaje arquitectónico cambió, lo vemos al adentrarnos luego de la primera reja. En algún momento, dentro de la estructura de organización de nuestras cárceles, donde no siempre manda el Estado, este espacio, donde estaban las celdas que nos cobijaron dos años, catorce, de las cuales usábamos nueve, y que hasta nuestro traslado, eran las celdas de visitas nupciales de los presos de Yare, no las asignaron después de la acción del 4 de Febrero.

Allí recuerdo a CarlosTorres Numberg, a Blanco La Cruz, Díaz Reyes, Pedro Alastre, Iván Freites, Luis Valderrama, Carlos Buyolay Pérez, Gerardo Márquez, y a Hugo Chávez.

Reconstruir aquello, revisarlo, ponerlo un poco como estaba, al menos los espacios internos, aun haciendo mantenimiento mínimo de las áreas de la cárcel, es de hecho una manera de refrescar y de recordar en físico lo que tenemos que recordar y lo que tenemos que adecuar en nuestro interior, en nuestro espíritu, en nuestra alma.

Yo sentía necesidad de ir a ese espacio, creo además que fue acertado que lo hiciera, y les comento porqué. Una persona muy querida me dijo que no era bueno, incluso prometí que no iba a regresar a Yare, pero sentí la necesidad de visitarla y de ver, de sentir aquellas paredes, aquellas rejas, aquel espacio.

Totalmente transformado el interior donde estaban nuestras celdas. El sitio tomado seguramente por pranes, por gente que tenía control dentro de aquella cárcel. Hicieron allí un cambio completo. Lo que ocurrió aquí fue que los llamados de una manera elegante, líderes negativos, adecuaron a lo que ellos querían las celdas y la parte exterior.

Ya no está la placita, cubrieron todo aquello que creíamos un lindo y pequeño paraíso, con cemento, arrancando los arbolitos y la naturaleza que allí vivía. El busto de Bolívar lo salvaron y lo colocaron afuera, pero la pequeña plaza no está más.

El espacio con los pequeños árboles donde caminábamos, donde hacíamos ejercicio, también el arbolito donde en dos ocasiones por lo menos empolló su cría un colibrí, y lo vigilábamos como guardias de aquel prodigio que parecía un buen augurio de libertad, no está. La placita de las reuniones, de las conversaciones y discusiones, donde a veces oramos, no está, la desaparecieron.
Donde improvisamos la cancha de bolas criollas, hicieron una suerte como de discoteca bien extraña, con cemento y con vigas doble «T». Aquello es otra cosa.

Al interior las catorce celdas, de las nueve que ocupábamos. Seguramente tendrán que venir por allí, algunos de los que compartimos esos días y podrán decir cómo era aquello y que sintieron.
Está sobre la última puerta, el número 13 con mi nombre. Fue la que me correspondió. En la celda número 11 el nombre de Hugo Chávez, la cual se ha conservado un poco mejor. Aunque desaparecieron los letreros que escribimos con marcador en sus paredes, están algunos cuadros con fotos, su biblioteca pequeñita y una cama de madera, no recuerdo si se la trajo su familia o algún amigo de entonces. Mantiene también el nombre la que le correspondió a Díaz Reyes.

Los que usaron aquellos espacios, para solucionar el colapso de las cloacas, levantaron como un pedestal el área de las pocetas y sacaron una tubería externa. Solo una celda conserva la vieja poceta de acero inoxidable. Es bueno el esfuerzo, gratificante para nosotros, que hace el presidente para recuperar aquel espacio.

Quiero expresar algunas reflexiones que vienen a mi mente alrededor de esta visita. Nosotros entonces, lo digo por mí, sin comprometer ninguno de los que estuvimos allí, estaba absolutamente pleno del más limpio y puro ideal. Lo estaba mi espíritu y mi corazón, recluido en aquel espacio que solo había encarcelado mi cuerpo.

El ideal más que propio, más que pensar en que iba a ser de mí mismo en el mañana, era tener un país de justicia, de igualdad, era lograr con aquella acción y aquellas actividades, que cambiaran las cosas para bien de todos, para que en pleno ejercicio de libertad y en pleno ejercicio de derecho, la gente nuestra viviera con alegría y con dignidad.

El cómo hacerlo y a qué parecerse al hacerlo era lo que discutimos muchísimas veces, antes y durante los más de 700 días en que estuvimos en Yare. Entonces, he pensado que uno no se puede quedar solo en recuperar la forma de aquellos espacios.

Recordar, rememorar, es sin duda una noble y buena idea del presidente, una buena intención. Sin embargo, además de recuperar aquella infraestructura, revisar sí nuestros ideales, nuestras conductas, nuestra práctica, siguen igual que entonces. Qué es lo que hemos cambiado en estos 30 años entre el ideal y la práctica.

Para eso estamos obligados siempre y aún más los días que rodean el 4F. Nos corresponde hacerlo como organización, como colectivo, como responsabilidad frente al país y preguntar si un poquito ha logrado la dura realidad y la dura naturaleza humana cambiar algo del ideal y convertirlo en lo que no es ideal y si ha ocurrido en algunos espacios, lo que facilitaron las autoridades de prisiones con aquellos espacios donde pasea el espíritu de Chávez y pasearan los espíritus nuestros.

Si no hemos hecho, como hicieron, como ha ocurrido con el jardín y la placita donde ya no vienen los colibríes para anidar, llena de aves donde soñábamos, donde pensábamos, donde planificábamos, que se convirtió solamente en cemento frío y cómo hacerlo y cómo volver a aquello noble, puro, sencillo. Si los ideales que entre nosotros manejábamos durante el encierro se dejaron influir por las aspiraciones y de tanta gente que fue a Yare, que nos visitó directamente, y por otra que no fue, pero que nos escribió con pureza de espíritu, dispuesto para seguirnos y ayudarnos a construir lo que predicábamos.

Estamos obligados para acercarnos a estos idealistas con sentido de realidad. Y estamos obligados para separarnos de los otros con el interés, lo que siempre ha ocurrido en nuestro país a lo largo de la historia, los que decían y dicen, aquí está una escalera para subir esta gente presa, pueden ser tontos útiles, si sencillamente es una escalera para mí, para lograr propósitos de bienestar, de riqueza de beneficios personales.

Si algo tenemos que hacer y es urgente e importante que lo hagamos, es revisar esa analogía y ver si a partir de ella podemos y estamos en condiciones para recuperar nuestra sensibilidad, para mantenerla y acompañarnos de los de entonces y los nacidos en estos años, que han mantenido el dolor por los demás y la disposición para trabajar en aliviar ese dolor y esas carencias de nuestros hermanos, si podemos y estamos en condiciones para sembrar otra vez los arbolitos de nuestro corazón, acunar las aves y agradecer a Dios por permitirnos ser sus instrumentos para el bien común.

Arrancar el cemento que hayan podido meter allí líderes negativos, para quitar el bugalú, el sentido de rapiña y de fiesta con lo ajeno, las discotecas y el mero disfrute para colocar otra vez la cancha de voleibol, la cancha de bolas criollas que todo era improvisado en espacios muy pequeñitos o donde jugamos futbolito y donde discutíamos; necesitamos de verdad esa revisión y volver a lo que fue el ideal para tener todo el país otra vez pendiente de Yare, pendiente de las cosas buenas que para todos deben salir de los presos del pueblo y que deben salir del 4 de febrero de 1992.

Esta es una revisión y es una reflexión que hago, válida para mí, pero probablemente válida para muchos compañeros y necesaria a mi manera de entender.

Volver a los sueños, volver a los ideales y construirlos con sinceridad en nuestra vida diaria, ahora en esta responsabilidad de gobierno, la práctica dentro de esos ideales, la construcción dentro de esos principios para el beneficio del colectivo, la ética y la moral republicana, para lograr lo que repetimos mil veces: la mayor suma de estabilidad, la mayor suma de felicidad para toda nuestra gente.

Esto se me ocurrió al venir a Yare.

 

Por Francisco Arias Cárdenas