«No hay que apagar la luz del otro para lograr que brille la nuestra».
Mahatma Gandhi
¡Corré, corré y lo apagáis!. ¡Rápido, apúrate, no tardéis, bájale el suiche!. ¡Despegá el cable!. ¡Diosito que molleja hasta cuando este castigo!. Son expresiones que a diario escuchamos en el estado Zulia en hogares, empresas, comercios y en cualquier espacio donde llegue el «servicio eléctrico» que ofrece Corpoelec no por bueno ni seguro, sino por todo lo contrario, cuando cada mañana, tarde, noche o madrugada hay que ganarle la carrera a fluctuaciones, bajones o apagones que siguen sacando de circulación electrodomésticos, aires, neveras, televisores, computadores, ventiladores, bombillos y electrocutándonos el bolsillo.
Expresiones jocosas, duras y subidas de tono, diríamos, reservándonos el derecho de admisión, seguramente las gritarán a su modo y a todo pulmón caraqueños, mirandinos, aragüeños, carabobeños, larenses, andinos, llaneros, orientales, bolivarenses, amazonenses, deltanos, en ciudades, pueblos y caseríos donde por igual el servicio eléctrico no es confiable, seguro, nada cercano o parecido a la responsabilidad que el Estado venezolano debería asumir y no tener que escuchar a funcionarios, nada expertos en materia eléctrica, diciendo esto o lo otro sin que mejore el enfermo.
Son «piquitos de oro» derrochadores de un lenguaje falso, populista, demagogo y mentiroso que pagan su fracaso, dirigiendo su dedo acusador contra zamuros, iguanas, rabipelaos o en terroristas fantasmas, invisibles obviamente sin rostro, desconocidos y sin una foto que nos permita a los venezolanos identificarlos, teniendo el chance de cobrar alguna recompensa en medio de esta pelazón, resolviendo desde ya el asunto de las hallacas y la ropa de los muchachos en diciembre.
Lo cierto es que la crisis eléctrica ha llegado a una dimensión tan desproporcionada y ha crecido tanto, cual gigante oscurana desagradable del mega-apagón de 2019, que cualquier venezolano al solo recordarlo le pone la «carne de gallina» por la ineptitud, incapacidad y ausencia de una buena gerencia gubernamental, donde a ninguno se le prende el bombillo, liberando al país de esta pesadilla que nos tiene la vida hecha cuadritos, cualquier día y hora del calendario. No ha valido ni siquiera otorgarle al gobierno revolucionario el beneficio de la duda, cuando hace más de un año anunciaron la entrada en escena del llamado plan «Borrón y Cuenta Nueva».
En su lanzamiento, guardando la distancia con el impacto mediática de la entrega del Oscar o los premios Grammy, en el estado Zulia dijeron que sería para actualizar la facturación, cobrar el servicio contradictorio entre tanto bajón y apagón y brindar, poco a poco y despacito, evocando al puertorriqueño Luis Fonsi, la prestación y satisfacción de un excelente servicio. Eso a estas alturas del juego no lo vemos por ningún lado. Contrariamente, en los últimos días hemos sido testigos de un verdadero festival, concierto, concurso y carrusel de interrupciones del servicio eléctrico, dedicados a complacer gustos y en horarios de indefensos suscriptores.
El descontrolado, intempestivo e irregular servicio creo que nos obligará a los zulianos a elevar una queja en las propias puertas de Miraflores, donde en contraprestación de tantos electrodomésticos enviados al cementerio por apagones, bajones y subidas de voltaje que le saca lágrimas a cualquier mortal, deberíamos formar o crear un comité de reclamo y pedirle al gobierno que en el Sistema Patria abra y otorgue un bono para reponer aires acondicionados, ventiladores, microondas, televisores, neveras u otro artefacto, porque repararlos cuesta un ojo de la cara. Hoy esa verdad en Corpoelec no tiene dolientes. Más bien miran el techo o a los lados pero no dan la cara para reponer la destrucción del patrimonio familiar.
A todas estas, a no ser que el gobierno decretó el cambio del Día de los Inocentes, seguramente, a usted y a mi, amigo lector, nos sorprendió ver al jefe de Miraflores decir desde China, donde anduvo de gira, que una misión venezolana viajará a la Luna. Eso es como para convencernos que el problema eléctrico del país podría solucionarse después del regreso de esos afortunados viajeros con destino al satélite natural de la Tierra. Quizá debido a la improvisación y a la ausencia de seriedad para arreglar un problema, más bien agravado, la propaganda oficial dirá que debe ser a través de ese mecanismo que encontremos la solución.
Por otro lado, menos mal que voceros de la NASA anuncian que comenzará a conocerse el contenido de documentos, Top Secret desclasificados, donde a lo mejor despejen dudas, sospechas e incertidumbres que los alienígenas si existen, que conviven entre nosotros y que poseen una inteligencia excepcional. Si es así y la humanidad despeja, aclara y confirma que los Ovnis nos visitan, especialmente al estado Zulia, no nos queda de otra, usando un término muy de los chamos, que hacer la gestión ante esos ilustres visitantes espaciales. Dicen que la peor diligencia es la que no se hace. Quien quita que nos hagan el milagro de resolvernos ese dolor de cabeza y de verdad con otro borrón y cuenta nueva, pero si no de mentirita, volvamos a la normalidad de un servicio de calidad como existió en tiempos de Enelvén y Enelco.
Sin embargo, poniendo los pies sobre la tierra y con cabeza fresca, aterrizamos a la realidad que tenemos de Sol a Sol, cada noche y madrugada, cansados de escuchar que la culpa es de saboteadores pillados del mundo animal o de una «guerra multiforme», pero lo cierto es que con evasivas, mentiras y transfiriéndole a otros las culpas, responsabilidades y deberes no saldremos del problema de uno de los servicios públicos de mayor importancia estratégica de cualquier país.
Años de desinversión, falta de mantenimiento, escasa reposición de equipos y la corrupción, llevaron al Sistema Eléctrico Nacional, SEN, a un deterioro generalizado con consecuencias que hoy pagamos los venezolanos. Es algo parecido cuando tenemos un vaso lleno de agua que al derramarse es difícil, imposible, recoger su contenido y reponer su nivel de volumen y calidad. La eficiencia de cualquier servicio público requiere seriedad, responsabilidad, permanencia en el tiempo de inversión en equipos, mantenimiento, profesionalización del personal, buenos salarios, unidades de transporte, accesorios y herramientas de trabajo.
La salud mental de la gente está en sus peores momentos. Ya bastante estrés, desasosiego y depresión afecta a miles de padres y jefes de hogar, estirando el dinero para alimentar a la familia. Además, lidiar cada día con otros problemas no es nada fácil, ubicándose el servicio eléctrico en el que provoca más cansancio, rabia y arrechera. Si es cierto que rumbo a Brasil irá una buena cantidad de kilovatios que el gobierno de la Revolución Bonita venderá a nuestro gigante vecino, los decibeles en la gente aumentarán por aquello que seguiremos con oscuridad en la casa y claridad en la calle. Tamaña irresponsabilidad sería imperdonable.
Por los vientos que soplan la solución pasa porque los venezolanos nos unamos y escojamos al mejor candidato en las Primarias del 22 de octubre. Después, en 2024 cuando llegue el llamado de renovar, cambiar y salir de los malos gobernantes que desperdiciaron un momento histórico, elijamos a quien, cual Rey Midas de la mitología griega, todo lo que toque lo convierta en oro y no lo contrario a lo que conocemos. Piénselo, analícelo y saque su conclusión si desea seguir viviendo mal o mejorar su calidad de vida.
¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco