En los últimos días, a primera hora de la mañana, Muhajira Amanalá desafía al frío y se dirige a una pequeña panadería de Kabul, donde los afganos, desesperados, reciben un poco de pan para luchar contra el hambre.
Para su familia y para los demás que hacen cola ante el puesto y su modesto horno, el menú del día se limita a veces a estos pocos bocados de «naan», una pan típico de Asia Central y del Sur.
«Si no traigo pan de aquí, nos acostaremos sin haber comido«, explica a la AFP Amanalá el martes, que tiene que hacerse cargo de sus dos hijas y de su marido drogadicto.
Llegué «incluso a pensar en vender a mis hijas«, confiesa, para describir su dramática situación. «Pero renuncié y decidí confiar en Allah«, agrega.
Esta distribución de alimentos, que comenzó el sábado en Kabul, forma parte de una campaña organizada por un profesor universitario de la ciudad, bajo el lema «Salvar a los afganos del hambre«.
La situación humanitaria en Afganistán dio un giro dramático desde el retorno al poder de los talibanes en agosto y el cese de la ayuda internacional masiva, que financiaba cerca del 80% del presupuesto del país.
El desempleo se disparó y muchos funcionarios públicos no han recibido ningún salario en meses.
La hambruna amenaza hoy a 23 millones de afganos, o sea 55% de la población, según la ONU.
Gracias a la distribución de pan, al menos 75 familias recibirán una ración diaria de «naan» en siete distritos de la capital afgana, que actualmente está cubierta de nieve y sometida al rigor del invierno.
En la fila, Nuriya Sultanzoy y otras cinco mujeres están envueltas en burqas azules cubriéndolas de la cabeza a los pies, de acuerdo con las recomendaciones de los talibanes.
Desde la muerte de su marido, esta madre de cinco hijos contaba con la generosidad de sus amigos. Pero ahora que la pobreza estalla, no recibe nada.
«Se come arroz o sopa de zanahorias y nabos… y se sustituye la carne por trozos de pan«, cuenta, mientras que los niños, con zapatos destrozados, juegan alrededor de los adultos necesitados.
«La gente ha perdido sus puestos de trabajo y no tiene ninguna fuente de ingresos«, constata el panadero Makram El Din, que ha visto sus ventas caer.
«Solíamos usar cuatro sacos de harina al día, ahora sólo utilizamos la mitad«, abunda.
Las Naciones Unidas necesitan 4.400 millones de dólares de los países donantes para hacer frente a la crisis humanitaria en Afganistán en 2022.
Por: Agencia