martes, noviembre 5

Ideales y Esperanzas

Este 28 de julio tendremos en Venezuela, igual que para otros países de América Latina y del Caribe, un examen de periodo que hará nuestro pueblo. Estamos en el caso nuestro, a menos de 100 días de la fecha pautada por el Consejo Nacional Electoral.

Coloquialmente hablando nos toca “echar el resto”, es decir, dedicarnos de manera completa, absoluta, total, al trabajo del servicio a los demás. El deber de esforzarnos para que la gente sienta y compruebe en su vida diaria cambios positivos, necesarios para su vida en mejores condiciones; el deber de alcanzar mejoras en la vida diaria de nuestra gente, en todas las áreas, en lo espiritual, en lo material, en lo personal y en lo familiar. Son los objetivos que nos convertirán en hegemonía por el afecto y confianza de las materias nacionales.

Solo podremos obtener estos fines, por la conjunción del esfuerzo individual y colectivo de nuestro gobierno, unidos, cerca de nuestra gente. Explicando, señalando la batalla irracional en que se enfrascó una parte importante de la dirigencia política opositora y arrastró a mucha gente.

El daño que ha producido la injerencia indebida y grosera de intereses de naciones poderosas actuando contra nuestro país. Pero fundamentalmente, trabajando para nuestro candidato con dedicación plena, con la entrega nuestra como servidores públicos, como gobierno.

Ese trabajo y esa dedicación, esa entrega completa, tiene que ser percibida por la gente que la recibe, que sienta la atención, la solución de problemas, que esa acción impacte tanto en el mejoramiento de su de su vida como comunidad, como grupo social, o como familias e individuos.

El resultado del trabajo como funcionarios, servidores públicos en función de gobierno, nunca debe percibirse como una dádiva. Como gobernantes solo se nos da la gran responsabilidad por la elección popular o por la designación para ser administradores de lo ajeno y servidores del colectivo.

Sin embargo, para entender a cabalidad la función pública y para practicarla como corresponde, es necesario tener claro y presente el ideal del servicio, el ideal de la entrega, el ideal que se mezcla con la responsabilidad y con el sentimiento, para dedicarnos al bienestar de los otros y las otras, para que vivan mejor. El apostolado del servicio, como lo pregonó con el ejemplo Chávez.

Esta conciencia es fundamental: que cada uno de nosotros somos parte de un todo, somos parte de la creación, y uno diría- para quienes tenemos formación religiosa o enseñanza religiosa desde la familia- que es contribuir un poco a la obra de Dios, sin sentirnos superiores, ni dioses. Lo que sí debemos es asumirnos como instrumentos para el servicio a los demás. El ideal concreto en el servicio está en entender, creer, sentir y pensar que todos debemos aportar nuestro grano para construir un mejor mundo.

Podemos afirmar con absoluta certeza en el poder del amor como sustento de ese ideal de servicio, desde en el amor a nosotros mismos, al Dios Creador, a la naturaleza, a nuestros hermanos e hijos, a nuestra familia que se multiplica, que se nos va como decía Andrés Eloy, que se nos va de las manos con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo para los demás.

El trabajo al que estamos llamados implica también que sintamos el dolor del sufrimiento de los otros, la empatía. Que cuando tenemos la posibilidad de comer y a veces en abundancia, sintamos el dolor del que no come; que cuando tenemos la oportunidad de ir al espacio donde van a atender nuestros problemas de salud, recordemos el dolor de los que no están recibiendo cuidados adecuados.

El político, el servidor público, debe tener esa vocación, como la vocación del médico, la vocación del sacerdote, la vocación del militar. Debe sentir el dolor ajeno profundamente y debe sentir aquello que uno ahora lo repite también de Andrés Eloy Blanco, celo de no sentir el sentimiento, cuando comemos, cuando disfrutamos, cuando vivimos, de que hay quien necesita y por quien estamos obligados a trabajar para que vivan mejor.

Nos corresponde este gran esfuerzo en este tiempo que nos queda para la elección del 2024. El empeño esencial para no quedarnos en el discurso, en el eslogan, en el signo que a veces utilizamos con referencia a alguien que lo utilizó con ideal, con entrega, con dedicación.

Práctica de sencillez y eficacia.

En México oímos hablar constantemente al Presidente López Obrador de la pobreza franciscana de los servidores públicos. Eso tenemos que internalizarlo y mostrarlo en nuestra vida diaria para que la gente se identifique realmente con nosotros, para que nos acompañe, para tener la mayoría de los corazones a través del esfuerzo, de la dedicación, de la entrega, para que nos den la oportunidad de este mismo año de hacer las cosas mejor, de trabajar más y lograr la continuación de este esfuerzo que iniciamos hace tantos años pero que debe consolidarse, debe concretarse necesariamente en vida mejor para todos, en oportunidades de trabajo, en servicios públicos impecables, en entrega para el logro, para que la gente pueda tener derecho a ascender desde el punto de vista de mejora de condiciones humanas.

Es el año de la entrega, es el año de “echar el resto” dijimos, pero es fundamental -y por eso lo quería recordar- que sea el ideal lo que empuje, lo que oriente y lo que fundamenta nuestra práctica; sin eso, y sin fundamentar el ideal en el amor y en el servicio, seríamos lo que decía Pablo de Tarso, sólo campana que retiñe, y no nos van a entender. Necesitamos urgentemente retomar, interiorizar esos sentimientos, esos ideales, esos principios que nos dieron la confianza de las mayorías nacionales y que ahora tenemos que lograrla plena total y absolutamente, solo con trabajo, sólo con dedicación, solo con entrega y fundamentalmente con ideales movidos por el amor.

Despertar la esperanza con la entrega diaria, es la mejor campaña.

 

Por Francisco Arias Cárdenas