El integrante del Observatorio Venezolano de Salud (OVS) y nutricionista Pablo Hernández, señaló que “el patrón de alimentación del venezolano cambió abruptamente en los últimos cinco años.
“Normalmente esa varianzas se dan en un periodo de entre 10 y 15 años en sociedades con cierta normalidad, pero en Venezuela este cambio ha sido muy rápido”, aseguró.
En entrevista con Ginette González y Andrés Rojas en el programa 2 + 2 de Unión Radio, agregó que la llegada de la pandemia de coronavirus y el confinamiento “el problema de accesibilidad a los alimentos” se agravó porque la gente ya no puede desplazarse a buscar precios más económicos en otras zonas y la escasez de gasolina que dificulta la llegada a las ciudades de los alimentos desde los centros de cultivo.
Resaltó que bajó el consumo de “las tan necesarias proteínas para el sistema inmune (…) Y no solo eso también el calcio, minerales como el hierro y el zinc e incluso los mismos vegetales y frutas que aportan la tan requerida vitamina C que igual nos ayuda con la inmunidad”.
En cuanto al abastecimiento de alimentos destacó que aunque “Caracas como capital está relativamente mejor que el interior, pero incluso en esos estados, hay diferencias entre los que viven en las capitales y en las zonas que no son el ámbito urbano”.
Tipologías
Maritza Landaeta, doctora especialista en planificación alimentaria nutricional y directora ejecutiva de la Fundación Bengoa, distinguió que actualmente en el país en cuanto al acceso a los alimentos, existen diferentes tipos de familia.
“Hay un porcentaje pequeño de la población que puede tener acceso a todos los alimentos y hay un grupo intermedio que haciendo serios sacrificios dedica todo lo que produce para consumir alimentos”, detalló.
Hay otro grupo “donde están los mayores déficits que es ese porcentaje de la población que realmente no puede acceder a los alimentos porque no tiene ingresos suficientes”, alertó.
“El problema de la alimentación en el país está ligado a la pobreza y mientras no resolvamos la pobreza es muy difícil la familia pueda lograr una alimentación adaptada a las necesidades”, advirtió.
Considera que la familia venezolana de escasos recursos en realidad hace milagros con lo que recibe porque “depende básicamente de los productos que ofrece el CLAP y que cada vez son más restringidos y de menor calidad”.
La nutricionista señala que no consumir proteínas de las carnes, huevos o lácteos deriva en lo que se cataloga como “dieta anémica” que genera grandes pérdidas y las personas no pueden tener requerimientos necesarios y se traduce en altos índices de desnutrición infantil y de adultos jóvenes”.
“Esto lleva a una situación de alta inseguridad alimentaria y de alto deterioro nutricional e incremento de enfermedades ligadas a la desnutrición”, acotó.
Explicó que la emigración, en la mayoría de los casos de los hombres, ha dejado a muchas familias solas y desamparadas. “75 por ciento de las familias están en manos de mujeres jóvenes solas, bien porque el marido migró o porque son las jefas de hogar”.
“La inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad de la familia venezolana sin lugar a dudas se ha visto muy complicada tanto por covid y como por las restricciones en los servicios públicos, un país con limitaciones para trasladar los alimentos desde los centros de producción a los de consumo pero además no tienen luz o gas y todo esto hace muy compleja la sobrevivencia”, subrayó.
Por: Agencias / Foto: Cortesía