«La tragedia debe ser utilizada como fuente de fortaleza. Así que no importa cuales sean las dificultades, que tan dolorosa sea una experiencia: si perdemos la esperanza, ese es nuestro verdadero desastre».
Dalai Lama
En el Zulia su gente, ciudadanía de ambos sexos y edades, sabe o conoce muy bien el significado que expresa la frase «tapar el Sol con un dedo» cuando su propósito, esta vez político, busca negar, ignorar o desconocer el estado de postración en el que estaba nuestra región antes del 2021, ahora que sabemos que el jefe de Miraflores anuncia que volverá a esta tierra a «arreglar los problemas» que no han resuelto el gobernador Manuel Rosales y los alcaldes de Maracaibo y San Francisco, Rafael Ramírez y Gustavo Fernández, respectivamente.
Claro, estamos en campaña electoral y seguro pensando que como en «la guerra y en el amor todo se vale», el aspirante a la reelección por seis años más en Miraflores, durante su visita al estado Zulia el jueves 4 de julio, donde inició «oficialmente» su campaña electoral, dijo una «mentirita piadosa» creyendo a lo mejor que repitiéndola mil veces, milagrosamente, se convertirá en una verdad como en la nazi hitleriana le funcionó al ministro de propaganda, Joseph Goebbels.
Quizá, tratando de hacer más digerible una verdad muy distinta a la existente antes del 2021, sin causar el menor daño posible a su propia candidatura, porque él deseoso de repetir o cualquier dirigente queriendo ser Presidente de la República, no subestima la nada despreciable verdad que los 21 municipios de nuestra geografía representan, aproximadamente, 2 millones 530 mil votos. Eso significa la más alta concentración de electores del país que a cualquiera lo lleva a ofrecer villas y castillos.
Tampoco creo que esté desinformado. Quiere evadir la realidad que indican las encuestas, sacándole el cuerpo a la verdad que cada familia en el Zulia sabe y no olvida. Asimismo, sus hijos, nietos, hermanos, padres y madres que hoy están regados por el mundo. Eso trae malos recuerdos, repudio y tristeza. Lo mejor es que deje quieto lo que está quieto. Nuestra gente tiene y le sobra memoria para nunca olvidar la peor tragedia que nos tocó vivir.
Esta vez sus asesores equivocaron la estrategia al recomendarle al presidente Maduro que dirija su artillería contra el gobernador Rosales y los alcaldes Ramírez y Fernández. Su ataque lo justifica en la presunción que no han hecho nada por mejorar la calidad de vida de los zulianos. No obstante, la mejor evaluación de la ineficiencia oficial en cuatro años en el Zulia, estuvo en la ausencia de obras y buena calidad de vida.
Alguna, al menos, que certifique la buena gestión de los exgobernantes chavistas. Lo cierto es que en ese tiempo abundó y sobró la ineficiencia que registra la historia y lo dice la gente en cualquier lugar. Aún cuando no mencionó a los demás alcaldes opositores que lograron una contundente victoria el 21N de 2021 que llevó a desalojar a otros trece alcaldes rojos-rojitos, no hay que olvidar que lo que éstos encontraron no fueron prósperos y florecientes inventarios de obras, programas sociales, óptimos servicios públicos o balances bancarios positivos, sino edificaciones y bienes públicos saqueados, destruidos o desaparecidos.
Hoy, cuando Maduro busca, desea y quiere enamorar la confianza de zulianos y zulianas, alguna buena cosecha de votos la tiene lejana, muy distante, cuando estamos a 19 días del 28 de julio. En la tierra del Sol Amada no olvidamos que los «revolucionarios» que gobernaron durante cuatro años dejaron a la Gobernación, alcaldías y despachos arruinados, endeudados y desaparecieron bienes públicos. Sin embargo, los responsables disfrutan de la más perversa impunidad que conozcamos. Por algo cargan a cuesta el calificativo de ser los «Destructores del Zulia».
En esta tierra bendita no sufrimos de amnesia para no recordar que durante el cuatrienio 2017-2021, el estado Zulia retrocedió en el tiempo. Desapareció la inversión pública y privada. El sector privado de la economía fue víctima de persecución, cierres y de la expropiación de locales y empresas. La infraestructura en educación, salud, vialidad, seguridad, agua, electricidad, aseo urbano y otros servicios públicos colapsaron. La reposición, mantenimiento y la construcción de obras públicas estuvo paralizada en ese período.
Qué decir de la interminable suspensión del servicio eléctrico caracterizado por apagones y bajones durante horas, sin previo aviso, que cual colofón nacido de la ineficiencia de Corpoelec mantuvo a Venezuela y al Zulia en total oscuridad durante cinco días en marzo de 2019, llegándose a manera de ñapa a otra oscurana de tres días no muy lejana a la primera. El Zulia sería víctima de la peor ola de saqueos e invasiones de propiedades que redujeron a la nada a empresas, cadenas de alimentos y de electrodomésticos.
El stress, desasosiego y la peor calidad de vida que la gente del estado Zulia recuerde haber vivido, la soportamos en esa época, cuando la autoestima personal, familiar o laboral caracterizada por las «percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamientos dirigidos hacia uno mismo, hacia nuestra manera de ser y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter», llegaron a su peor momento.
Estábamos, diría, en total estado de abatimiento como seres humanos. Decaidos, desanimados, humillados y desalentados. A esa realidad de ser un pueblo alegre, dicharachero y expresivo terminamos convirtiéndonos, en zombies con la llegada de la pandemia del Covid-19, que unido a la angustia de la escasez de alimentos, gasolina, agua, apagones, efectivo, gas, entre otros, llegamos a parecernos al pueblo cubano en eso de hacer colas para surtirnos de lo elemental para vivir.
Después de la tempestad viene la calma dice el sabio refranero popular. Ello trajo el renacer de la esperanza que en el Zulia la convertimos en posible, en una verdad. En 2021 nuevas autoridades serían electas y el nuevo comienzo desde cero no fue nada fácil, pero el tiempo para quejarse y llorar no existía, no estaba disponible, dado el inmenso estado de destrucción de la Gobernación y alcaldías. Eso, obviamente, no lo dice el aspirante a la silla de Miraflores.
Sería solo de egoistas, ciegos y radicales en extremo no admitir que un cambio nació en el Zulia. El regreso de la esperanza, el ánimo y la confianza son parte de un milagro en tiempos de tantos problemas que nos han aquejado. La gente respira un aire distinto y es protagonista con sus autoridades regionales de respuestas y soluciones, entre otras, en áreas de salud, educación, vialidad, programas sociales, servicios públicos, infraestructura, seguridad personal y jurídica. Además la confianza empresarial ha retornado a nuestro estado.
Maracaibo y San Francisco son sólo dos ejemplos de lo que era la ineficiencia de los servicios públicos antes del 21N de 2021. Hoy sus ciudadanos expresan una realidad distinta. Nada sencillo ha sido hacer de los problemas de servicios públicos soluciones en favor de la gente. En Colón, Cabimas, Lagunillas, Francisco Javier Pulgar, Machiques y Rosario de Perijá, entre otros, también la gente nota el cambio.
Ojalá que antes del 28 de julio el estado Zulia reciba la noticia que el gobierno nacional decida revertir a la región la Ley de Transferencia de Competencias en materia de Puentes, Puertos, Aeropuertos y carreteras, injustamente eliminada después de noviembre de 2021. Sería un mecanismo de financiamiento descentralizado que impulse una mejor calidad de vida.
Y más allá de lo que sería un buen gesto de reivindicarse con el Zulia y el país, proceda a activar la Ley del Fides y Laes, correspondiéndole al nuevo gobierno que saldrá de las urnas el próximo 28 de julio, su ejecución. Eso piensa un «viejo decrépito» que hace parte de cinco millones de otros «viejos decrépitos», pensionados y jubilados que votarán por un cambio por otro «viejo decrépito» llamado Edmundo González Urrutia. ¡Amanecerá y Veremos!.
Por José Aranguibel