«Sólo la unidad del pueblo y la solidaridad de sus dirigentes garantizan la grandeza de las naciones.»
Andrés Bello
Chuck Jones creador de la animación El Coyote y el Correcaminos en 1949 nunca habría imaginado que su exitoso comic, 75 años después, tendría una versión tropicalizada en un país llamado Venezuela que no deja de llamar la atención. Dos personas que no son candidatos a la Presidencia de la República, protagonizan una carrera que no es una comiquita, sino una realidad de la vida política cuando el segundo del gobierno trata, busca y persigue pisarle los talones a la ganadora opositora de las Primarias del 2023 cada vez que sale de Caracas.
Ese comic encargado en 1949 a Chuck Jones por la empresa Warner Brothers no ha dejado de tener el éxito de sus primeros días. Son muchas las generaciones que han crecido viendo al ¡Bip-Bip! perseguido por el cuadrúpedo carnívoro. Muchos de nosotros mismos hemos disfrutado, sin importar la edad, cuando aún nos conectamos a ver alguno de sus capítulos y a pasar gratos y divertidos momentos.
Nos reímos y gozamos cuando el malvado Coyote no pierde tiempo en ingeniarse alguna de las tantas fallidas maldades con el uso de armas, accesorios y equipos, marca ACME, que no le han permitido capturar y comerse a la veloz ave del desierto. Que conozca o sepa no han transmitido todavía el último capítulo, pero mientras tanto lo cierto es que el Coyote anda tratando de atrapar al Correcaminos. Creo que mejor le habría resultado llegarse a la frontera, entre México y Estados Unidos, donde podría haber comprado uno o más pollos asados.
María Corina Machado y Diosdado Cabello son los protagonistas de esta analogía, semejanza, afinidad y parecido, cual persecución donde el segundo no le pierde huella a la primera en ciudades y pueblos, siguiéndola, aún cuando disimule, finja y explique que seguramente existe el derecho constitucional al libre tránsito por todo el territorio venezolano.
En solo tres ejemplos, Portuguesa, Zulia y Trujillo, hemos visto en las últimas semanas concentraciones que ambos presiden casi en simultáneo, pero a diferencia de los seguidores del cambio de gobierno, no es ahora y siempre ha sido así, la presencia del «pueblo» oficialista es llevado obligado, controlado y supervisado por comisarios políticos. Si le permitieran libertad al «pueblo revolucionario» en ir o no a escuchar al camarada, otra sería esa verdad que presentan.
Lo cierto es que algo preocupa a la gente del gobierno. No son los dibujos animados ni las comiquitas. Son los sondeos de opinión pública donde el crecimiento del respaldo y apoyo de la gente no se detiene. El venezolano está decidido a sufragar el 28 de julio por Edmundo González Urrutia, candidato de la Plataforma Unitaria Democrática, PUD. Eso no le es fácil al oficialismo disimularlo, esconderlo o tratar de desaparecer esa realidad.
Saben que crece el entusiasmo, alegría y la esperanza que los venezolanos cada día expresan en cualquier concentración, donde la gran electora, María Corina Machado, está encargada de ir sumando a más gente en torno a la figura del candidato unitario, Edmundo González Urrutia.
No es casual ni falta de ingenio, tampoco que exista escasez de maldades, pero ya vemos que el peso de la candidatura de Edmundo González Urrutia está produciendo nerviosismo, estrés y preocupación en el oficialismo. Por algo las campañas de descrédito, ataques y descalificaciones no han tardado en salir contra González Urrutia, buscando provocar mella en su reputación de figura pública.
Es una vieja práctica revolucionaria de manuales políticos de extrema izquierda que esta vez no han dado los resultados esperados. Ha sido todo lo contrario. No disponer de una mejor calidad de vida, buenos salarios, pensiones decentes o servicios públicos eficientes, entre otros, son razones suficientes e inocultables. La mejor prueba la evidencia el aluvión de venezolanos que ha huido y sigue saliendo del país. Por eso la gente ubicada en cualquier calificación social está pidiendo cambio de gobierno desde hace rato.
El modelo revolucionario, socialista o llamado «anti-imperialista» es la causa que arruinó, quebró y destruyó a Venezuela. Es un modelo ideológico y político agotado, cansado y fracasado que terminó empobreciendo a nuestra nación y a su gente. Los responsables son quienes han dirigido al gobierno durante 25 años, aplicando recetas traídas de la «Isla de la Felicidad» donde en más de seis décadas su gente vive hoy el peor momento de su existencia terrenal.
No obstante no crean muchos que el «mandado está hecho» y solo es cuestión de esperar que llegue el 28J. Seguridad mató a confianza dice un viejo refrán muy aplicable al actual escenario político venezolano. El gobierno, lo he dicho, no es mocho, ciego ni está de mano amarradas. Juega duro, conocemos sus picardías, abusa, usa la «Ley» a su favor y cualquiera de sus tramas puede llegar antes, inclusive, del día de elecciones.
No olvidemos que aún está por «saberse» la decisión del TSJ donde cursa un recurso contra la tarjeta de la Unidad, la de la manito. La misma con la cual viene promoviéndose y posicionándose la candidatura de Edmundo González Urrutia, a pesar que existen también las tarjetas de Un Nuevo Tiempo, UNT y la del Movimiento Por Venezuela, MPV.
La Plataforma Unitaria Democrática, PUD, debería ordenar que ambas sean promocionadas en los actos del candidato, a donde vaya María Corina Machado, en las redes sociales y en cualquier otra forma de comunicación interpersonal. No hacerlo sería un craso error. No es mofa ni nada parecido. Es una verdad cual lo es el calor zuliano entre las posibilidades que podría nacer de alguna jugada del oficialismo, a partir de una decisión adversa del TSJ contra la tarjeta de la manito.
No quiero imaginarme el peor escenario de su ocurrencia que genere confusión y un gran despelote entre los electores. No cabe aquí en lo absoluto aquello de que lo que es igual no es trampa. Sabemos del ventajismo, abusos y picardías del oficialismo que en este proceso no son la excepción de la regla democrática. Sabemos que quien pega primero lo hace dos veces. ¡Amanecerá y Veremos!.
Por José Aranguibel Carrasco