Descalificado con frecuencia, especialmente por quienes creen que pueden imponer su voluntad por la fuerza, el diálogo es un instrumento, ciertamente el único, entre personas o grupos, que puede garantizar la convivencia por medio del acuerdo.
Al diálogo se llega antes o después de situaciones de fuerza, cuando quienes se adversan, llevados por su captación del momento, deciden buscar acuerdos. Esta realidad presente, debe ser comprendida plenamente por todos los ciudadanos y apreciada en su valor.
Descalificar el diálogo, descalificar sus voceros, es un gran absurdo. Pero el avance de esta semana ha sido especialmente importante. Un acuerdo para la atención del pueblo que sufre y padece las consecuencias de una guerra inclemente con graves secuelas en la economía del país y con graves efectos en sobre nuestra gente.
Es un reconocimiento claro de que el bloqueo, las sanciones puestas al país, no lo han sido al gobierno, han sido al pueblo común. Que no ha funcionado aquello de que se produzca una rebelión contra el gobierno por la rabia de los ciudadanos, hastiados de sus padecimientos.
Un grave error ha sido pensar que el venezolano puede ser manipulado, engañado o forzado para algo. Otro error, creer que el pueblo es temeroso y que la presencia de los Estados Unidos detrás de un determinado sector político, podría intimidarlos o acobardarlos.
Es un reconocimiento de la potencia hegemónica del continente que puede conseguir objetivos favorables para su economía, sin chantajes ni presiones indebidas. (Lección que no aprenden los que se creen fuertes). Pero significa, esencialmente, que el acuerdo es urgente, es importante para la vida en paz, para dirimir diferencias con respeto. Salir del golpismo. Venir al camino electoral que no puede cerrarse ni puede ser cambiado por atajos que nos han dado solo dolor y retrocesos.
Para allá vamos con el diálogo. Un logro de la racionalidad, el ejercicio de una obligación de gobierno, comprensión y ejercicio necesario que impone la paz y la vida.
Demostrar que somos mejores en el desempeño de la responsabilidad pública. Más eficiente, con mejores resultados, que somos honestos en el manejo de lo que es de todos.
Un cambio profundo, un retorno sin escalas al arbitrio del pueblo que tiene su propia sabiduría. Eso es el Diálogo.
Paz y convivencia. Respeto en las diferencias y que el árbitro popular decida.
Por Francisco Arias Cárdenas