«Los beneficios que se hacen hoy se reciben mañana, porque Dios premia la virtud en este mundo mismo».
Simón Bolívar
Será pava, mabita, mala suerte o la muy criolla expresión de «mala leche» la que nos persigue a los zulianos cuando cada vez sufrimos más y más por culpa de apagones, bajones y fluctuaciones eléctricas que nos tiene la vida «hecha trizas, pedacitos, deteriorada y vuelta nada» debido a la insufrible posibilidad de seguir resistiendo esta calamidad que a decir de los expertos es de origen antropogénica, causada por humanos y no por zamuros, rabipelaos, iguanas o la madre naturaleza, cual hipótesis que llegó a ser revelada por la empresa Corpoelec en un momento, pero no pudo comprobarse porque no lograron detener a ninguno de esos «sospechosos» saboteadores.
A diferencia del resto del país en el estado Zulia no tenemos, digamos, un Astro Rey solidario, chévere, pana o muy amigable como, por ejemplo, si es el que tienen en Caracas, Miranda o los Andes venezolanos. Contrariamente, el nuestro de la tierra del Sol Amada combina la furia de su incandescencia, sin importar hora del día ni fecha en el calendario, con la producción de una ola calórica sofocante no conocida en cualquier otro lugar del maltratado planeta tierra.
¿Mijo cómo estáis?. ¿Qué creéis vos aquí sudando a cántaros? ¿Qué molleja decime vos inaguantable y sin luz?. ¿Y lo qué falta es cresta?. Son expresiones, por demás, del día a día de la gente del estado Zulia, golpeada en las últimas semanas con continuas deficiencias del servicio de electricidad. Sin importar edad tenemos que soportar a diario temperaturas muy elevadas. En el desespero buscamos minimizar sus efectos hidratándonos con la ayuda de bebidas espirituosas, agua, cepillados, guarapos o encendiendo ventiladores y aires acondicionados, pero sin electricidad, no es garantía que no sigamos sudando.
Eso trae por resultado un calor permanente a cualquier hora que nos hace ser a la gente de esta parte del país, en verdaderos campeones de la resistencia humana al soportar temperaturas extremas. Es muy posible que por esta condición física en cualquier momento, entremos en cayapa en el libro de los Récord Guinness y ganemos otro que sumemos al que ya tenemos por la agrupación gaitera más grande del mundo.
Quizá el jurado de ese prestigioso concurso internacional incline más bien la decisión y le otorgue el galardón a Corpoelec, considerando que debe tener el récord en ser la única empresa en cualquier rincón del planeta tierra, donde este importante servicio, bien administrado y atendido, debería estar al servicio del desarrollo del país, pero en el caso que nos ocupa tenemos tiempo siendo el peor de los cinco continentes.
El estado Zulia, además, es la región de Venezuela donde tres millones de almas, –claro restando los que se han ido no solo por el calor, sino buscando calidad de vida–, cada vez que nos suspenden el servicio y corremos a apagar los electrodomésticos por uno, dos, tres o más bajones, manifestamos distintas expresiones verbales del muy rico, prolífico y variado léxico de los nacidos en la tierra del Sol Amada. Creo que los científicos de la lingüística y la conducta humana deben estar investigando este fenómeno comunicacional. En la Universidad del Zulia, nuestra Alma Mater, expertos en semiótica seguro tendrán algo que decir.
A todas estas el ministro del área energética, Néstor Reverol, nacido en Cabimas, donde el calor siempre está «parejo» olvida quizá que somos de esta tierra única y no europeos, canadienses o gringos quienes no resistirían vivir en Bachaquero, Santa Bárbara, Sinamaica o Maracaibo. Nosotros si, cuando nos pide «comprensión» olvidando que no somos de piedra, tampoco sifrimos ni muy delicados que digamos, algo exquisitos menos, sino mortales de carne y hueso para aguantar «tanta calor«.
No ha sido nuestra la culpa del descuido, desinterés o responsabilidad del gobierno revolucionario a lo largo de años en atender este sector. No somos responsables de que se haya permitido que el deterioro de la red eléctrica nacional por desinversión, corrupción o la ausencia en la reposición de equipos ganara demasiado terreno. Lo cierto es que se nos castiga inmisericordemente en el día, noche o madrugada.
En un cable que debe ser cambiado después de una vida útil que un día colocaron sin mirarlo más en las cabrias que atraviesan el lago, está, según otra promesa, la solución del grave problema eléctrico en el Zulia. Sin embargo, la suspicacia, desconfianza e incredulidad de nuestra gente como la de Santo Tomás, no nos tiene muy convencidos por las contadas mentiras, embustes y engaños a las que nos han sometido.
Usted, ministro, ahora que lo vemos no salir del Zulia en la misión de «protector» a lo mejor como hijo de esta tierra, tiene la mejor disposición que las cosas resulten en soluciones, pero díganos ¿dónde estuvo usted cuándo dos años atrás gobernó esta región un gobernador de los suyos, un «revolucionario»?. ¿Cuánto avanzamos o no en materia de mejora eléctrica? ¿Cuántos recursos fueron administrados en esa época?. ¿Usted dirá si hubo o no disposición o fueron sólo soluciones de micrófono?.
No creo que avanzamos, superamos y ganamos confort, nada en calidad de vida, en cuatro años ya pasados. A la prueba me remito al ver en su esfuerzo tratar de convencer, garantizar o persuadir a los zulianos que la calidad del servicio eléctrico nacional y regional de su competencia, ¿en no sabemos cuánto tiempo?, mejorará cuál aspiración lógica de un servicio eficiente que teníamos con Enelvén o Enelco, hasta que en mala hora al gobierno nacional le dio por ponerle la mano a este servicio. Por esa equivocación tenemos los resultados que vivimos, sufrimos y padecemos hoy. ¿Dígame si estoy o no en lo cierto?.
En resumen, al ministro Néstor Reverol darle a sus palabras “el beneficio de la duda” quedará de parte de cada ciudadano de esta tierra bendecida por Dios. Cada uno debe pensarlo, estudiarlo, analizarlo y evaluarlo. Otorgarlo no es sólo una decisión caliente, sino electrocutante. Si sus acciones son sinceras y bien intencionadas el mejor convencimiento estará en ver los resultados. Lo contrario sería otro engaño imperdonable.
¡Amanecerá y Veremos!.
José Aranguibel Carrasco
CNP-5003