lunes, diciembre 23

¡Brolleros, mentirosos y hablachentos!…

«Es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez»
René Descartes

La expresión de «ese brollo pica y se extiende» díganme quien no lo ha escuchado alguna o muchas veces en la vida. Es una frase corta pero con consecuencias que pueden llegar a la fatalidad o a enemistar a las personas.

No tiene distinción entre el común de las personas, empresarios, políticos, gobernantes, universitarios, en el trabajo, la familia y, en fin, en cualquier espacio donde una persona le dice a otra algo falso, sin confirmarlo o inventándolo, que luego es propagado como pólvora encendida.

Por supuesto que hay personas muy alejadas, distantes, en las que no prevalece este tipo de conducta de estar muy pendientes del «último brollo», rumor o chisme. Nadie me diga que nunca le han expresado ¡aléjate de esa persona que es muy brollera!

Sin embargo, «aquel de ustedes que esté libre de pecado que tire la primera piedra», nos recuerda la frase bíblica de Jesús de Nazareth, pero algo sucede generalmente con los brollos de acuerdo con el interés noticioso o la intención de su autor (es).

Hay otros que «les gusta más un brollo que comer» dice el refranero popular que lo certifica. ¿Quién no conoce casos de ese tipo?. Sea bueno o malo el brollo lo que busca, finalmente, es producir o provocar un resultado a partir de la máxima de que todo brollo tiene su causa y efecto.

Esa es la tarea del o los propagadores que difunden el brollo, sean hombres o mujeres, viejos, jóvenes, letrados o no, blancos, muy educados o no, morenos o negros, en fin, cualquier condición social, económica, académica, cultural o religiosa es válida para echarlo a correr.

Una verdad es muy cierta y es que cuando de la boca del «brollero» el susurro pasa al oído de otro que le gusta y lo riega a otro y así en cadena, sucesivamente, crece cual espuma del mar, el brollo termina finalmente no pareciéndose en nada a lo expresado en las palabras que dieron su origen, sino en todo lo contrario.

El brollo concluye siendo tergiversado, magnificado, cambiado y exagerado al punto que de unas breves palabras, resulta en algo aderezado y condimentado entre mentiras, embustes y rumores que lo alargan como a la Leyenda del Horcón, una de las más populares composiciones poéticas de América Latina. Así el brollo pasa a otro nivel conocido en «eso es tremendo» embrollo, rollo y escándalo.

Sobre sus gustos, dijimos, que no tienen exclusividad social sino que en sus preferencias hay para el agrado de todo oído. Los hay, por ejemplo, del tipo laboral cuando alguna persona nota que sus intereses están peligrando y puede ser desplazada por otra que llegó y hace mejor el trabajo. También son de los que a fuerza de adular y de la operación jala-jala con el superior, consigue su propósito.

El oído del jefe (a) inmediato (a) será receptor de algún brollo probablemente muy demoledor inventado o poseedor de algún secreto desconocido que, en muchos casos, detiene el cambio, traslado o la cesación de los servicios de quien siente en peligro su estabilidad laboral.

Además, no es ningún secreto que a nivel de cualquier estructura de poder público o privado existen jefes que gustan «levantar la oreja» y no perderse nada. Además, a veces no disimulan mucho ser sobresalientes personas que les encanta que otros los adulen.

Los venezolanos y, en general los latinos, seguro algo debemos traer en nuestro ADN europeo, ligado con el negro, mestizo o el indio, porque nos gusta un brollo que hasta historias han sido escritas a lo largo del tiempo de personajes tremendamente brolleros, embusteros, mentirosos y hablachentos.

En el Zulia de principios del siglo XX cuenta la historia de la existencia de dos marabinos, Carlos Bernal, alias «Roñoquero» y Manuel Prieto, «Mamblea», campeones en eso de ser exagerados, brolleros, embusteros y mentirosos.

La notoriedad era tanta que fueron reconocidos de ser los máximos embusteros de la época en un concurso organizado por la desaparecida emisora Ondas del Lago. Otro personaje más cercano del presente siglo fue La Vieja de los Mangos. ¿Quién no rió escuchándola en los audios que circularon tiempo atrás?.

Dígame cuando el asunto del brollo, mentira o embuste tiene por protagonista a políticos y gobernantes. Ha sucedido siempre en la IV y en la V sin importar el color o la jerarquía del personaje. Ahora, la modernidad en las comunicaciones permite que las redes sociales sean aliadas perfectas no solo para echar a circular un brollo, sino que es garantía que llegue al instante y a más gente.

La actuación de algunos recuerda al viejo Gepetto de Las aventuras de Pinocho, un muñeco de madera al que un hada da vida y que al mentir le crece la nariz. Eso no ha sido exclusivo en los venezolanos, sino que América Latina y el mundo entero tiene a sus propios Pinochos.

Por eso, dice un amigo, existe una frase muy cierta que lo resume todo y es que cuando «alguien te llega a ti para hablarte de los demás, le llegará a los demás para hablarles de ti». ¡Amanecerá y Veremos».

 

Por José Aranguibel Carrasco/Caricatura: Feyo