viernes, noviembre 22

¿Por qué el 4F desvió su objetivo original?

«El fraude más antiguo es la creencia de que la izquierda política es el partido de los pobres y oprimidos».

Thomas Sowell

Sólo días nos separan para cumplirse el 32 aniversario del intento de Golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 contra el expresidente Carlos Andrés Pérez, fecha cuando, a mi modo de ver, comenzó la tragedia de la actual Venezuela. Muy lejos quedó, a sólo pocos años, la euforia, alegría y esperanzas del objetivo insurreccional de aquella asonada que prometía, en teoría, la transformación de las condiciones socioeconómicas y de bienestar en la calidad de vida de los venezolanos.

Los sublevados justificarían la acción del objetivo original, algo similar a un acta de nacimiento o de presentación en cuanto a que el primer levantamiento militar de ese año, debió su insurgir a errores y vicios no corregidos en la IV República que derivaron en hambre, pobreza, desempleo, miseria, corrupción, carestía de la vida, malos sueldos, salarios, servicios públicos y otros argumentos que no desaparecieron, sino que han crecido en el tiempo como la espuma.

Dentro de dos domingos, Venezuela recordará ese episodio sucedido 32 años atrás que forma parte de nuestra historia contemporánea, hoy están cumpliéndose 66 años del 23 de enero de 1958, cuando un alto componente de oficiales de distintos rangos, jerarquías y orígenes de las Fuerzas Armadas Nacionales, FAN, mayormente del Ejército, decidieron romper el hilo constitucional para deponer al desaparecido expresidente nacido en el estado Táchira.

Carlos Andrés Pérez fue quizá demasiado confiado o de los pocos que en su gobierno desconocía o no le atribuía veracidad al «ruido de sables» que sonaba en los cuarteles venezolanos, tipo orquesta sinfónica preparada y lista para un concierto que resultaría estar dirigido por el teniente coronel (Ej.) Hugo Rafael Chávez Frías, autor de la célebre frase «Por Ahora» que lo catapultaría, años después, hasta llegar a través del voto popular al Palacio de Miraflores.

La asonada golpista que había comenzado la noche del 3 de febrero en Caracas y en las guarniciones de algunas de las ciudades más importantes del país, sería derrotada al siguiente día por tropas leales al juramento de la Constitución de la República y a su comandante en jefe, inquilino de turno en la primera magistratura nacional, Carlos Andrés Pérez.

Por cosas del destino o no, Maracaibo fue el último bastión rebelde en rendirse pasado el mediodía del 4F, cuando unidades de la Fuerza Aérea Venezolana, FAV, volaron rasantes el Cuartel El Libertador de manera intimidatoria en advertencia a que los sublevados depusieran las armas, porque de lo contrario había la orden de CAP y del Alto Mando de reducir la instalación militar.

En Caracas las acciones golpistas provocaron fuertes enfrentamientos que arrojaron muerte de tropas y oficiales de lado y lado, además de víctimas civiles inocentes, sorprendidas ese aciago día cuando el país amaneció de Golpe. Suficiente registro audiovisual y fotográfico existe de los enfrentamientos armados con saldos de muertos y heridos.

Uno de ellos en la sede de Venezolana de Televisión, VTV, donde trabajadores de ese medio de comunicación fueron víctimas mortales, masacrados por la furia del fuego desatado en ese lugar. Ese mismo año, pero el 27N cuando la segunda intentona contra CAP, el colega Virgilio Fernández del diario El Universal, arriesgando su vida durante la cobertura del levantamiento, fue asesinado a tiros.

Contrariamente, en el Zulia, afortunadamente, la toma del principal estado petrolero del país a cargo del teniente coronel (Ej.) Francisco Javier Arias Cárdenas, no arrojó decesos ni daños a la infraestructura pública o privada de consideración, salvo los efectos de disparos a algunas sedes de seguridad del gobierno, entre ellas, la Disip y el viejo edificio de la Guardia Nacional.

La GN, entonces conocida como el 4to. componente de las FAN, resistió y repelió el intento de toma de sus instalaciones en el Comando Regional Nro. 3 que tenían su asiento en el centro de Maracaibo. Los periodistas de la región, en distintos escenarios, fuimos testigos presenciales de la intentona golpista de 1992, cuando en la Venezuela de ese año se habían cumplido, unos días antes, 34 años del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y del nacimiento, –un día como hoy– de la democracia.

En ese episodio del 4F de 1992 que forma parte de la historia contemporánea venezolana no cabe la frase que dice que muerto el perro, se acaba la rabia. A partir de allí los principales líderes de los alzados, ya derrotados militarmente, rendidos, entregaron sus armas y quedaron detenidos en la cárcel de Yare en el estado Miranda.

Luego de dos años recuperarían su libertad, cuando el expresidente Rafael Caldera Rodríguez decidió el sobreseimiento de sus causas. Un borrón y cuenta nueva que al paso de los años a los venezolanos nos ha costado sangre, sudor y lágrimas. El exjefe del Estado en los debates en el Congreso de la República, la misma tarde del 4F, supo sacar provecho político en defensa de ese movimiento golpista que lo llevó por segunda vez a Miraflores en diciembre de ese año.

Ganado el poder político en diciembre de 1998 a través del voto, Hugo Chávez Frías asumió la conducción del país en febrero de 1999. El principal líder golpista nacido en Barinas inició el proceso de cambio del estamento legal que regulaba el manejo de los poderes del Estado, comenzando por llamar a un referéndum consultivo para crear una Constituyente que después le daría paso al nacimiento de la actual Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Todo era, al principio, una especie de luna de miel que llegó a la exaltación, emoción, efervescencia, frenesí y desbordante alegría de millones de sus seguidores, envueltos en un inédito y ciego paroxismo, confiados, seguros y esperanzados que el cambio social iba a ser posible, sólo era cuestión de tiempo, en la Venezuela que estaba por entrar al Siglo XXI.

Eso asegurado por la bonanza petrolera caída del Cielo con la subida de los precios del que era, 25 años atrás, el principal producto de exportación generador de los mayores ingresos. El precio del barril petrolero subió en 2008, por primera vez, a cien dólares. Un verdadero chorro de divisas entró al país superior a cualquier otra época. Ya la Venezuela de AD, Copei, otros partidos menores y toda sospecha del Punto Fijismo tenían decretada su aniquilación y desaparición cual «polvo cósmico».

Sus «errores y vicios» atribuidos en ser los responsables del desempleo, corrupción, miseria y el hambre, entre otros, quedarían enterrados en la nueva sociedad revolucionaria prometida de «justicia e igualdad social», según decían las arengas oficiales. Sin embargo, no todo lo que brillaba era oro cuando la confrontación inevitable tenía que llegar entre, oposición y gobierno, por el rumbo que tomaba el país que provocó la huelga petrolera de diciembre del 2001.

La paralización del país extendió el conflicto a los primeros meses del 2002 que desembocaría después en los sucesos del 11, 12 y 13 de abril. Esa acción desalojaría de Miraflores a Hugo Chávez Frías al ser depuesto por un Golpe de Estado, dirigido por oficiales y tropas sublevadas que alcanzaron un éxito efímero, gracias a la torpeza, ambición y errores desmedidos de intereses oscuros y egoístas de gente cercana a Pedro Carmona Estanga.

Carmona Estanga fue la figura civil que asumió la Presidencia de la República, recordado luego con el apodo endilgado por el chavismo de «Pedro El Breve». Su error y el de la junta provisional de Gobierno, precedida de movilizaciones multitudinarias en la calle, nunca vistas en Venezuela, especialmente en Caracas, arrojó decenas de muertos, entre ellas, el reportero gráfico, Jorge Tortosa del Diario 2001. El equivocado viraje desató el descontento en la oficialidad militar que había acompañado o tenía simpatías con el levantamiento.

El Presidente de la República, encargado, procedió por decreto a anular, borrar y desaparecer los poderes del Estado. Un error que llevaría al regreso de Chávez Frías a la silla de Miraflores adonde fue devuelto a su condición original de jefe del Estado venezolano, luego que fue rescatado en la isla La Orchila por comandos de oficiales dirigidos por el desaparecido general de división (Ej.) Raúl Isaías Baduel.

Regresando al lugar de donde días antes había sido depuesto, recordemos a un Chávez Frías que por momentos era sosegado, tranquilo, calmado, sereno. Sin su característico verbo agresivo, sino más bien lleno de palabras de reflexión y de un discurso conciliador. A través de las cadenas de televisión los venezolanos y el mundo lo observaron teniendo en sus manos un Santo Rosario. Sin embargo, con el transcurrir de los días, semanas y meses la situación tomaría otros matices.

El discurso tornaría a ser cada vez más radical, muy virulento, agresivo o de confrontación al desatarse en insultos, amenazas, señalamientos, acusaciones y menciones de traidores, vende patria, lacayos del imperialismo, «pitiyankees», contra las figuras más relevantes del empresariado, Iglesia Católica, periodistas, políticos, sindicalistas y medios de comunicación, entre otros. La polarización estaba en su nivel más alto.

Teníamos a un país dividido que había entrado hasta a nuestros propios hogares. En adelante la euforia popular del impacto del proceso revolucionario nacido con la acción del 4F, poco a poco iría a desvanecerse, no a desaparecer, con el transcurrir del tiempo, sin negar ni ser egoísta que políticas públicas dirigidas a dotar de mejores condiciones de vida fueron adelantadas en favor de la gente. A partir de esa fractura nacieron las misiones sociales y abrieron el chorro de dinero para amarrar y asegurar el respaldo político popular.

Sin embargo, paralelamente a mayor velocidad y perversidad, mañas, vicios, errores y actos de corrupción, criticados en el pasado hasta el cansancio, comenzarían a manifestarse. Asimismo, delirios de grandeza y de protagonismo internacional llevaron a Chávez Frías a despilfarrar los ingentes recursos públicos, dentro y fuera de Venezuela, provenientes de la renta petrolera. Era tanto el volumen de dinero que administró que hasta debajo de su colchón decía tener a manera de chiste. Por eso nunca fue una expresión o eslogan aquello de la existencia de una «chequera que camina por la América Latina».

Millones de dólares que hoy faltan para pagar mejores sueldos, salarios, pensiones, dotar hospitales, mejorar los servicios públicos, escuelas y universidades salieron para nunca regresar. Los venezolanos sabemos que en momentos de bonanza no ha dejado de haber chulos, aprovechadores y vividores en América Latina, el Caribe y el mundo. A gobiernos y figuras de países aduladores del líder de la revolución fueron a parar a manera de dádivas o de recompensa a la fidelidad, dinero y obras públicas carentes en el nuestro. De esa manera la insugencia del 4F aseguraba la indispensable lealtad a punta de billete.

Además, no olvidemos el desacierto que significaron las múltiples expropiaciones, invasiones, cierres e intervenciones de empresas en plena producción en cualquier área económica. Hoy sus efectos los sentimos en menos empleos y producción de bienes que nos recuerdan el mal camino tomado por el gobierno nacido a partir del efecto del 4F de 1992.

Lo cierto es que hoy muchos acreedores internacionales buscan recuperar su dinero de activos venezolanos en el exterior, ejemplo de ello Citgo, a punto que pueda perderse producto de aquellas expropiaciones sin sentido que a muchos les daba por aplaudir y gritar «así, así, así es que se gobierna». Hoy la huida de millones de hombres y mujeres, familias enteras, es el mejor ejemplo del costo social de esos errores.

Empresas grandes, medianas y pequeñas pasaron a ser cementerios donde reposan en el olvido inversión, esfuerzo y el trabajo de años. Esa política provocó la quiebra y el éxodo de grandes compañías y capitales nacionales y extranjeros que generaban empleo para muchos venezolanos que, paradójicamente, hoy continúan atravesando El Darién o están diseminados en cualquier lugar del mundo persiguiendo una mejor calidad de vida.

Que decir de la millonada de dólares perdidos o que pararon en los bolsillos de hábiles corruptos de cuello blanco por obras inconclusas, pagadas y no terminadas o nunca ejecutadas. También en la importación de bienes o compra de toneladas de alimentos. En el Zulia, una de ellas, el puente Nigale duerme el sueño de los justos, esperando sólo que en otro acto demagógico coloquen una tercera piedra a ver si arranca y culminan la obra. Los vicios, errores, corrupción e impunidad criticados en las arengas contra la democracia representativa y el Pacto de Punto Fijo, 32 años atrás, no sólo no desaparecieron, sino que crecieron y se multiplicaron.

En fin, demasiadas, inmensas y grandes han sido las contradicciones analizando el discurso insurgente del 4F de 1992 con el balance que hoy tenemos. El colmo de lo insólito significó la desviación de sus objetivos al quedar evidente la perversa capacidad de permitir la destrucción de PDVSA, –que nos alimentaba y ponía en marcha a todo un país donde el despilfarro, mal manejo, negocios oscuros, chanchullos y la galopante corrupción terminaron por torcer el pescuezo y matar a la única gallina de los huevos de oro que teníamos los venezolanos.

Nuestra industria matriz que cumplió 48 años este 1ero enero, está en terapia intensiva después de ser y calificar entre las primeras del mundo. Aún cuando a decir de quienes dirigen a PDVSA hoy «vive una recuperación integral». Es apenas, brevemente, la punta del iceberg de lo sucedido estos años. El 4F de 1992, después de tres décadas, ha quedado al desnudo de lo que quiso ser y no lo fue, es decir, que es oportuno expresar lo que nos recuerda la conseja popular de que del dicho al hecho ha habido mucho trecho.

¡Amanecerá y Veremos!.

 

 

 

Por José Aranguibel Carrasco/caricatura: Feyo