En estos tiempos difíciles de mucha incertidumbre, dificultades y limitaciones se nota en el corazón de los venezolanos mucho odio y resentimiento. Sobretodo prevalece la falta de solidaridad y sensibilidad hacia nuestros semejantes especialmente por los pobres, los niños que vive en las calles y los ancianos que sufren el abuso, los embates de la situación y de precariedad económica. Todo gira en torno a la violencia, al odio, al resentimiento y a la venganza. Se han perdido los valores como el respeto, la fraternidad y la solidaridad frente a las necesidades que los demás puedan tener.
Este tiempo de tanta adversidad la navidad se impone y es el momento que volvamos a reflexionar en nuestro interior y regresar al espacio donde podamos identificarnos y estar dispuestos a asumir el crecimiento integral en el que Dios nos ha colocado en la vida.
A pesar de todo esto que vivimos, desconocido muchas veces por nosotros, es oportuno recordar en estos tiempos de navidad que a pesar de nuestra condición inhumana y pecadora nuestro Dios asumió nuestra condición de hombres a veces tan contradictoria.
De todo esto, el nacimiento de Cristo Jesús nos recuerda como se identificó con los más pobres, en condición de fragilidad naciendo en un humilde pesebre, rodeado de animales y bajo la adoración de pastores que reconocieron la presencia de Dios vivo que vino anunciar la paz, el amor y la misericordia infinita a todos los hombres.
Es el momento de dejar la irracionalidad y volvamos al espacio que éramos dónde podamos identificar al otro que sufre y desarrollar un mejor crecimiento integral donde la dignidad de la persona humana sea respetada con todo su valor, viendo en el otro a uno mismo.
Ojalá en este tiempo de adviento y navidad sea para todos momentos de reflexión, penitencia y conversión.
Es bueno recordar las palabras de San Juan Pablo II: “Jesús nace para la humanidad que busca libertad y paz, nace para que todo hombre oprimido por el pecado y necesitado de salvación y sediento de esperanza”.
No permitamos que los acontecimientos nos alejen de tener un encuentro profundo con el Señor y recordemos lo que escribió el evangelista San Juan: “Él vino a los suyos y los suyos no lo recibieron”. Nosotros deseamos estar entre quienes lo reciben como hermano y compañero de camino.
Dios nos ama así como somos.
Por Ángel Montiel