«Por muy complicada y adversa que parezca la vida, siempre hay algo que puedes hacer. Donde hay vida, hay esperanza».
Stephen Hawking (+)
No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista suele decir la gente cuando en alguna conversación alguien toca lo bueno o malo que nos trajo a los venezolanos el 2023, —a la vuelta de la esquina listo a desaparecerse—, dejándonos, digamos, malos, malísimos y desagradables recuerdos de la tragedia a las que nos ha traído, 24 años después, la Revolución del Siglo XXI que obligó a cerca de ocho millones de personas a huir del país, cuya lectura aquí o en cualquier lugar del mundo, debe interpretarse que nada ha marchado bien, sino todo lo contrario, porque ninguna cantidad de seres humanos en esa proporción deja su tierra por gusto, placer, paseo o irse a hacer turismo.
Lo anterior es una verdad incuestionable, innegable e irrebatible que asimismo dibuja a lo interno lo que nos toca vivir el día a día a millones de hombres y mujeres de este país, que aún cuando la opción de tener que dejar nuestra tierra no nos ha tocado, igual tenemos desde muy temprano que enfrentar la realidad cada vez que amanece de aspirar a una mejor calidad de vida que nos secuestraron, desaparecieron y expropiaron con la falsa promesa que todo sería mejor.
Lo cierto, verdadero, es que terminaron engañando a todo el mundo. No es casual que 85.2 por ciento del país pida un cambio de gobierno. En especial muchos de quienes año tras año han sufragado y ratificado su confianza en dirigentes «revolucionarios» que hoy muchos son pudientes, millonarios y aburguesados, dentro y fuera del país, a partir de la llegada al poder en 1999, muy a pesar que el «ser rico es malo». En estos tiempos de Revolución cabe una frase atribuible al expresidente Carlos Andrés Pérez que dice que dos cosas nunca pueden ocultarse.
La tos y el enriquecimiento con dinero mal habido. Cierto como decir que PDVSA de ser la gallina de los huevos de oro, la quebró la corrupción «revolucionaria» que hoy hace que sea una empresa inauditable. Además por estos días ya podemos apostar fuertes a locha que en lo que queda del 2023, los venezolanos seguramente escuchemos desde Miraflores que el 2024 será un año mejor. Lo mismo que repiten cada año. Por eso el año que alista sus maletas estuvo lleno de frases huecas, cual cascarón vacío y de solo promesas que se ha llevado el viento.
El país sigue en caída libre en manteria económica que lo certifican, entre otras variables, sus indicadores del PIB, empleo, seguridad social, sueldos, salarios y pago de pensiones que forman una especie de péndulo que debe equilibrar el bienestar de la sociedad, cuando una nación disfruta de clara, segura y transparente sanidad económica. Lo dice no solo el impacto que lo siente el bolsillo de cada venezolano, sino agencias mundiales y organismos adscritos a la ONU, OEA, FAO, Unión Europea y ONG.
Lo que ha crecido como la mala hierba ha sido el engaño, demagogia, populismo, cortes eléctricos, colas de gasolina, sueldos de hambre, escasez de agua, hospitales desabastecidos, colegios en el piso, represión, desempleo, inhabilitaciones, abusos, malos servicios públicos, corrupción, pobreza extrema, hambre, miseria, desnutrición, presos políticos, migración, impunidad, cierre de medios, persecuciones, desconfianza en el CNE y una sarta de mentiras que nos ha tocado escuchar y llevar a cuesta. Expresada en la mala calidad de vida que nos afecta.
Afortunadamente, la alegría colectiva de un país es recuperada en determinados espacios de tiempo, cuando, por ejemplo, victorias deportivas de la selección nacional de fútbol, La Vinotinto u otro récord que impone Yulimar Rojas, además de otros deportistas, permiten algarabía, momentos felices y unidad entre la gente de cualquier posición social, independientemente, cual sea o no su preferencia o gustos políticos. Es una catarsis, un escape momentáneo y efímero en medio de tantos problemas y dificultades que sacuden el alma misma y la existencia del venezolano.
Otro suceso que marcó la vida cotidiana del venezolano en 2023 ha sido la escogencia de una candidatura única de la oposición para enfrentar el continuismo chavista en 2024. No le sirvió de nada al gobierno intentar dinamitar, destruir o evitar ese proceso del 22 de octubre. Ganó la favorita María Corina Machado. Su triunfo arrollador y limpio es parte del recorrido que aún no termina de concretarse para llegar a Miraflores. El oficialismo mantiene la estrategia de radicalizarse cada vez más, utilizando la «Ley» para sacarla del camino, pero camino es lo que falta hasta dentro de doce meses.
Otro tema que llamó la atención del país ha sido la fuerza que el gobierno le imprimió al acelerador para deslastrarse y disimular el fuerte golpe, remezón y temor que en sus filas originó lo sucedido el 22 de octubre con las Primarias opositoras. A tal punto que al siguiente día el CNE anunció el contenido de las cinco preguntas para el referéndum consultivo del 3D. Sin embargo como una torpeza no tapa otra si no que la expone, quedando delatada, la cómica en los resultados de esa consulta quiso imponer lo contrario a lo que los venezolanos vimos en las calles y centros de votación.
Una cifra que el desaparecido Hugo Chávez Frías no sacó en los mejores tiempos de la bonanza petrolera de Venezuela. Con razón alguien dijo que entre Cielo y Tierra no hay nada oculto o que tratar de tapar el Sol con un dedo no engaña ni a su gente. En resumen, lo sucedido en 2023 ha permitido un despertar y una valoración positiva que es a través de la ruta electoral, que la oposición unida, organizada y coherente es capaz de convertir una esperanza electoral en una verdad en el 2024. ¡Amanecerá y Veremos!
Por José Aranguibel Carrasco/Caricatura: Feyo