Hace casi 200 años, el Libertador Simón Bolívar recibió en su cumpleaños número 38 el mejor regalo de su sueño de independencia, autonomía y lucha antiimperialista: el triunfo de la flota Gran Colombiana al mando del Almirante costeño, José Prudencio Padilla, quien derrotaba en aguas del lago de Maracaibo lo que quedaba de la flota española y le daba libertad plena a Colombia La Grande. De allí que la Armada venezolana y la Armada de Nueva Granada celebren su día conjuntamente ante la extraordinaria hazaña y proeza de este héroe, hijo de afrodescendiente y de una indígena de la guajira colombo venezolana.
La historia patria, que incluye a las culturas indígenas precolombinas que poblaron nuestro territorio, es una historia que nos debe enorgullecer y que debemos conocer para afirmarnos como nación, para reconocernos en nuestra identidad y raíces, y para impulsarnos en la construcción de la patria soberana, de justicia y prosperidad.
Fue la audacia, el valor y el liderazgo de Padilla combinado con el ejército de tierra al mando de Manrique, lo que permitió esa gesta extraordinaria. Forzar la barra por sorpresa, colocarse en la costa oriental, en los Puertos de Altagracia y desplegar velas con el temprano viento del noreste para sorprender y atacar con toda la fuerza a la flota española, ubicada en la costa occidental, frente a Maracaibo, con las sabidas desavenencias entre el jefe de la armada española y Morales, el jefe de la guarnición realista.
La Batalla Naval del Lago puso fin a la dominación que el imperio ibérico ejerció sobre nuestro suelo durante más de tres siglos, en los cuales la población indígena fue diezmada y sometida con la violencia, junto a los africanos arrancados de sus propias tierras por los traficantes de esclavos. Este lago que nos une, que nos ha dado vida, que nos dibuja como cultura ribereña de la cuenca prodigiosa signada por el Relámpago del Catatumbo, es el escenario que nos recuerda que nuestra historia está llena de heroísmo, de trabajo, de sacrificio y generosidad.
Este triunfo de la flota colombiana, es uno de los capítulos que marcan nuestra historia, así como la disolución de la gran nación, producto del egoísmo de una oligarquía miope en Bogotá, Valencia y Caracas; un hecho trágico, significó después la muerte del Almirante José Prudencio Padilla acusado de ser parte de la conjura septembrina contra el libertador, estando preso en Bogotá por las desavenencias internas de aquellos días aciagos, que formaron parte de la dinámica y la confrontación de este proceso independentista de nuestras naciones.
Para los historiadores, los detalles de esta tragedia hablan de algunas desavenencias entre Padilla y Mariano Montilla, en los días de Cartagena, incluso por temas personales, competencia por el amor de una mujer, como algunos señalan. Bolívar escribió después palabras muy sentidas sobre lo que significó para su espíritu ese fusilamiento: “ya estoy arrepentido de la muerte de Piar y de Padilla… Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejaran los de la clase de Piar y de Padilla… Esto me desespera de modo que no sé qué hacerme”.
Este 24 de julio celebramos, 240 años del natalicio del Libertador y 200 años de la Batalla naval del lago, como el día de la unidad latinoamericana, el día de Colombia La Grande. Somos una unidad para proyectarnos al porvenir y solo unidos vamos a poder levantarnos, mantenernos y dar la mayor suma de estabilidad y felicidad a nuestros pueblos. Siempre con los ideales de patria, justicia, paz y libertad que enarboló Simón Bolívar.
Por Francisco Arias Cárdenas