Después que el presidente Hugo Chávez llegó al poder e inició la segunda independencia de Venezuela, estamos claros en que la gesta emancipadora que lideró el Libertador Simón Bolívar es la misma que casi 200 años después continuó el Comandante Eterno, y mantiene actualmente con toda hidalguía y gallardía el presidente de la paz, Nicolás Maduro Moros.
De un lado, tenemos a los mismos hombres de sangre patriota, que quieren hacer de Venezuela un país sin injerencias extranjeras, totalmente libre y soberano y, por otro, se encuentra la misma oligarquía intentando mantener su propiedad sobre la Patria en función de sus intereses personales.
Porque, esa oligarquía que se apropió de Venezuela, después que Bolívar la liberó de los españoles, es la misma que después se la entregó a los gringos y originó la batalla libertaria enmarcada dentro de la revolución bolivariana.
Sin restarle trascendencia a la Independencia del 5 de Julio, se debe admitir y así lo han expresado historiadores y estudiosos en la materia- que ese hecho histórico devino en un cambio de dueño de nuestra Patria, antes era propiedad de los españoles y después de una oligarquía apátrida que se concentró en sus propios beneficios y excluyó al pueblo, a los indígenas, a los esclavos.
De hecho, Bolívar se terminó desmarcando de esos traidores, consciente de que venían tiempos de hegemonía e indignante sumisión, y no se equivocó, y tampoco alcanzó a verlo, pero cuando el petróleo se convirtió en nuestra principal riqueza, la oligarquía de una vez se la entregó a los gringos, en tanto, los alrededores de las ciudades donde procesaban el importante hidrocarburo, se llenaban de barrios miserables, de hambre, de miseria.
Tal situación la llevaron a cabo en complicidad con los medios de comunicación social a su servicio, mostrando una belleza y felicidad para todos los venezolanos que no existía, y escondieron la pobreza que se fue levantando bajo esa supuesta riqueza que era cierta, pero que en realidad se quedaba en manos de la oligarquía y los norteamericanos que nos explotaban a su antojo.
Ante toda esa degradación económica y social, surgió “El Gigante Chávez”, y un grupo de oficiales aferrados al árbol de las tres raíces: Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez, dando inició a la batalla que todos actualmente conocemos por una nueva independencia.
Dijo al respecto el presidente Maduro cuando era canciller: “Con igual justicia, debemos reconocer el pensamiento, el ideario y la doctrina de los padres libertadores que guiaron la construcción de nuestra República”.
“Los principios y valores republicanos y democráticos, así como los de amistad y respeto en las relaciones con el resto de las naciones del mundo, están en el origen mismo del Estado venezolano. No fueron impuestos ni borrados por el fragor de la guerra. Al contrario, fueron recogidos desde la propia Acta de Independencia, reafirmados por el Libertador hasta su último aliento y retomados por el comandante Hugo Chávez. Y son los que rigen la política exterior de Venezuela”.
Ahora Maduro es el Presidente, y con la bandera de la revolución bolivariana y una diplomacia revolucionaria de paz, se encuentra al frente de esa contienda libertaria en contra de los norteamericanos, y esa misma oligarquía apátrida que, repito, es la misma de siempre y que, incluso, ha querido asesinarlo.
Por supuesto, en esta nueva época, las guerras son diferentes. En el caso de los halcones del imperio estadounidense, que han matado a tanta gente en el mundo y los muertos le han granjeado un odio tanto en el planeta como en su propio país, se vieron en la obligación de dar un golpe de timón en las aguas bélicas y guerreristas, para que el orbe nos los vea como lo que son: grandes genocidas.
Innovan constantemente, pulen estrategias, aplican y modernizan novedosos mecanismos de ataque que llegan al punto de tercerizar la guerra y no disparar un solo tiro, pero que igualmente causan muertos y graves daños en el mundo, de acuerdo con su conveniencia geopolítica.
Por fortuna, el pueblo de Venezuela, Cuba, Nicaragua y muchos otros, por no decir todos, los conocen de sobra, saben de su capacidad destructiva, de su capacidad de moverse en la sombra para destrozar sin dar la cara, con el firme objetivo de culpar a los demás como hacen en nuestra Patria.
En mi país mantienen un golpe de estado, nos aplicaron las brutales medidas coercitivas y unilaterales, y después que nos quitaron los alimentos, las medicinas, la gasolina, y nos bloquean financieramente, acusan a Maduro de dictador, de ineficiente, con la ayuda de sus medios de comunicación aliados con Voluntad Popular, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo, y la Acción Democrática de Ramos Allup,
Grupos violentos que en nuestro país fungen de partidos políticos, pero que sabemos son brazos ejecutores de ese criminal imperio.
Han fracasado en todos sus intentos golpistas, sin embargo, subestiman a los venezolanos dignos y guerreros, soslayan que por las venas les corre sangre bolivariana y chavista. Mi Patria siempre ha tenido gente virtuosa, hombres y mujeres honorables, dispuestos a darlo todo por el país. Por eso, en esta y en todas las fechas patrias, hay que destacar el protagonismo de nuestro aguerrido pueblo.
Augusto Mijares, intelectual e historiador venezolano, dijo en una de sus obras, que “En medio de aquel fervor independentista, destacaba la Sociedad Patriótica, la principal organización política de esa época, cuya influencia iba más allá del hecho de que varios de sus integrantes eran también diputados al Congreso”.
“La Sociedad Patriótica había llegado a ser un centro revolucionario, desde el cual se inflaba el ánimo popular. Abierta a todas las clases sociales, unía a esta innovación otra no menos audaz en la que también las mujeres de todos los rangos concurrían a presenciar sus debates, y no serían ellas de los espectadores menos exaltados cuando, al terminar las sesiones, los oradores unidos al pueblo se dispersaban en grupos por la ciudad, y llevaban hasta las silenciosas calles aledañas su alegría, sus discusiones y proyectos”.
Así que, por ahora, transitando el sendero trazado por Bolívar y Chávez, solo me resta decir que los verdaderos revolucionarios, los que sentimos la Patria en el corazón, debemos acompañar a Maduro en esta segunda independencia… Y como dijo el Padre Libertador: “Vacilar es perdernos”.
Por Gian Carlo Di Martino