sábado, noviembre 23

Mes del florecer

Mayo en todo el trópico de nuestra América es de colores, es de renacer muy rápido, violento y especialmente gratificante para nuestros sentidos. Especialmente a nuestros ojos.

La visión de los araguaneyes bordeando las carreteras a lo largo nuestra patria venezolana, es una maravilla que no tiene igual en nuestro planeta.

Aquí en México es muy vistosa la Jacaranda, sus flores hacen en muchas avenidas y parques una alfombra de color muy bella. Pero en lo nuestro es verdaderamente especial. Es particular, único. Un amarillo que deslumbra.

El primo del araguaney, el curarire, en la planicie del Lago de Maracaibo y se extiende a Lara y Falcón, con un floración al inicio de la primavera de amarillo deslumbrante. Parece que igual a la del árbol nacional.

Hay un sitio para observar esta belleza natural, especialmente hermoso: El Jardín Botánico de Maracaibo. Los zulianos se han ido acostumbrando en esta época del año a visitarlo.

Allí en el área central, compiten con los numerosos curarires florecidos, la belleza de las vetas verde y oro de los sibucaros. Tronco verde intenso con protuberancias de mil formas que nos llenan de sorpresa, de asombro con su magia de existencia. Cerca los cabimos, árboles de mil formas con su savia curativa y sus hojas brillantes.

Mayo, el mes de las madres, de María de Nazaret, de Lourdes, el de la Cruz de Mayo, el de las flores, es de vida que renace y nos admira, nos ayuda para agradecer a Dios, por permitirnos nacer en la tierra bendita de Venezuela, por permitirnos disfrutar de sus maravillas naturales.

Nuestra obligación es cuidar, proteger y garantizar que puedan nuestros nietos disfrutar como nosotros de esta creación especial del trópico venezolano.

Por: Francisco J. Arias Cárdenas / fariascardenas@gmail.com