martes, noviembre 5

Vuelve el fantasma de los controles

Este cronista pensaba que Maduro había aprendido la lección de los primeros tres años de su anterior gobierno cuando en Venezuela se inició la gran crisis de escasez y carestía de alimentos que ya asomaba las narices con Chávez y provocaron multitudinarias colas en los centros de compra.

La causa: un control de precios en numerosos productos y otros enseres de uso hogareño como: Aceite, granos, jugos de frutas, pasteurizados, azúcar, café, víveres varios, pollo, carne de res, compotas, carne de cerdo, leche, enjuagues para el cabello, quesos, pan, agua, mineral, pasta, cereales, jabón de baño, arroz, sorgo, suavizantes, enjuagues para la ropa, maíz, harina de maíz precocido, crema dental, pescados, champú para el cabello, desodorante, pañales para bebé y hasta el papel higiénico.

Encuestadoras de opinión pública, llegaron a ubicar, entonces, el desabastecimiento, en primer lugar, y la inflación, en segundo para desplazar a la inseguridad que hace de Venezuela el segundo país más violeto del mundo como los problemas que más preocupaban a los venezolanos. Obligaron a los supermercados y tiendas a colocar captahuellas para hacer más férreos los controles y racionar lo poco que había, llegando al punto que sólo se podía comprar un paquete de harina de maíz precocido por persona lo que obligaba a que familias enteras se metieran en esas interminables colas desde las primeras horas de la mañana o madrugada.

Hasta muertes por infarto, a causa del estrés se llegaron a registrar con personas adultas. Por apegarse a la ideología comunista, el régimen no quería, ni quiere, entender que la economía nació libre y no acepta controles y hasta el más humilde artesano deja de realizar su trabajo si le imponen vender a precios que significan pérdida.

Sencillamente, deja de producir y esconde lo que tenga para meterse en el mundo del mercado negro. Las leyes de la economía son naturales y contra ellas no se puede luchar como quiere hacerlo el régimen. Yo imito a un amigo que se despidió muy temprano que decía: yo ni sé leer, pero me escriben. Hace unos cuatro años, Maduro había girado el timón de la economía hacia el libre mercado, pero el andamiaje legal que sustenta gran parte de los controles sigue vigente.

Apenas comenzando diciembre, el gobierno vuelve a echar mano a medidas que habían sido olvidadas aún cuando seguían en vigencia para controlar precios de productos alimenticios y otros en número de 42. Lo más probable es que se repita la triste situación de desabastecimiento y con ello las odiosas colas que llegaron a registrar medios de comunicación de todo el mundo las cuales el régimen pretendía ocultar a punta de represión a periodistas.

Algo así como el gato que le echa tierra a sus deposiciones pero igual sale la fetidez. Lo peor es que la lista de precios ahora es en dólares, esa «vil» moneda gringa a la que habían prometido torcerle el pescuezo y finalmente los verdugos tuvieron que doblar la cerviz. Sin lugar a dudas que vendrá más devaluación del Bolívar y con ello más hiperinflación y más hambre y miseria para las grandes mayorías a quienes él gobierno pretende atender con unas bolsas q traen unos tristes paquetes de alimentos, generalmente de muy mala calidad. Maduro, no levanta cabeza.

La hiperinflación con su hambre y miseria, y el desastre generalizado de su gobierno lo tienen de espaldas a la opinión pública que lo rechaza en más de 70 por ciento y sólo una locura de la oposición lo salvará de ser sacado del poder a punta de votos democráticos. No creamos en cuentos chinos de las trampas, que si el CNE, porque esas especies las difunde el mismo régimen buscando que el pueblo no salga a votar. En diciembre del 2015, en una unidad casi perfecta, con «comadres» y todo en el CNE, el régimen recibió una derrota memorable al ganar la oposición con las dos terceras partes los Diputados a la AN. Hubieran sido más, pero no podía faltar una María Corina que lanzara candidatos fuera de la unidad para hacer perder unos Diputados en el Táchira.

Por Emiro Albornoz León