Samira Baissari, una migrante venezolana en Argentina, forma parte de la campaña #AcáSomos, la cual busca crear conciencia para construir una sociedad intercultural, integradora, que acoja y tienda una mano a los migrantes y refugiados en dicho país.
La iniciativa fue creada por la Agencia de la ONU para Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en el país suramericano. Entre esas miles de historias únicas se encuentra la de Baissari, una mecánica automotriz quien a sus 40 años debió “empezar de cero” en Argentina, dejando atrás todo lo que conocía, reseñó EFE.
Samira llegó sola al país en 2015, buscando una alternativa mejor a la compleja situación que vivía en Venezuela. Por cercanía, idioma y el recuerdo de unas gratas vacaciones, se estableció en la ciudad de Salta, en el noroeste argentino.
Aunque tenía una sólida experiencia profesional, imaginaba que no sería sencillo trabajar como mecánica, pero proyectaba invertir sus ahorros en el desarrollo de algún tipo de emprendimiento.
Sin embargo, esos anhelos se desmoronaron cuando en Buenos Aires le robaron todo lo que poseía. Hoy, siete años más tarde, rescata de esa experiencia lo positivo: “Siempre encontré en el camino gente que en su momento tenía que estar ahí y aunque sea me daba un plato de comida…siempre hubo alguien de buena fe”, asegura.
Samira recuerda que en aquel momento se dijo: «sé que no tengo nada, pero no me voy a morir de hambre, tengo muchas capacidades, yo sé que puedo hacer muchas cosas y las voy a hacer, lo que salga’”.
Así, durante tres años cuidó niños, cocinó y lavó autos, hasta que pudo reunir el dinero para regresar a Venezuela y traer a sus dos hijas, que hoy también viven en Argentina.
Con el ánimo renovado por la cercanía de su familia, Samira trabajó “de lunes a lunes, sin días libres” y ahorró para alcanzar su objetivo: comprar herramientas y montar su propio taller mecánico, una meta que conquistó en 2019.
Conocedora de los prejuicios sobre el ejercicio de una profesión, que aún hoy es irrisoriamente considerada “de hombres”, Samira actuó estratégicamente: convocó a tres mecánicos, migrantes como ella: “sabía que yo no podía ser la cara”, explica.
“Les dije: vamos a montar un taller entre todos. Yo puse el taller, mi nombre el monotributo y ellos se vinieron a trabajar conmigo”. Hoy cinco personas se desempeñan allí, entre ellos una joven mecánica proveniente de la vecina provincia de Jujuy.
Proyectos
Samira planea subvertir estereotipos y a la par generar empleo. Proyecta abrir un taller de mecánica ligera atendido solo por mujeres, con guardería y cafetería, y una escuela para las interesadas en las cuestiones básicas del funcionamiento del automóvil.
“En la unión está la fuerza y si nosotras no nos unimos o no nos buscamos para unirnos es más difícil. Está este nuevo proyecto, que me parece que está súper buenísimo y sé que hay muchas mujeres que quisieran hacerlo”, afirma.
Mientras tanto, comenta que cada día tienen más trabajo, “que es lo importante” y asegura que no piensa irse a otro lugar,.
“A menos que abra una sucursal y se unan otras mujeres en Brasil, en Chile, que inventemos algo”, añade.
“Yo amo Argentina, porque me enseñó muchas cosas, cada día me enseña, y por eso quiero hacer muchas cosas más. Sé que puedo, todavía tengo tiempo y todavía tengo el ánimo para hacerlas”, subraya entusiasmada.
Inclusión migrante
“Poder fomentar la empatía y la identificación con estas realidades” y “promover la integración de la comunidad local en su conjunto”, es lo que ambas agencias proponen desde la campaña, explica Analía Kim, coordinadora de Comunicaciones de Acnur.
La iniciativa “invita a celebrar las diferencias, a no borrarlas, sino a reconocerlas en lo que nos une, en lo positivo, y a celebrarnos todos en estas diferencias que nos encuentran”, agrega su colega Juan Pablo Schneider, oficial de Comunicaciones y Medios de OIM.
Con gran presencia en las redes, «#AcáSomos» promueve “espacios de encuentro positivos” al acercar las historias de vida de quienes por una u otra razón debieron dejar su país, cargados con anhelos, necesidades, tristezas, alegrías, temores, y hoy son parte de la comunidad local.
“Sin lugar a duda, en cuanto empezamos a conocer esas historias o esas trayectorias de vida empatizamos enseguida con sus necesidades, sus deseos, sus ganas, sus miedos también, sus motivaciones”, manifiesta Schneider.
Por Agencia