Hasta hace unos meses el glaciar Ritacuba Blanco, uno de los picos más altos de Colombia, estaba cubierto por un manto de nieve homogéneo. Pero el brutal fenómeno de El Niño lo resquebrajó, provocando gigantescas zanjas, inéditas señales de su agonía.
Desde noviembre, cuando la temperatura comenzó a subir en el país como consecuencia del evento climático, la capa blanca empezó a desaparecer a una velocidad que los expertos de la Sierra Nevada El Cocuy, en el extremo este del departamento de Bocayá, calificaron de alarmante.
En la parte más baja del Ritacuba Blanco, a unos 4.950 metros sobre el nivel del mar, aparecieron hendiduras de varios metros, constató la AFP en una visita reciente. La roca, que durante siglos se ocultaba bajo la nieve, quedó expuesta.
Autoridades culpan a El Niño, fenómeno natural causado por el calentamiento del océano Pacífico, que desde finales de 2023 golpea a Colombia. El país, uno de los más biodiversos del mundo, registró en marzo el mes más caluroso de su historia, con temperaturas de hasta 42,4° C en algunas zonas.
«El fenómeno de El Niño es quizás lo peor que le puede pasar a nuestros nevados o glaciares colombianos ya que hay ausencia de nubosidad y por lo tanto no precipita nieve en los glaciares, que es lo que necesitamos para que se mantengan«, explica Jorge Luis Ceballos, glaciólogo del estatal Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
El Ritacuba Blanco es el más quebrado de los picos nevados del país, en cuenta regresiva hacia la extinción. Mientras se deshiela gota a gota, los turistas lo visitan y posan para fotografías entre los altos muros de las grietas. De los 14 glaciares tropicales que existían en Colombia a comienzos del siglo XX sólo quedan seis.
«A finales del año pasado en este lugar las paredes medían seis metros aproximadamente» pero ahora «prácticamente no alcanza ni al metro, es bastante la cantidad de hielo» que se ha perdido en los últimos «seis meses«, cuenta preocupado Edwin Prada, un guía local.
Perecen
El Niño aceleró la desaparición de los glaciares de El Cocuy, un paraíso frío en el que nacen ríos y al que solo se llega tras una caminata de siete kilómetros en ascenso.
Esas montañas son hogar de cóndores y mamíferos como tapires y venados.
Según cifras de 2022, unos 12,8 km2 de ese territorio estaban entonces tapados de hielo y nieve, la extensión más pequeña desde que el Ideam monitorea los datos. En 2010 eran 16,5 km2 y en 2003 19,8 km2.
En los últimos meses «se derritió la nieve por ausencia de precipitaciones, quedó expuesto el hielo a la radiación solar y esto aceleró la fundición del hielo«, sostiene Ceballos, la principal autoridad del tema en Colombia.
«Observamos un cambio en los espesores de hielo entre 2 y 3 metros (…) eso para un glaciar colombiano es demasiado«, agrega.
En 2023 el planeta experimentó las temperaturas más altas desde que se tiene registro, según el Observatorio Europeo del Clima Copernicus (C3S). La ONU calcula que 2024 el mundo podría romper ese récord.
Los glaciares, fieles termómetros del calentamiento global, dan señales de alerta. En Asia, el continente más afectado por los calores extremos, los picos helados del Himalaya también perecen, amenazando la seguridad hídrica de la región, según la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Según informó el observatorio Copernicus este miércoles, El Niño está «debilitándose», permitiendo vislumbrar un posible respiro más tarde en el año, pero sin cambiar la tendencia fundamental de un calentamiento alimentado por el uso masivo de petróleo, carbón y gas fósil.
«Tristeza»
El Niño provocó en enero incendios que arrasaron una parte de los emblemáticos cerros de Bogotá. Ese mes, el fuego consumió más de 17.000 hectáreas de bosque en todo el país.
Algunas de las llamas llegaron hasta los páramos, ecosistemas frágiles únicos de países andinos cuyos frailejones (vegetales típicos) quedaron calcinados. Allí también se secaron pequeñas lagunas que suministran el agua a poblados.
En una decisión sin precedentes en este siglo, la capital colombiana decretó un racionamiento en el servicio del acueducto hace tres semanas ante el bajo nivel de sus embalses.
Humberto Estepa, habitante de Güicán, un poblado cercano al glaciar, se estremece cada vez que sube al Ritacuba Blanco.
El deshielo «no era tan notorio como ahora, este año ha sido demasiado el descongelamiento«, sostiene.
«Este año, cada vez que subo está peor, ya hay una grieta nueva, más descongelado (…) uno siente mucha nostalgia como habitante de acá«, lamenta.
Luisa Cepeda, una médica de 39 años, caminó junto a su hija adolescente para ver el ocaso del glaciar. «Quería conocerlo, no me lo quería perder antes de que se acabara (…) da tristeza ver cómo se está fracturado«, dice.
Por: Agencia