jueves, noviembre 21

¿Triunfalismo o confianza?

«El éxito no es el final, el fracaso no es la ruina, el coraje de continuar es lo que cuenta».
Winston Churchill

Todo exceso está comprobado que es malo, dañino. Eso lo saben en su área médicos, economistas, ambientalistas, nutricionistas, psicólogos o entrenadores por sólo decir algunos. En política, también existe y no es la excepción de la regla, cuando confrontamos a un adversario, sin que en ello tenga un peso definitivo su tamaño o poder.

Goliat, el filisteo lo fue en ambos casos cuando retó a David, nos dice la Bíblica, quien usando una piedra y una honda derrotó al poderoso soldado y cambió la historia del pueblo de Israel. Otro ejemplo, el de la fábula del griego Esopo, sobre la liebre y la tortuga deja claro que la confianza, más que el triunfalismo, son distintas por poseer un sentido interno y realista de las capacidades de cada quien.

Sin tratar de entrar a filosofar ni a discurrir este humilde análisis en algo que en su buena estrategia y conducción debe marcar la diferencia para ganar o perder una posibilidad de victoria en las elecciones del 28 de julio, creo pertinente considerar alguna preocupación, a lo mejor también presente en muchos hombres y mujeres de nuestro país.

También como venezolano soy deseoso de retomar el rumbo de un mejor país para no seguir, por ejemplo, despidiendo a familiares, amigos o conocidos que han preferido dejar su tierra, sus afectos, por sentirse extraños, sin futuro, en su propia nación. Tampoco a no seguir soportando cada vez más la ineficiencia de los servicios públicos que nos joroban la vida

Tenemos, diría, un momento histórico nunca visto al cabo de 25 años de dominio y de destrucción del país a cargo de un estilo de gobierno populista y embustero, que pretende un continuismo de seis años más. Eso depende no sólo del liderazgo político, sino de cada uno de quienes nos importa el futuro de esta gran nación donde nacimos o llegamos a integrarnos.

Pasa por entender que un triunfalismo desbocado y desmedido está comprobado en cualquier escenario mundial, cuando su razón y peso está apoyado en los espejismos del momento, ha llevado a la perdida de triunfos, victorias o al fracaso que, en nuestro caso, supone es lo que no queremos los venezolanos para salir de esta tragedia que nos tiene cansados y agotados. El bien de la familia, la sociedad y el país debe imperar.

En la actual campaña electoral que discurre en la preparación de cuadros políticos que estarán en las mesas cuidando cada voto, contactos persona a persona y el recorrido que realiza por el país la ganadora de las Primarias del 2023, María Corina Machado, está en buena parte un esfuerzo titánico e importantísimo para ganar.

Eso lo dice el 82,5 por ciento del pueblo venezolano que quiere un cambio. Es una verdad que preocupa y no deja conciliar el sueño en Miraflores. Sin embargo, no todo es soplar y hacer botellas. No hay un gobierno ciego, mocho o amarrado de manos. La maldad y los caminos cortos están a la vuelta de la esquina. Nunca olvidemos que, a ningún adversario, por grande o pequeño, debemos subestimarlo.

Sería mezquino, absurdo y una necedad no admitir o reconocer que el entusiasmo, alegría, pasión o emoción que despierta María Corina Machado en la gente está en las calles del país. Eso es cierto, pero también el que ella no es la candidata inscrita ante el CNE. Su inhabilitación existe, está allí cual Espada de Damocles.

El candidato es Edmundo González Urrutia, un venezolano ejemplar en su vida pública y privada, a quien la maldad desenfrenada del gobierno no podrá opacar o minimizar, calificándolo con adjetivos demoledores. Ya lo llaman el candidato del imperialismo norteamericano cual responsable, dirán, de los males que han aquejado a Venezuela estos últimos 25 años.

Lo preocupante, eso pienso, es que corren los días y percibo que el candidato de la tarjeta de la manito de la unidad, de UNT y MPV está, digamos, invisibilizado, ausente, escondido, oculto o desaparecido. La posible razón deja verse en la propia explicación de su edad o condiciones físicas elementales que hay que poseer para soportar una dura campaña electoral en la calle.

Sin embargo, en el excesivo protagonismo de María Corina Machado seguido de palabras, piezas publicitarias y frases de un discurso expectante de no darse por vencida, podría estarse cometiendo un grave error de estrategia que la enceguece, ¿consciente o no?, pero factible que cause un daño que termine en la confusión en cientos de miles de personas.

El llamado de alerta de Eduardo Fernández, a quien no podría acusarse de divisionista, tira piedras o alacrán tiene sentido responsable, cuando en su mensaje le pide a ella que entienda el momento y baje el protagonismo. ¿Eso es o no descartable? Seguramente quienes conocen de marketing político podrían tener una mejor respuesta. No obstante, creo que lo que está a la vista no necesita anteojos.

¿Qué pasaría si el día de elecciones el votante radicalizado, fanatizado o cegado busca en el tarjetón a María Corina Machado y no la encuentra? Creo que no deberíamos esperar ese día para saber la respuesta. La Plataforma Unitaria Democrática, PUD, donde converge la dirigencia que votó unánimemente por la candidatura de Edmundo González Urrutia debe salir del silencio y advertir ese peligro. Quedan algo menos de 90 días y las agujas del reloj siguen corriendo.

Este lunes, durante su presencia en un programa de la televisión nacional, Edmundo González Urrutia, consideró que «el triunfalismo en exceso es malo. Es negativo creer de antemano que tienes asegurada una victoria. No es sano para ninguna política. Tú tienes que bregar esa lucha política hasta el mismo día de las elecciones. ¿Tú te puedes quedar con que simplemente cuentas con el respaldo de boca de la gente, porque muchos de esos no son respaldos efectivos?

«Creo que hay que estar conscientes de que estamos ante una realidad difícil, compleja y que tenemos que sentar bien los pies en la tierra. Esto no es nada fácil. Esto no es una victoria que ya esté ganada. Aquí hay que fajarse de ahora en adelante hasta el último día de las elecciones. Hasta que la ley lo permita hacer campaña electoral hasta el último día de las elecciones del 28 de julio».

Considerando en las palabras de Edmundo González Urrutia cierta coincidencia con la preocupación que puede estar o existe en mucha gente, sea este un momento importante que quien (es) tenga (n) a tiempo corregir un error inexcusable lo haga. No decidir o quedarse en modo ciego, sordo o mudo sería lamentable. David derrotó a Goliat y la liebre no venció a la tortuga. Lo que suceda en Venezuela puede ser la diferencia entre ganar o perder ante un poderoso gigante que es derrotable. La actual es la oportunidad no vista en años. ¡Amanecerá y Veremos!

José Aranguibel Carrasco, CNP-5003 / Ilustración: Feyo