Ratzinger, un papa sin suvenires
Las leyes del libre mercado afectan hasta a las cuestiones más sacras y cientos de tiendas hacen el agosto al calor del Vaticano vendiendo recuerdos y minucias con cada evento pontificio. Sin embargo, la muerte de Benedicto XVI pasa sin pena ni gloria por sus estanterías. Es el papa sin suvenires.
Los turistas que vienen a Roma suelen husmear y cargar en estos puestos donde se acumulan todo tipo de baratijas con las efigies de los pontífices: rosarios de presuntos metales, plaquitas, imanes, postales, dedales, vasos y un sinfín de ocurrencias dirigidas a atiborrar el suculento mercado turístico de la capital italiana.
El predilecto sin duda es el santo Juan Pablo II, cuya imagen se imprime -en resoluciones más que cuestionables- en cualquier lado, al igual que Francisco, mientras que...