Los niños de Haití salvados de la violencia pandillera tienen un incierto futuro
Saltan a la cuerda, juegan dominó o hacen tareas manuales: más de 300 niños haitianos refugiados en la escuela Saint-Louis de Gonzague, tratan de olvidar, al menos por un tiempo, la violencia de las pandillas que los obligó a huir de casa.
Separados de sus padres, pasan el tiempo entre actividades organizadas descansando en colchones de espuma colocados sobre el suelo de concreto de la escuela situada en la capital, Puerto Príncipe.
"Están traumados, pero si comienzan a jugar fútbol, vuelven a ser niños", dice a la AFP la hermana Paesie, directora de la organización Kizoto, responsable de su alojamiento en la institución dirigida por sacerdotes católicos.
"Pero cuando comenzamos a hablar con ellos, nos damos cuenta de que han visto cosas terribles", admite la monja francesa que ha...