Gualberto Ibarreto: “No nos parecemos a nadie, pero nos parecemos al mundo”
A Gualberto Ibarreto se le escucha antes de verlo. No por estridencia, sino por peso. Su voz —barítono con salitre— parece extraída de las entrañas de la tierra oriental, como si el propio Caribe hubiese aprendido a cantar y usara su garganta como médium. Cuando entona un galerón, no canta: suda memoria.
Nació en El Pilar, un caserío del estado Sucre que podría pasar desapercibido si no fuera porque allí la música no se aprende en conservatorios sino en patios de tierra, con abuelos que tallan instrumentos a mano y abuelas que arrancan melodías a las cuerdas como quien exprime un mango maduro. De allí salió Gualberto: con la madera en la sangre, la música en el aliento, y el hambre de cantar al país como se le canta al amor primero.
Antes de los escenarios, estuvo la calle. Antes del...









