El capitalismo salvaje de los buenos revolucionarios
Antes del fallido y exitoso golpe de Estado de 1992, en las librerías del país los libros sobre marxismo y demás yerbas aromáticas de la izquierda latinoamericana parecían condenadas a la sección de remates y al melancólico recuerdo de algo utópico. Estábamos destinados a ser la Qatar del Sur y éramos los mayores fans de Mickey Mouse, el ratón del que muy pronto se le vencen los derechos de autor al imperio Disney. Entonces algo sucedió. Se dividió la visión del país entre la simpleza perceptiva de algo mejor y algo peor. Del buen salvaje al buen revolucionario. Un libro editado por Monte Ávila en 1976 y escrito por un Carlos Rangel acusado de reaccionario por el sarampión de la época se ha redimido, por lo menos ante mí, con el correr inexorable de estos tiempos de cambalache.
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