“Si quieres ganar un adepto para tu causa, convéncelo primero de que eres su amigo sincero”, Abraham Lincoln.
En la guerra como en la política dicen que todo es válido para ganar y lograr que un extremo se imponga al otro. En lo bélico, el mejor ejemplo actual es Vladimir Putin, verdadero carnicero moderno cegado por apropiarse de Ucrania. Eso sucede en Europa, pero en Venezuela en la dirigencia opositora encontramos a unos tirando piedras, mostrando los dientes, deshojando las margaritas y otros andan con una sonrisita a flor de labios en un camina que camina buscando el favor de la gente para aspirar a ser el abanderado a Miraflores en 2024.
Mientras eso pasa, poco a poco tendrá que terminar de disiparse cuando por fin será el día del proceso electoral de las primarias en 2023. Si es un hombre o mujer también sabremos a quien le tocará confrontar al que ya se sabe aspira a seguir atornillado en Miraflores. Por lo pronto la llamada Plataforma Democrática continúa armando ese nada fácil rompecabezas que tiene que ver con aprobar el reglamento electoral de las primarias, ir luego a designar la comisión nacional de primarias que prevé su integración por personas de prestigio, honorables y de sobrada credibilidad que no puedan ser señalados o cuestionados.
Ellos llevarán sobre sus hombros lo bueno o malo del proceso de elecciones en calidad de rectores. Es posible que a esos distinguidos venezolanos les corresponda tomar la decisión final con sus detalles de temas sobre la utilización y condiciones del apoyo técnico del CNE y la mejor manera de buscar soluciones para que los venezolanos en el exterior puedan votar. También admitir o no a dirigentes que proclaman ser “opositores”, aun cuando tengan un pesado lastre que los vincula con el oficialismo por ser beneficiarios de un mandato judicial que les otorgó las tarjetas de AD, VP, PJ y Copei que resultaron arrebatadas a sus legítimas autoridades.
Además, otra tarea de esos demócratas, aún sin saberse quiénes serán, les corresponderá dictaminar si es o no pertinente el uso de las máquinas de votación y otros temas no menos difíciles que en términos gastronómicos es una verdadera papa caliente. La atención está allí. Lo cierto es que es de carne y hueso ese 80 por ciento de venezolanos que las encuestas dicen que quieren un cambio y aunque llueva, truene o relampaguee están dispuestos a votar en 2024. Esa es la meta por más tropiezos que en el camino ponga el Gobierno nacional —sobradas son sus mañas, triquiñuelas y abusos de poder— cuando millones, dentro y fuera del país, aspiran al mejor de los desenlaces que permita por vía del sufragio terminar con esta pesadilla llamada, Revolución Bonita del Siglo XXI, que ha significado en términos catastróficos en más de dos dejadas el peor accidente político y humanitario de nuestra historia republicana.
Otra verdad, no menos preocupante, es que hay aspirantes opositores de ambos sexos que sufren de un síndrome maníaco depresivo permanente y ven fantasmas donde no los hay. Son fanáticos (as) en criticar, desprestigiar o cuestionar cuando las cosas se hacen o buscan hacerse bien. Si es lo contrario, es similar la andanada de críticas que le permiten al Gobierno tener a su aspirante solo en el ring en plena calistenia.
Ya en la acera opositora tenemos definidos a algunos contrincantes lanzados al ruedo, entre ellos, Carlos Prósperi, Nicmer Evans, Juan Guaidó, Delsa Solorzano, Antonio Ecarri, María Corina Machado, Leocenis García, César Pérez Vivas y Enrique Capriles Radonski.
En ellos —por ahora no hay anuncios de otros— está puesta la esperanza de los venezolanos. Cada uno expresa un discurso centrado en la unidad, pero olvidan a veces la responsabilidad que tienen, cuando pronuncian frases o palabras altisonantes.
Creen que con ello sumarán a su lado simpatías de un legítimo derecho electoral. Contrariamente, eso causa desánimo y le sirven en bandeja de plata a los enemigos de la unidad, la posibilidad de sembrar cizaña, brollos y mentiras. Además le proporcionan gasolina de alto octanaje al Gobierno y a los guerreros del teclado rojos rojitos y a “opositores” extremadamente radicalizados —cuando dicen que nadie sirve, todos son ladrones, corruptos— generando desaliento y desgano para que la gente vea que construir la unidad es inalcanzable, un imposible. Algo por demás falso.
De allí que los mismos aspirantes están llamados con su ejemplo a no atizar el camino de las primarias de 2023. Entre damas y caballeros debe privar un pacto de honor, respeto, seriedad, sinceridad, franqueza, consideración y no hacer de este proceso un show para ganar indulgencia con escapulario ajeno. Al Sol de hoy y a meses de celebrarse las primarias, un 40 por ciento de los venezolanos, —una cifra nada despreciable si no olvidamos que afuera están siete millones—, están dispuesto a expresarse y elegir a un candidato que represente la unidad total opositora.
En noviembre del 2021 en Barinas y Zulia la construcción de la unidad le dijo al país que fusionados y no dispersos es posible salvar a Venezuela. ¡Amanecerá y veremos!.
Por: José Aranguibel Carrasco / CNP: 5003