Roger García Ovalles les dijo a sus padres que no llamaría durante un mes.
Planeaba vender su teléfono antes de emprender el viaje por tierra desde Perú hacia Estados Unidos, para evitar que el aparato se convirtiera en un botín para los delincuentes que podrían cruzarse en su camino, reseñó BBC.
Para tranquilizar a sus padres, Roger aclaró que tomaría otras precauciones: viajaría con cinco personas y evitaría atravesar el Tapón del Darién, el intrincado bosque tropical que ocupa el este de Panamá e impone una barrera natural entre Centroamérica y Suramérica, sin servicios públicos ni caminos delimitados para orientarse.
Videos en redes sociales mostraban cuerpos de migrantes arrastrados por los ríos de aquella selva. Las mujeres hablaban de abusos, los hombres narraban asaltos de grupos armados.
Unas 250.000 personas cruzaron el Darién en 2022 en la ruta hacia Estados Unidos, el doble que el año anterior, reportó el gobierno panameño. Seis de cada diez eran venezolanos, como Roger.
Edgar García Bolívar, el padre de Roger, había visto las mismas historias en Facebook. Cuenta que le preguntó a su hijo cómo pretendía atravesar Centroamérica por tierra sin pasar por el Darién.
«En un bote que sale desde la isla de San Andrés y llega hasta Nicaragua«, recuerda Edgar que contestó Roger, quien emigró 5 años antes de Venezuela a Perú y trabajaba en la recepción de un hotel en Machu Picchu, la ciudadela inca que atrae a millones de turistas cada año a las cimas de los Andes peruanos.
Roger consiguió aquel empleo gracias a que hablaba inglés, una habilidad que suponía le ayudaría a probar suerte en Estados Unidos.
Aprendió el idioma cuando era adolescente, durante los dos años que vivió junto a su familia en Virginia, en el sureste de Estados Unidos, cuando la Fuerza Aérea venezolana destacó a su padre en la Junta Interamericana de Defensa, el brazo militar de la Organización de Estados Americanos.
Ahora Edgar tiene 70 años y es coronel retirado de la Fuerza Aérea venezolana. Fue piloto en operaciones de rescate en emergencias. Estaba entrenado para evaluar riesgos, y el que le esperaba a su hijo en aquel recorrido le parecía muy alto.
«¿Con quién vas? ¿Quién es tu coyote?», cuenta Edgar que preguntó a su hijo, quien solía ser reservado con sus planes. Había escuchado de «gente inescrupulosa» que cobraba por servir de guía a los migrantes, para luego dejarlos varados.
Roger no contestó. Tampoco precisó quiénes eran sus compañeros de viaje. Solo dijo que ya habían hecho los contactos en Colombia y todo estaba listo para el cruce. Dos de sus amigos también eran venezolanos.
Edgar lo invitó a repensar la estrategia, aunque estaba consciente de que Roger era el único responsable de sus decisiones. Ya era un hombre de 38 años.
Una vez que colgaron, Edgar miró la pantalla de su teléfono móvil para recordar la fecha de aquella conversación con su hijo: lunes 15 de agosto de 2022.
Alerta de búsqueda
El viernes 9 de septiembre, poco antes de que se cumpliera un mes del último contacto con Roger, su padre le envió un correo: «Hola ya tenemos 20 días sin saber de ti, porfa escribe para saber que estás bien. DTB (Dios te bendiga) y la Virgen te ampare».
Cuatro días después, volvió a escribirle: «No olvides comunicarte por esta vía en cualquier cyber para tranquilidad nuestra».
Cuando se cumplieron seis semanas sin tener noticias de Roger, dos más del plazo que él mismo había estipulado para comunicarse, sus padres y hermanos acordaron compartir un anuncio en sus cuentas de redes sociales con una foto tipo carnet y la imagen de la primera página de su pasaporte.
«Ayúdanos a encontrarlo», decía el aviso. «Se presume que está en tránsito de Colombia a México. Si lo ves por favor contactar a su familia».
Debajo aparecía el número de teléfono de la casa familiar en Maracay, una ciudad ubicada a más de 100 kilómetros de Caracas, en el norte de Venezuela. También el teléfono móvil y el correo electrónico de Edgar, quien asumió la gestión del contacto con las autoridades y con cualquiera que ofreciera información a través de las redes sociales.
En vista de que era imposible hacer llamadas internacionales desde Maracay por la débil conectividad de las operadoras, Edgar cuenta que llenó formularios digitales en las páginas de las cancillerías de Venezuela, Perú, Panamá y México para solicitar que emitieran alertas de búsqueda con los datos de Roger.
Asegura que ninguna cancillería respondió ni emitió alertas.
Dice que acudió a la Cruz Roja en Venezuela, donde lo entrevistaron y difundieron un aviso entre las estaciones que atienden a migrantes en Centroamérica.
Envió correos a las oficinas de Acnur en Lima, Ciudad de Panamá y Ciudad de México, pero no recibió respuesta. «Lamentamos no poderle asistir en conseguir la información que necesita», respondieron desde la oficina de Acnur en Guatemala.
Luiz Fernando Godinho, portavoz de la Oficina de las Américas de Acnur, le dijo a BBC Mundo que frente a una solicitud como la de Edgar, «la opción preferida de Acnur sería derivar a la familia a socios como el Comité Internacional de la Cruz Roja o la Sociedad de la Cruz Roja local, que están especializados en restablecer los vínculos familiares».
Godinho indicó que Acnur tiene «un acuerdo global de intercambio de datos» con la Cruz Roja, que permite «formalizar intercambios de datos personales, incluso con el fin de restablecer los vínculos familiares».
Edgar también se comunicó con las Brigadas Internacionales de Paz, las Águilas del Desierto y Capellanes del Desierto, grupos de búsqueda y rescate de migrantes que operan en la frontera entre México y Estados Unidos.
Desde Capellanes del Desierto le preguntaron si había acudido a las autoridades migratorias mexicanas. «No, porque se supone que (Roger) es un inmigrante ilegal que está de paso hacia USA», contestó por Facebook.
Un vocero de la organización respondió que si Roger tenía un pasaporte venezolano, podía solicitar un permiso humanitario aunque requeriría dinero para costear el trámite.
Sin embargo, advirtió que la situación era diferente si Roger viajaba en «La Bestia», el tren que cruza México de sur a norte para transportar mercancía, y que abordan cientos de migrantes diariamente de forma irregular para viajar más rápido hacia Estados Unidos.
En cualquier caso, dijo que si Roger había sido detenido por las autoridades mexicanas, debía existir algún registro suyo «o en las forenses o en hospitales».
Las pistas
Una persona contactó a Edgar por Facebook y dijo que muchos venezolanos acudían al albergue para migrantes Hermanos en el Camino, en la ciudad de Ixtepec, en el estado mexicano de Oaxaca.
Edgar acudió a la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas de Oaxaca, que emitió un boletín el 24 de noviembre de 2022 sobre Roger, desaparecido «en trayecto migratorio», y que fue publicado también por el estado de Coahuila, fronterizo con Estados Unidos.
Otra persona por Facebook dijo «creer» que Roger estaba en Guatemala. «Según escuché le robaron y por eso está incomunicado», decía el mensaje. «Está sobre la sexta avenida de la zona 1 pidiendo ayuda para continuar».
Un familiar de los García Ovalles que vivía en Ciudad de Guatemala recorrió la avenida y conversó con algunos de los venezolanos que estaban allí. Nadie conocía a Roger.
El Proyecto Migrantes Desaparecidos de la Organización Internacional para las Migraciones estima que hay al menos 7.515 migrantes desaparecidos en el continente americano desde 2014, la mayoría de ellos en la frontera entre México y Estados Unidos.
Edgar respiró profundo e intentó concentrarse. En la Fuerza Aérea lo habían entrenado para momentos como aquel. Aunque su hijo estuviera en riesgo, no podía perder la calma.
Entonces se dio cuenta de había algo raro en la foto.
Los rasgos de su hijo ya no eran como los que mostraba la imagen. Ese Roger tenía a lo sumo 25 años, no los 38 con los que abandonó Machu Picchu. Sin embargo, parecía tan real que Edgar no quería arriesgarse a cortar la comunicación con su interlocutor.
Antes de abrumar a su esposa con hipótesis que no podía comprobar, consultó su sospecha con un sobrino que trabajaba en redes sociales. Concluyeron que se trataba de un montaje hecho con una foto de su hijo que Edgar había publicado en su perfil de Facebook durante la búsqueda.
«Eso es un montaje, no creo en esa foto», cuenta que dijo al hombre. «Quiero una videollamada o preguntas de seguridad», añadió. El hombre «se puso violento» y Edgar lo bloqueó.
A partir de ese momento, ha aplicado la misma estrategia con los siguientes 14 «estafadores», como él los llama, que han tratado de sacarle dinero con información falsa sobre Roger después de ese primer intento.
«Ya estoy alerta. Cada vez que un extorsionador llama, hago preguntas incómodas y lo descubro», dice en una llamada telefónica desde Maracay. Cada día consulta las redes para ver si alguien lo contacta con información sobre su hijo.
Durante los siete meses y una semana que Roger lleva desaparecido, el silencio se instaló en la casa de sus padres en Maracay. No celebraron la Navidad ni el Año Nuevo. Prefieren no hablar del dolor que les ocasiona pensar que quizás no regrese.
Cuando suena el teléfono, Edgar y su esposa se sobresaltan. Esperan escuchar la voz de Roger al otro lado de la línea para avisarles que llegó a Estados Unidos, donde emprenderá una nueva vida.
Por Agencia