La joven primera ministra finlandesa Sanna Marin, que aspira a un segundo mandato en las elecciones legislativas del domingo, encarna una modernidad que destaca en el panorama internacional, pero que a veces molesta en su país.
Marin llegó al cargo en 2019, con 34 años, convirtiéndose en la primera ministra más joven del mundo.
Durante su mandato pasó de ser una figura casi desconocida del Partido Social Demócrata (SDP) finlandés a adquirir ahora, con 37 años, una gran notoriedad internacional.
La joven política ha sido elogiada por su firme discurso contra Rusia sobre la guerra en Ucrania y por su gestión tanto de la pandemia de COVID-19, como de la candidatura de Finlandia para ingresar a la OTAN.
Pero en un país que aprecia la discreción, también es conocida como «Sanna la fiesta», apodo ácido que le dieron los tabloides locales por haber ido a una discoteca pese a haber estado en contacto con una persona con covid, o por haber tenido que presentar una prueba de drogas después de que se la viera en un video bailando en una animada fiesta, detalla AFP.
«Soy un ser humano. A veces también aspiro a la alegría, a la luz y al placer en medio de estos oscuros nubarrones», declaró el verano pasado, con los ojos empañados, para intentar acallar la polémica atizada por diarios del mundo entero, pero que le valió también numerosas declaraciones de apoyo que denunciaron un trato sexista.
Pese a su popularidad, la victoria podría escapársele. Según las encuestas, sus rivales de derecha y de extrema derecha tienen una leve ventaja.
Nacida en una familia modesta, Marin creció cerca de Tampere «la roja», bastión industrial del país, del que más tarde sería alcaldesa.
«Mis padres se divorciaron debido a los problemas de alcohol de mi padre cuando era pequeña», contó en su blog. Fue criada por su madre y su compañera sentimental, «en una familia arcoíris -de ingresos modestos-, que vivía en una vivienda de propiedad municipal».
Controversias
Para financiar sus estudios, trabajó en un supermercado, algo que fue objeto de burlas.
Después de su llegada al poder, el diario Iltalehti celebró «el notable ascenso de una cajera hasta la cumbre de Finlandia».
Llegó a ser diputada a los 30 años y gracias a su talento en las discusiones y su elocuencia comenzó a despuntar un año más tarde.
Tras la victoria de los socialdemócratas en las legislativas de la primavera de 2019, fue nombrada ministra de Transportes.
Luego, tras la dimisión del primer ministro Antti Rinne, llegó a encabezar el gobierno, que destacó por su gabinete compuesto principalmente por jóvenes y mujeres.
Marin, que fue madre en 2017, ganó notoriedad durante la pandemia.
«Sus recomendaciones fueron muy claras y supo apaciguar a la población dando la impresión de que el gobierno controlaba la situación», recuerda Marko Junkkari, periodista político del diario Helsingin Sanomat.
Pero su mandato estuvo salpicado de controversias, desde los desayunos en la residencia oficial pagados por el contribuyente a los videos de sus fiestas.
«Sanna Marin es una figura que divide. Tiene partidarios como una estrella de rock, pero también hay mucha gente que no la soporta», afirma Junkkari.
El sondeo Tuomo Turja, del instituto Talustutkimus, indicó que jóvenes de otros partidos de izquierda podrían votar por ella.
El principal hito de su mandato fue liderar la candidatura de su país a la OTAN, junto con el presidente finlandés Sauli Niinistö, revirtiendo una política histórica de cautela hacia Rusia.
En caso de que sea derrotada el domingo, algunos proyectan que puede tener un futuro en instancias internacionales, ya sea en Bruselas o en otras instituciones.
Por: Agencias / Foto: Cortesía