«Cuando todo parece ir mal pasan cosas buenas que no habrían ocurrido si todo hubiera funcionado»
Juan Miguel Ávalos
¿Cuántos venezolanos hay en el exterior que decidieron huir de este infierno? Seis, cinco o más millones no se sabe con exactitud, pero lo que sí saben en cada hogar de esta sufrida, maltratada y golpeada patria de Simón Bolívar es el monto que semanal, quincenal o de fin de mes envía el familiar o el amigo que trabaja en cualquier rincón del mundo para sufragar los gastos de alimentación, medicamentos o cancelar la mensualidad escolar del hijo, nieto, sobrino o ahijado en una Venezuela que de rica pasó a pobre y la mayoría de sus ciudadanos —excepto los próceres del proceso y los favorecidos de la Revolución Bonita— han sido sometidos a vivir como parias de una misma clase social según la promesa de un «mejor vivir».
Si son muchos o pocos no es lo trascendente, pero los venezolanos que están afuera no la han tenido nada fácil para enviar las remesas por los efectos del Covid-19. A ellos y ellas las restricciones de cada país los afecta por igual en cuanto a condición migratoria, encierro obligado, pago de alquiler de vivienda o pensión, cancelar los muy caros pero seguros servicios públicos —agua, electricidad, gas, salud, guardería— o por conservar y no perder el trabajo para autosostenerse en tierras extrañas y garantizar el envío de la remesa de poquito en poquito de lo que ganan a su familia, vecino o amigo porque si es cierto que muchos tenemos en el exterior uno, dos o tres familiares y muchos amigos que ejercen la ingeniería, medicina, periodismo, odontología, veterinaria, abogacía o simplemente desempeñan sus conocimientos de electricista, plomero, jardinero, técnico en refrigeración, taxista, delibery o repartidor, limpieza de baños, vendedores, cocineros, buhoneros o cuidadores de niños y ancianos para ganarse legalmente el pan diario de cada día, también es verdad que muchísimos venezolanos que no han podido irse, — no por ganas sino por falta de recursos económicos —, quizá son miles y miles de familias las que no tienen esa posibilidad de recibir el resuelve que significa una remesa. Menos mal, «por ahora», desde el gobierno revolucionario de Venezuela no se ha creado algún mecanismo para ponerle la mano a las remesas. Estoy seguro, más que convencido, que ganas son las que sobran y le apetecerá a algún burócrata revolucionario de proveer de dólares, euros, pesos o el equivalente a otras monedas del mundo para seguir alimentando el saco roto de la burocracia o la entrega de bonos con nombres rimbombantes que significan pan para hoy y hambre para mañana.
Gústele o no a la Revolución del Siglo XXI lo verdadero es que excepto en el año 2020 cuando nació la pandemia en China, que corrió como pólvora infectando a todo el globo terráqueo, el ingreso por remesas a nuestro país en años anteriores superó lo que entró por divisas petroleras cuando a la gallina de los huevos de oro —léase PDVSA—aplicando el eslogan de «Hecho en Socialismo» le torcieron el pescuezo y el sancocho se lo comió la corrupción que fracturó y llevó a la quiebra a la que dejó de ser nuestra principal industria nacional. Hoy algunos de esos chefs, cocineros y comensales están bajo tierra, otros entre rejas o huyendo y unos cuantos disfrutando alrededor del mundo de riquezas mal habidas que hoy pagamos los venezolanos con hambre, miseria y un país destruido. Sin embargo, el festín en torno a la gallina de los huevos de oro según nos enteramos a cada momento no tiene término de concluir, a decir de los reportes que de tiempo en tiempo revela el Ministerio Público con el destape de negociados y guisos con la gasolina y el gasoil que cientos de trasnochados venezolanos, contrariamente, deben conseguir en indignantes colas de días enteros gracias a la casi pulverizada industria petrolera.
Así como el oxígeno que respiramos es esencial para la vida, las remesas son para los hogares venezolanos de estos tiempos de «Revolución Bonita» irreplazables en un país cada vez más dolarizado. A pesar de que en 2020 el envío de remesas descendió a cerca de mil millones de dólares, en 2021 al atenuarse el impacto del Covid-19 en la economía global, deberían elevarse hasta un mínimo de mil 500 millones de dólares. Eso esperamos que camine en esa dirección, según las proyecciones de conocedores del tema económico, que coinciden en que el consumo privado es clave en este momento y que las remesas son vitales para sostenerlo. Datos revelan que las remesas desde EE UU a Venezuela en 2020 fueron de casi 890 millones de dólares que duplicó el monto proveniente de Chile como segundo país con mayor monto en dólares en remesas. De hecho el paquete de estímulos impulsado por el presidente, Joe Biden, podría contribuir a mejorar la economía del continente latinoamericano. Sin embargo, la economía venezolana en 2021 tiene un pronóstico reservado. Los informes de firmas reconocidas estiman retrocesos de hasta un 5 por ciento aun cuando otras creen que podría haber un repunte tras la caída del 30 por ciento
en 2020 acentuada por la pandemia. El flujo de remesas a Venezuela es ahora una importante materia prima y la segunda fuente más importante de ganancias después del petróleo. Representan de acuerdo con Ecoanalítica, entre un 4 y 5 por ciento del PIB de Venezuela. Los flujos de remesas llegan a más de 2 millones de hogares receptores, es decir, a más del 35 por ciento de los hogares del país.
Según Efraín Velásquez, presidente del Consejo Nacional de Economía y director de AGPV, en 2021 el nivel de actividad económica «lo va a determinar el consumo privado. Y las remesas, junto a las transferencias del gobierno, van a sostenerlo». El 70 por ciento de los más de 400 mil migrantes venezolanos que viven en Estados Unidos envía entre 20 y 25 por ciento de sus ingresos a Venezuela, a pesar de las restricciones y controles presentes en ese país, según reporte del Diálogo Interamericano de Desarrollo. Más allá del dolor por la separación, la diáspora de venezolanos tiene consecuencias positivas para los que se quedan. «Estamos aplicando el método de supervivencia. Nosotros salimos con la idea de lanzar el salvavidas a nuestras familias» dijo una venezolana que salió con su esposo y su hijo y dejó a sus padres en Caracas.
Esa es la decisión que cada vez más venezolanos toman para escapar de la crisis y la hiperinflación y ser, desde lejos, el sustento de las familias que quedan atrás. Hasta hace pocos años uno de los problemas de Venezuela era la salida de capitales. Ahora, empieza a convertirse en un país receptor de remesas desde Estados Unidos, Francia, España, Portugal, Inglaterra, Panamá, México, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Brasil y Argentina. Pese a que aún está muy por debajo de países que tradicionalmente reciben remesas como El Salvador, Honduras o México, la tendencia es creciente.
«En este proceso agresivo de emigración, el concepto de remesa empieza a ser relevante», dijo en su momento a BBC Mundo el economista Asdrúbal Oliveros, director de la firma de asesoría económica Ecoanalítica.
Por: José Aranguibel Carrasco