Las historias de la vida, las diarias, parece que se entrecruzan muchas veces con eventos trascendentes. Por eso vale la pena el recuerdo de personas y de eventos que nos topamos en la sencillez del día a día, posiblemente allí, en el recuerdo, encontremos razones, causas, origen de situaciones y procesos presentes.
Quiero hacer un recuerdo en estas líneas de una persona, de un amigo humano, con quién hace unas décadas se relacionó mi espíritu de juventud. Conocí a Ramón Guillermo Santeliz en el Grupo de Artillería Miguel Antonio Vázquez de San Cristóbal en el año 1976. Yo era un joven subteniente, él era el segundo comandante del grupo. Hacia una buena yunta con un comandante muy bueno, otra persona del más grato recuerdo, Ramón Andrés Cuervo Romero. Ambos orgullosos del arma de Artillería.
Ramón Guillermo, compañero de promoción de otros oficiales brillantes, críticos y constructivos. Muy eficientes en sus tareas militares. Audaz los dos primeros comandantes de unidad, claros en sus desempeños. Preocupados por la operatividad, por el mantenimiento, por el apresto operacional. Pero al mismo tiempo alegres y conscientes del dicho repetido de que «el artillero trabaja y se divierte».
Recuerdo imborrable la Peña Taurina «Los Artilleros». Las novilladas con los oficiales como «matadores». Apenas el tiempo para atender la plaza de toros, ni siquiera ver las corridas que luego rechazamos por inhumanas y maltrato al animal.
Como no recordar el viaje a Bucaramanga para invitar los compañeros militares neogranadinos para compartir en deportes y en fiestas, mientras los políticos de entonces planeaban peleas y guerras. Cuervo Romero y Santeliz Ruiz, un verdadero ejemplo de trabajo alegre y productivo de nuestra juventud.
Luego la relación más cercana con Ramón Guillermo, el amigo. El consejero de alimentación sin consumo de toxinas, de manejo de la energía, de los maestros que trataban de levantar el espíritu y lograr la armonía. Y su cercanía en la política. Su apoyo constante y callado, con el consejo oportuno siempre a nuestra locura de cambiar las cosas de nuestro país para bien de todos.
Contarle de nuestro movimiento. Contactarlo con Hugo, el hermano de sueños y motor de esa vorágine que nos arrastró por años de existencia. Y finalmente el 4F. Su captación del momento. Acercarse y dar el apoyo necesario al compañero para levantar su espíritu. Decirle lo que está pasando en el país. Decirle de la necesidad de parar los combates de aquella mañana y sembrar la esperanza. Para conversar. Para encauzar bien aquella energía que con la inteligencia y la capacidad del espíritu de Chávez, se engrana de manera perfecto con el pueblo en el «por ahora».
Alma noble y buena la de Ramón Guillermo. De seguro está en paz, la que busco en la vida con su inquietud permanente, con su realismo y su espiritualidad. Armónico con el gran todo del que se supo y ejerció como parte constructiva, sencilla y simple para ser ejemplo de bien.
Paz a su alma noble y buena.
Por Francisco Arias Cárdenas