martes, noviembre 5

Quitarse un tatuaje puede implicar un mayor riesgo para la salud que mantenerlo

Es por todos conocidos que los posibles riesgos para la salud de los tatuajes aún son desconocidos; se sabe “sorprendentemente poco”, según la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC). Esto se debe a que la popularización masiva de los tatuajes es una moda relativamente reciente, por lo que todavía no hay grandes estudios poblacionales a largo plazo, que ahora están comenzando.

Es más, hay ciertos obstáculos a la investigación que dificultan el avance del conocimiento; por ejemplo, en Alemania la normativa ética de experimentación con animales prohíbe ensayar las tintas en este tipo de estudios porque el tatuado es una opción voluntaria, y por lo tanto no se cumplen los requisitos para el estudio de la acción de otros compuestos como los fármacos.

Los motivos para la preocupación nacen de informes de casos y estudios en grupos pequeños que han encontrado una cierta asociación (importante, sin demostración de causalidad) entre tatuajes y cáncer o enfermedades del sistema inmune.

Sobre todo antes de la nueva regulación europea de 2022-23 (y aún hoy en los lugares donde no hay legislación estricta, como EEUU), las tintas contenían numerosos compuestos cancerígenos.

Entre lo poco que se sabe con certeza está que parte de la tinta se disemina por el organismo, por lo que, según la IARC, “los potenciales efectos sistémicos de los tatuajes no se limitan a la dermis, sino que podrían incluir también varios tipos de linfoma, así como cánceres de riñón, vejiga e hígado”.

El problema es que, dado que se habla poco o nada de esto, probablemente la gran mayoría de quienes se tatúan nunca han oído hablar de los posibles riesgos, y lo hacen en la creencia de que es totalmente seguro porque todos lo hacen.

Y aunque no se trata de intentar disuadir a quienes realmente deseen tatuarse, dado que el riesgo real aún es desconocido y probablemente será bajo, sería muy necesario que esta información fuera más divulgada para que las personas más sensibilizadas con cualquier tipo de riesgo a la salud no caigan en uno que podrían haber evitado.

Porque, una vez hecho, ya no hay vuelta atrás. Puede haber buenas razones personales para quitarse un tatuaje. Pero si alguien piensa en hacerlo para evitar un riesgo para la salud que desconocía cuando se tatuó, debe saber que de este modo no lo evitará. Es más, en este caso el remedio sí puede ser peor que la enfermedad.

Láser y luz solar

Como explicábamos anteriormente, algunos de los pigmentos utilizados en las tintas de tatuajes son los llamados azoderivados. Estos compuestos se degradan parcialmente por acción de la luz ultravioleta (UV), lo que produce ese difuminado y atenuación de los colores con el tiempo en los tatuajes que se llevan en zonas expuestas a la luz solar. El problema es que la degradación de los azoderivados por la luz UV produce compuestos reconocidos como cancerígenos.

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Cuando se elimina un tatuaje con láser, ocurre básicamente lo mismo. La luz y el calor del láser no volatilizan la tinta, sino que la degradan en compuestos más pequeños. Algunos se eliminan en la epidermis durante la cicatrización, y otros se transportan al interior y se diseminan por el organismo, siendo típicamente captados por las células del sistema inmune que los llevan a los ganglios linfáticos.

Así, los estudios han encontrado que la irradiación por láser de diversos pigmentos utilizados en las tintas produce compuestos carcinogénicos capaces de alterar el ADN en células de piel humana. Los autores de uno de estos estudios, del Instituto Federal Alemán de Evaluación de Riesgos (BfR), escribían: “Elevamos la preocupación sobre la liberación de carcinógenos genotóxicos de acción local y sistémica por la eliminación con láser de tatuajes con pigmentos orgánicos”.

Experimentos con animales han descubierto (en países donde sí están permitidos) que la degradación de ciertos pigmentos por láser produce compuestos tóxicos para el hígado y mutagénicos, genotóxicos para los linfocitos, nefrotóxicos en ratas y que provocan cáncer de riñón en ratas y de hígado en ratones.

Como ocurre con todo lo relativo a los riesgos de los tatuajes, se ignora si estos experimentos en animales pueden tener relevancia clínica en humanos. En palabras del químico John Swierk, director de un estudio de 2022 que encontró pigmentos azo en la mitad de las tintas analizadas en EEUU: “Tenemos la misma preocupación del riesgo de cáncer respecto a la eliminación por láser, ya que no entendemos cómo el láser está transformando los pigmentos”.

En suma, la decisión de quitarse un tatuaje es tan personal como la de hacérselo, pero en cualquier caso conviene informarse. Como mínimo, es aconsejable seguir las recomendaciones de la IARC: proteger los tatuajes de la luz solar, y por lo tanto elegir preferiblemente zonas del cuerpo que normalmente no estén expuestas al exterior; y tener en cuenta que “la manera más segura de evitar la eliminación de un tatuaje es simplemente no hacérselo”.

Según un lema muy repetido por las autoridades sanitarias de varios países, “think before you ink” (Piensa antes de entintar).

Por: Agencia