La metáfora se ha convertido en literal. El exvicepresidente Pablo Iglesias se ha cortado la cola, en sentido figurado y en sentido material. Su salida de la política institucional y orgánica ha venido acompañada de un ritual casi ancestral que pone fin a todo un símbolo de la política española. Su recuperación de su actividad como docente y su posible regreso a medio plazo al periodismo crítico, anunciados en entrevista con La Vanguardia el pasado mes, ha supuesto también un cambio de imagen.
Dada la minuciosidad con la que Iglesias, a pesar de la premura de los acontecimientos, había planificado el cierre de su carrera política, su salida del Gobierno de coalición y su dimisión tras constatar la derrota de las izquierdas en Madrid, inscrita en un relato preciso, el cambio de imagen y la renuncia a una cola de caballo que lucía desde la adolescencia, tiene también un sentido narrativo y simbólico perfectamente consciente.
El asunto de look de Iglesias e incluso la conveniencia de que se cortase el cabello ya fue un discutido, dentro y fuera de Podemos, inmediatamente después de las elecciones europeas de 2014 y antes de concurrir a las generales de 2015, pero Iglesias prefirió entonces mantener su emblemática imagen. La cuestión volvió a suscitarse con ocasión de su entrada en el Gobierno de coalición en calidad de vicepresidente segundo, pero tampoco entonces el debate prosperó.
El pasado año, Iglesias comentó a la gente más próxima su deseo de cortarse la cola de caballo, por comodidad, pero al final y ante las resistencias de sus colaboradores más cercanos, que seguían viendo en ella un símbolo de la irrupción de Podemos en la política, optó por una decisión de compromiso: cambiar la cola por un recogido.
Su salida de la política era pues la ocasión perfecta para renunciar a un peinado que se había convertido en un símbolo tanto para sus votantes como para sus adversarios políticos y sus detractores, que han hecho durante estos años todo tipo de caricaturas y denuestos basados en su físico.
La ritualización del corte de pelo, como símbolo del paso a una etapa distinta es una constante en la narrativa, desde la melena que da fuerza a Sansón, en la tradición hebrea, hasta el corte de pelo de los toreros. Y por supuesto tiene su reflejo en la narrativa de ficción de la que Iglesias es un exhaustivo conocedor. Así, los aprendices de jedi en Star Wars, conocidos con el apelativo de padawan, llevan una cola que no pueden cortarse hasta que completan su formación y acceden al escalafón de caballeros jedi.
En este caso, se trata de un gesto simbólico que subraya su decisión de dar por finalizada su etapa en la vida pública y en la primera línea de la política española.