Las olas de calor serán más frecuentes, intensas y mortales en el futuro debido al cambio climático, e incluso podrían «exceder los límites humanos, psicológicos y sociales» en regiones como el Sahel, el Cuerno de África o el sur de Asia, advierte hoy un informe de la ONU y de la Cruz Roja.
El estudio de la Oficina de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas y de la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR) alerta que las numerosas canículas vividas este año en Europa, Asia Meridional, Australia, el Norte de África, Estados Unidos y China son sólo un aviso de lo que está por venir.
«Los eventos meteorológicos extremos, tales como olas de calor e inundaciones, están golpeando a los más vulnerables, y es especialmente notorio en países con hambre, conflicto y pobreza», subrayó en la presentación del informe el coordinador humanitario de la ONU, Martin Griffiths.
«Para evitar los impactos más devastadores, debemos invertir de forma igualitaria en adaptación y mitigación, particularmente en los países en mayor riesgo», agregó el secretario general de FICR, Jagan Chapagain.
El estudio advierte que al ritmo actual, a finales de siglo las olas de calor pueden causar tantas muertes como el cáncer o las enfermedades infecciosas, especialmente en los países menos desarrollados.
Olas de calor recientes ya han tenido efectos muy letales, como la que causó 70 mil muertos en Europa en 2003 o la que en Rusia provocó 55 mil fallecimientos en 2010.
«El sistema humanitario no está adecuadamente preparado para estas olas, tiene una financiación insuficiente», señaló Griffiths, quien puso como ejemplo la urgente necesidad de aumentar la ayuda a Somalia, amenazada en algunas de sus regiones por la hambruna.
Para Chapagain, las olas de calor «ya afectan prácticamente a todas las regiones«, aunque es especialmente palpable en África o Latinoamérica, donde «pueden causar más hambre, enfermedades y conflicto» si la comunidad internacional no reacciona.
El informe propone para ello distintas soluciones, que pasan principalmente por crear mecanismos de alerta temprana de canículas o apoyar programas preventivos por parte de los actores locales que responden primero a las emergencias.
También indica que muchas organizaciones humanitarias como Cruz Roja ya están aplicando soluciones cotidianas que pueden ser útiles, como sistemas de aislamiento térmico natural de viviendas o ajustes de los horarios escolares.
Los niños, junto a las personas mayores, las mujeres embarazadas y las lactantes son los colectivos más vulnerables a enfermedades o fallecimientos ligados a las olas de calor.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), 820 millones de niños están en alto riesgo de verse expuestos a olas de calor.
Por: Agencia