domingo, diciembre 22

Nosotros los maracuchos

Hoy tengo ganas de escribir un artículo muy regionalista. Yo soy algo así como un prostituto urbano. Me he enamorado de todas las ciudades donde he vivido y hasta donde he ido de turista a lo largo de mi vida, pero básicamente cuando me preguntan sobre mi gentilicio, suelo decir que soy un marabino, un maracaibero o más bien, un maracucho de Falcón.

Aunque no soy precisamente de los que siente un nudo en la garganta cuando cruza el puente sobre el lago, ni soy de los que coincide con el poeta Rafael María Baralt en su poema Adiós a la patria, en aquello de “La tierra del sol amada”. ¿Quién va a querer ese solazo para domesticar a los locos poeta? Ni hablar de los balancines y torres petroleras fantasmas cuyo epílogo siempre nos recuerda Ricardo Aguirre en La grey Zuliano con aquello de “acabaron con la plata y se echaron a reír”.

Probablemente merecemos unos cuantos rubros del libro de records Guinnes como la ciudad con mayores cortes eléctricos del mundo, la de las colas de gasolinas, las de tuberías sin agua, o de más infartados por el calor o La afinidad gastronómica íntimamente ligada al colesterol. Si supieran lo mal que le queda a los buchiplumas (los que prometen y no cumplen o se las echan y se lo creen), imitar el habla maracucha, entre otros, antes, especialmente al padre etéreo involucionario y luego a su heredero para caer en gracia.

Cómo decía ese hombre mítico de la radio zuliana. Hay cosas que por sabidas se callan y que por calladas se olvidan.

A un maracucho puedes odiarlo o amarlo en un instante. Adonde llegue está obligado a llevar un chiste.

Nadie en la tierra ha podido conjugar la palabra verga y utilizarla en todos los aspectos de la vida con significados tan diferentes.

Si los encuentras maldiciendo se entre sí, probablemente estás presenciando la muestra más entrañable de amistad.

Ni el COVID-19 es más contagioso que una gaita en sus temáticas de protesta, contagioso, de amor, religiosas y jocosas.Un gentilicio que además ha declarado hijo ilustre al vallenato. Y por supuesto el misterio de que a estas alturas nadie sabe cuál es el género musical de Guaco.

Nadie puede superar tanta imaginación para poner sobrenombres e inventar dichos. Una vez le escuché al maracucho más chistoso que he conocido decirle a la esposa de un compadre. “Vergación. Que le viste a este hombre que es más feo que un Dodge Darte por debajo”. Desde entonces no puedo imaginarme nada más feo.

A decir verdad el término maracucho siempre me ha sonado como un gentilicio despectivo, quizás como el bautizo del país, cuando Américo Vespucio vio los palafitos sobre las aguas de nuestros indígenas y los comparó con Venecia. Ese olor a sequía que en Sobre la misma tierra de
Rómulo Gallegos, traslada a las familias de la Goajira a fundar las extensas barriadas alrededor del área urbana de Maracaibo con la irrupción de la riqueza petrolera.

Hoy la institucionalización de la pelazón de bola ha llevado a los maracuchos a habitar en cualquier rincón del mundo. Seguro que odian tanto la nieve como el sol de un mediodía en Maracaibo.

Llegué un día a Maracaibo a estudiar periodismo, mi hija nació aquí y he desarrollado una extraña relación con esta ciudad. A veces masoquista, otras, de orgullo, a veces de tristezas. Cómo el amigo con el que se comparte las vainas buenas y malas de la vida. Hacernos parte de una ciudad es mucho de todo lo que nos pasa, porque en todo este tiempo puedo hacer un balance sobre lo aprendido de una ciudad que está celebrando sus 493 años de existencia.

Maracaibo no es ninguna burbuja. Aquí nunca me han insultado con tanto cariño. A estas alturas no creo que me haga llorar una gaita. Nunca tendré la gracia de echar un chiste que he visto de sobra por aquí. Nunca podrás tener un mejor amigo o un peor enemigo que un maracucho. Nunca trates de burlarte de un maracucho exagerando su metalenguaje. Siempre te saldrá una morisqueta.

Lo cierto es que yo no ofrecería el reino como el Rey de Inglaterra Ricardo III en una batalla, rodeado por tropas enemigas. Mejor diría:

Mi reino por una mandocas.

Pa’ que sepais.

Feliz cumpleaños Mi Maracaibo querido.

Por: Amos Smith