Son las 10.00 de la mañana y Johan Ortiz, migrante venezolano, ya lleva un par de horas trabajando. Su celular suena y le sugiere domicilios por tres, cinco, cuatro dólares. En una motocicleta, sube y baja las calles de la capital de Estados Unidos recogiendo comida y entregándola en casas, oficinas.
En un día como este, tras entregar un pedido, unos hombres le empezaron a gritar, llamándole delincuente: «Los venezolanos son todos ladrones».
Durante un año electoral en el que la retórica xenofóbica del expresidente y candidato republicano Donald Trump ha acaparado parte del discurso, migrantes y líderes comunitarios en Washington aseguran a EFE sentir un ambiente de «discriminación».
Ortiz llegó a la capital desde Venezuela en 2023 y en este tiempo señala haber tenido encuentros con personas que lo han querido «humillar por ser venezolano».
Esas experiencias, cuenta, le han llegado incluso a cuestionar sus planes de futuro: dejó dos hijos en Venezuela -a quienes apoya económicamente- y espera que vayan también a EEUU para reunirse como familia, detalla EFE.
«Mi temor es ese, traer a mis hijos para acá y que tengan que enfrentarse al rechazo de las personas», recalca Ortiz, que complementa sus ingresos con un trabajo a tiempo parcial en un restaurante.
Cientos de migrantes suramericanos – en su mayoría colombianos y venezolanos- se han establecido en Washington en los últimos dos años, coincidiendo con un aumento de la migración a través de la frontera con México.
Aunque no hay cifras oficiales, líderes comunitarios estiman que son más de seis mil. Muchos han optado por el trabajo de repartidor.
En Washington hay más de 35.000 trabajadores inscritos en aplicaciones de transporte a domicilio, que generaron más de mil 100 millones de dólares a la economía local en 2022, según una asociación comercial que representa a esas empresas.
«Uno viene a trabajar»
El incidente que describe Ortiz forma parte de lo que más de media docena de migrantes consultados por EFE describen como una «discriminación general».
«Da un poco de rabia. A veces son las mismas personas latinas las que nos dicen que venimos a dañar el país, cuando en realidad uno viene a trabajar», cuenta a EFE José Guerra, de 19 años, quien hace domicilios, trabaja a tiempo parcial en un restaurante y toma clases de inglés cuatro días por semana.
Al cumplir la mayoría de edad decidió que «no tenía futuro» en su natal Venezuela y emigró solo hacia EEUU por la peligrosa ruta del Darién. Entró al país con una cita de la aplicación CBP One, que permite presentarse a un puerto de entrada en la frontera sur. Toda su familia sigue en Venezuela y él los apoya económicamente.
Guerra reconoce haber escuchado los comentarios de Trump sobre los migrantes, en particular los venezolanos, a los que tacha de «criminales».
El joven comparte algunas ideas: «Hay venezolanos buenos y malos. Yo digo que si uno merece la deportación es por culpa de los demás y no porque uno hace cosas malas».
El candidato republicano ha prometido que, de ganar el 5 de noviembre, efectuará deportaciones masivas de migrantes y eliminará tanto CBP One como los programas de permiso humanitario conocidos como parole (para Cuba, Venezuela, Nicaragua y Haití).
Dilver, compatriota de Guerra que pide ocultar su apellido por su estatus migratorio, cuenta que como repartidor lo tratan de manera «irrespetuosa» por su origen y por no dominar el inglés.
«A veces siento que quiero desaparecer. Uno no está aquí porque quiere, sino por necesidad», relata el joven.
Diana Fula, líder comunitaria, considera que los migrantes sufren en las calles un «claro ejemplo de las narrativas de odio de Trump»: «No reconocen la humanidad en el otro, sino como algo que viene a hacer daño».
La policía de Washington abrió este mes una investigación por un ataque por prejuicio de odio contra un repartidor venezolano y, en lo que va de año, un 30 por ciento de las denuncias por este tipo de delitos han sido por prejuicios étnicos o de origen nacional.
Un hueco en la economía local
Mario Cristaldo, director de la organización laboral Trabajadores Unidos, señala que el trabajo de repartidores en moto es un «fenómeno nuevo» en Washington. Los usuarios están «satisfechos», resalta, porque aumentó la rapidez de los servicios.
Para José Solano, quien llegó hace tres meses a la capital, es un trabajo duro e ingrato.
«Bajo un palo de agua, con riesgo en las carreteras, les llevamos sus servicios a sus casas y negocios», relata el venezolano de 44 años, que envía dinero mensualmente a sus tres hijas. «Exigimos respeto. Gracias a nosotros la economía de EEUU crece».
Por: Agencias / Foto: Cortesía