“Sólo un valiente tiene las suficientes agallas para confesar que tiene miedo”.
Anónimo
Si algo es cierto en la vida es que el miedo es libre. No solo es un buen refrán. Es una verdad que ha existido en cualquier sociedad o tiempo. Existe en usted quien lee en este momento, en quien escribió esto, dentro de la familia, en la calle, el trabajo, en la universidad y en cualquier otra actividad social donde nos desenvolvemos. Es una sensación que siempre nos acompaña desde que nacemos hasta el momento que toca despedirnos del plano terrenal.
El miedo es angustia, intranquilidad o ansiedad cuando sentimos o creemos que algo malo nos pasará. Nuestro cuerpo y mente buscan avisarnos de la tragedia que puede golpearnos, cual “sal de ahí parece decir nuestro corazón acelerado, o no bajes la guardia, grita nuestra adrenalina en la sangre».
En la política venezolana el miedo no es la excepción de la regla, sino una realidad que cada día vemos mejor a propósito de la carrera electoral que confrontará a gobierno y oposición el 28 de julio por la silla más anhelada de la Presidencia de la República, donde uno de los dos actores, claramente el primero, no guarda, digamos, las formas ni apariencias en permitir garantías o condiciones mínimas para un normal funcionamiento de cada etapa del proceso eleccionario.
El mejor ejemplo viene desde la conformación de la directiva del CNE de mayoría oficialista «designada» por la Asamblea Nacional. Eso lo saben los venezolanos, desde el más preparado hasta el que menos oportunidad de estudios ha tenido, pero por igual entiende el momento y siente el peso de la crisis social que vivimos. El miedo a perder el poder es lo que el gobierno teme. La erosión, desgaste, engaño, deterioro y/o debilitamiento del modelo ideológico populista revolucionario, luego de 25 años de poder, tocó fondo. No es casual que el 85,2 por ciento del país desea cambio.
Cuando creen que «se la están comiendo» con acciones oficiales de ventajismo y abuso que permite el poder, denotan, transmiten y revelan, más bien, miedo, temor o terror a una realidad que ahora no es la misma. Obviamente el gobierno tapa sus ojos, oídos y pasa de largo, —alguien diría como anima en pena–, pero es una verdad que como decía el expresidente Carlos Andrés Pérez que en política hay dos cosas que no pueden ocultarse, esconderse o disimularse como lo son el dinero mal habido y la tos.
Por eso el miedo lleva al desespero, a asumir posturas abusivas, ventajistas que logran desencajar y descomponer la conducta de voceros gubernamentales que delatan su actuación sin el más mínimo respeto. Ejemplo claro de ello, son los Acuerdos de Barbados, donde fueron firmadas y concertadas condiciones limpias, transparentes y de respeto a las reglas del juego electoral que han sido violentadas.
No olvidemos que después del 22 de octubre pasado, cuando la Plataforma Unitaria Democrática, PDU, a despecho de las presiones oficialistas, logró después de inmensos tropiezos, organizar y celebrar las elecciones Primarias exitosamente, la estrategia del gobierno consistió en apretar el acelerador, cerrando filas para obstaculizar el avance opositor, ratificado, más adelante, con la inhabilitación política de María Corina Machado cuando el TSJ reafirmó la medida «legal».
Es una maniobra irreversible que ella sabe que no tiene vuelta atrás. Negar que no ha sido un problema sería mentir, pero lo sustancial es que la ruta es y sigue siendo la electoral. A la par del castigo al que María Corina Machado ha sido sometida al eliminársele sus derechos políticos de elegir o poder ser electa, otras medidas violatorias del Acuerdo de Barbados las ha denunciado el propio Gerardo Blayde, negociador principal opositor.
La opinión, decisión y el desenlace que debe producirse esta misma semana, tomando en consideración que el lapso de inscripción del candidato es del 21 al 25 de marzo, tiene en ella un peso importante en lo que discute con sectores de la vida nacional y de la PUD que terminará en la designación de su reemplazo. Las agujas del reloj electoral siguen su marcha. Quizá el CNE además de continuar inhabilitando a otros potenciales reemplazos de la dirigente de Vente Venezuela, emulando a lo sucedido en Nicaragua, seguro buscará eliminar más tarjetas de otras organizaciones partidistas.
También pueden buscar sacar del juego a más partidos políticos de tradición democrática. Lo cierto es que existe desde el CNE una especie de cacería de brujas. Sin embargo, lo que no podrán hacer a fuerza de otros atropellos, es cambiar la decisión mayoritaria de la gente. La gente y los votos marcan la diferencia que agobia al gobierno. Estoy en conocimiento que la tarjeta de la MUD estuvo cerca de ser desaparecida en una reunión de los rectores principales de mayoría oficial.
No obstante, la rectora Aimé Nogal Méndez de UNT ha revelado que la votación, cuando algunas tarjetas quedaron inhabilitadas, no se hizo analizando tarjeta a tarjeta, sino que la mayoría de los tres rectores oficialistas impusieron su opinión y presentaron un listado global que eliminó algunas tarjetas, entre ellas, Convergencia, MAS, Encuentro Ciudadano y otros. Nogal Méndez dejó constancia por escrito sobre su desacuerdo con ese procedimiento, viéndose obligada a votar para no correr el riesgo que los tres rectores chavistas, lograran eliminar la tarjeta de la manito y la de su propia organización UNT.
Desde afuera, digamos en la calle donde está la gente, podría verse que su votación estuvo en sintonía con los desafueros que una mayoría impuesta por el gobierno, a través de la Asamblea Nacional, han venido cometiendo en el CNE, pero su oportuna actuación nos evitó a los venezolanos quedarnos huérfanos de dos tarjetas que están disponibles para las elecciones del 28 de julio, cuando la gente que desea un cambio de gobierno expresará su sentir y disposición de comenzar a construir un nuevo país. ¡Amanecerá y Veremos»!
José Aranguibel Carrasco / Ilustración: Feyo