Cientos de bomberos internacionales que ayudan a los canadienses a luchar contra incendios forestales sin precedentes enfrentan una tarea compleja en el corazón de la selva boreal, azotada por fuegos incontrolados.
El jefe de un equipo francés desplegado en Quebec, Eric Flores, dice a la AFP que nunca había visto algo parecido. Su equipo estaba ocupado en la limpieza de los escombros para evitar explosiones cuando de repente se vieron atrapados por un incendio que se desató 50 metros detrás de ellos en una zona verde de bosque.
«A medida que el fuego arde bajo tierra por las raíces, puede ir a lugares que no sospechas. Es muy impredecible y puede estallar muy rápidamente», explica en una entrevista telefónica desde la región de Abitibi-Temiscamingue, en el norte de Quebec.
«Es un trabajo meticuloso, avanzamos metro a metro», agrega.
Después de movilizarse en helicóptero, los equipos tienen que caminar varios kilómetros en el bosque antes de llegar a su zona de ataque.
La rodea una espesa y nociva humareda, junto con un enjambre de moscas negras y mosquitos.
«Es diferente a todo lo que estamos acostumbrados en Francia. Imaginen un muro de llamas de 100 metros de ancho, el doble de la altura de los árboles», sostiene Flores.
Las llamas son, en promedio, 100 veces más grandes que las que su equipo está acostumbrado a combatir en Francia.
Que arda
«Hay mucho humo en el país y más allá, pero no es muy sorpresivo cuando ves todo lo que está ardiendo», dice Godefroy, un soldado francés desplegado en Quebec que prefirió reservarse su apellido.
Los números son vertiginosos: a finales de junio, cerca de 500 incendios forestales estaban activos en Canadá y la mitad de ellos estaban fuera de control.
Después de un comienzo temprano durante una primavera excepcionalmente cálida y seca, se espera que la temporada de incendios continúe durante el verano -que normalmente llega a su máximo en julio o agosto- y hasta el otoño.
Con la escasez de bomberos en Canadá, incluso con refuerzos extranjeros, es imposible combatir todos los incendios a la vez. De modo que las autoridades deben dejar que algunos de ellos ardan en regiones escasamente pobladas e intentar evitar que se propaguen.
«Me ha llamado la atención la velocidad con la que puede pasar de un simple carbón encendido a una llama, en el espacio de unos segundos», afirma Joseph Romero, un bombero costarricense desplegado en Alberta.
Esta temporada de incendios sin precedentes presagia los desafíos climáticos que le esperan a Canadá en el futuro.
Su bosque boreal es el bosque intacto más grande del mundo, con tres millones de kilómetros cuadrados sin interrupciones de carreteras, ciudades o desarrollo industrial.
Rodeando el Ártico, que incluye Alaska, Siberia y el norte de Europa, está cada vez más amenazado por los incendios.
Cerca de ocho millones de hectáreas, desde la Columbia Británica (oeste) hasta el Yukon (norte) y las provincias del Atlántico, se han quemado en lo que va de año.
Incendios «bajo tierra»
«Aquí tienes 20 o 30 centímetros de capa, de combustible, de mantillo (…) El fuego se propaga por debajo de este combustible, son incendios de subsuelo y a lo mejor pueden propagarse varios kilómetros», cuenta David Urueña, un bombero español en Quebec.
Este humus, una característica del bosque boreal, explica en parte las grandes columnas de humo que han bloqueado el sol en Canadá y se han desplazado hacia Estados Unidos y Europa en las últimas semanas.
«En Canadá tenemos que cavar para llegar a los incendios que se propagan bajo tierra», dice Ditiro Moseki, un bombero de Sudáfrica desplegado en el oeste de Canadá.
«Hay que volver para asegurarnos de que está apagado», explica la jefa del equipo, Ongezwa Nonjiji. «En Sudáfrica, la mayoría de las veces, si llueve, se sabe que el fuego está probablemente extinguido, pero aquí en Canadá después de que llueve vuelves a ver humo la mañana siguiente».
La rapidez con que se propagan los incendios, una brasa puede viajar varios kilómetros en el viento y provocar un nuevo incendio, también es impresionante, asegura.
Cindy Alfonso, una bombera de Costa Rica, está sorprendida de que «árboles verdes se quemen». «Las coníferas se queman aquí por sus aceites de resinas» inflamables, dice.
La savia actúa como un acelerador para que las llamaradas se muevan rápidamente, con llamas que duplican la altura de los árboles capaces de saltar sobre las carreteras y otros obstáculos.
Las consecuencias climáticas son devastadoras, debido a que el bosque boreal libera entre 10 y 20 veces más carbono por unidad de área quemada que otros ecosistemas.
Al liberar los gases de efecto invernadero a la atmósfera, estos incendios a su vez contribuyen al calentamiento global en un círculo vicioso.
Por: Agencias / Foto: Cortesía