jueves, mayo 2

Memorias de un arreglo subdesarrollado

En la película Memorias del Subdesarrollo de Tomás Gutiérrez Alea, un burgués con pretensiones de escritor ve partir a su familia al exilio mayamero y él se queda a vivir los tiempos de los gloriosos inicios de la revolución cubana. La historia va desde la dictadura de Batista hasta la crisis de los misiles. Sergio, el protagonista de la historia, se desenvuelve en un nuevo mundo, encaminado hacia una vida sin futuro en una sociedad sin derecho a las dudas. Un reino rodeado de un mar de conformismo, dónde por supuesto el subdesarrollo es culpa del imperialismo.

_ ¿Marico Viste que esto si se está arreglando? Aquí lo que viene es crecimiento económico. Si hasta los gringos nos quieren comprar el petróleo. Más de 2000 dólares para nuestros pensionados. Yo nunca le perdí la fé a esta revolución.

Quien más que mi hermano de la universidad, Fidel Lenin Guevara con el entusiasmo del milagro que faltaba para la santificación de José Gregorio Hernández, cuando hace poco desistió de exiliarse en Chile, porque “este desastre ya lo exportaron para allá”.

_ Por eso es que ahora después que liberamos a cuatro países, ahora con Perú, Argentina, Bolivia, Chile y pronto Colombia y Brasil. Por algo será.

_Eso parece una epidemia peor que el COVID-19 le digo con mi tono modo Winston Churchill de capitalista convencido.

_ Aquí si hay quien arregle esto- insiste después de tomarse media taza de café de un solo tirón.

_ ¿Echaste gasolina?

_ Claro que sí.

_ ¿Cuánto te tardaste?

_ Bueno…. Como cinco horas, pero eso me permitió socializar con los panas en la cola. Hasta dominó jugamos.

_ ¿Anoche te llegó el agua?

_ Bueno… no me ha llegado desde hace como tres días, pero así puedo recuperar los aceites naturales del cuerpo.

_ ¿Y la luz?

_ Me llegó en la madrugada y aplaudí como un loco la eficiencia para arreglar los intentos de sabotajes. Jodimos a la iguana también.

_ Tienes tantas excusas que deberías ser ministro hermano.

_ De verdad que aquí entre nos hermano mío tengo que decirte que lo que me impresiona es que nunca pierdes la calma conmigo y sigues tomando el café conmigo. No lo vayas a publicar en tu artículo, pero eso te lo respeto.

_ Lo que pasa es que independiente de lo que pienso de este desastre. Siento que hay algo peor que es el odio que sembraron en este país donde todos a la final hemos terminado siendo víctimas. En mi acera y la tuya.

_ Hermano tienes razón, pero si públicas esta conversación lo voy a negar.

_ Fidel Lenín. Dime una cosa con el corazón. ¿Vives mejor ahora?

_ Claro que no. Pero hay que echarle bola.

Pienso que a pesar de las diferencias del cielo a la tierra que tengo con Fidel Lenín, nunca he cuestionado una amistad que ha sobrevivido a tiempos turbulentos. Hay muchas heridas que sanar. Ese es el secreto mejor guardado de nuestro renacimiento.

Recientemente estuvo en Caracas el escritor español Juan Manuel de Prada para presentar su libro. La vida Invisible. Lo que pudo observar en su estancia es toda una declaración de lo que somos por encima de todas las dificultades y diferencias que vivimos.

“Nunca como en Venezuela había descubierto tanta curiosidad intelectual, tanto afán abnegado por responder a la fatalidad con una sonrisa. Tanta belleza y simpatía floreciendo por doquier, aún en medio del infortunio. Allá donde uno posa la vista descubre un país apretado de vida, tumultuoso de pasiones que solo necesita una mecha para prenderse”.

Aunque esto no se va a arreglar por generación espontánea por supuesto en un país que parece sacado de la dimensión desconocida.

Por: Amos Smith