“La felicidad es como las olas. Volverá a llegar”, Juan Miguel Avalos
Conocida como la ciudad del Sol Amada, nuestra Maracaibo, cuna de poetas, escritores, escultores, pintores, científicos, deportistas y cantantes que han entregado a buena parte de la humanidad aportes y ejemplos de su valiosa gente no es hoy ni la sombra que describe la prosa gaitera donde la alegría y el bullicio de su gente está ausente, apagada, es desconocida, en estos tiempos de Revolución Bonita y del virus que salió de China y llegó para cambiarnos la vida, pero no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
Es verdad, no podemos caernos a engaños. Maracaibo, incluido el país, poco a poco y a partir de las desacertadas, continuadas y atrasadas medidas económicas de inicios del gobierno revolucionario que lideró Hugo Chávez Frías durante algunos años —teníamos aún billete, chequera caminando por América Latina y a PDVSA no le habían torcido el pescuezo— comenzó a sentir un cambio en el ánimo y sentido del humor de su gente conocida en toda Venezuela de alegre, dicharachera, bulliciosa, sin competencia en el arte de echar chistes y de ser “jodedora” a cualquier hora como lo son nuestros hermanos del Oriente venezolano. Eso es cierto, pero una especie de inercia colectiva nos ha arropado, una sombra nos ha disminuido como ha pasado en lo económico de ser una nación pujante y próspera, actualmente compitiendo en la lista de los últimos países del mundo donde ha crecido el hambre, la desnutrición, la pobreza extrema, la marginalidad, la inseguridad personal o jurídica que comprometen el futuro a corto, mediano y largo plazo de nuestra gente. Por algo será que verdaderos ejércitos de profesionales o no, han dejado el suelo patrio en la búsqueda de mejores condiciones de vida y laborales, porque en nombre de una cacareada Revolución Bonita ofrecieron un paraíso pero lo que ha funcionado a lo largo de 22 años ha sido el estancamiento y el atraso. Un verdadero infierno en la tierra de Simón Bolívar. Venezuela toda no
ha escapado a esa realidad. Miles, hoy millones de venezolanos y zulianos, muchísimos jóvenes, iniciaron la más grande e inédita migración a Colombia, Ecuador, Perú, Uruguay, Argentina o Chile. Además de otros destinos en América central, norte, Europa o Asia albergan a algún familiar, amigo o vecino de la barriada, urbanización o sector popular de Maracaibo, San Francisco, Cabimas, Mara, Lagunillas o del Sur del Lago. La realidad de morir de hambre aquí o irse para mejorar la vida y ayudar a quienes quedaron atrás, provocó que la salida de zulianos y zulianos le inoculara a la otrora alegre Maracaibo una tristeza y desánimo nunca antes visto. La ciudad está, —parafraseando al buhonero que forra cédulas y carnet en Las Pulgas—, “maltratada, deteriorada, vuelta nada”.
La situación económica dura, demasiado dura, que viene creciendo y golpeando a la precaria economía familiar de zulianos y venezolanos desde tiempo atrás, halló en la aparición del Covid-19 el aliado ideal para confinar a una población desesperanzada, agobiada y apagada. Cierto es lo expresado a través de un programa de opinión de la semana pasada, cuando un alto funcionario de la gobernación del Zulia, decía que la recuperación del casco central de la ciudad podía apreciarse. Claro, evidente. Eso se ve sin necesidad de ponerse anteojos, porque no hay gente desde hace rato. Ya no se ve en la calle Páez, Callejón de Los Pobres, avenida Libertador, Las Pulgas o San Felipe el río humano de propios y extraños comprando, mirando o buscando la oferta adecuada al bolsillo, pero hasta ese gancho de la oferta del día como atracción del comerciante para vender su mercancía, también desapareció de las vitrinas.
Qué decir del resto de la ciudad donde salir en carro a observar -si hay gasolina-, o en transporte público, siempre que pagues al colector con el devaluado billete de 50 mil bolívares en adelante, porque de lo contrario si solo cargas de 10 o 20 mil bolívares no te montas. Es así como lo lee, mientras la autoridad municipal mira a otro lado ocupada más bien en ahogar a los comerciantes a punta de cobrarles impuestos deshorbitantes en una economía que está destruida en recesión, pero que a juro se pretende como dice el slogan que “Maracaibo Renace” más bien colocarles una lápida a los pocos comercios abiertos con el cobro de impuestos para que terminen de morir como iniciativa privada generadora del escaso empleo que existe en tiempos del Covid-19. Ahora bien, si lo anterior no funciona y te decides caminar podrás ver a una Maracaibo triste, sola y abandonada. Edificios emblemáticos de la ciudad, City Bank o la antigua sede de Enelvén en la avenida 5 de Julio, dibujan el drama de la inercia que vive Maracaibo producto del fracaso económico de un modelo atrasado y del surgimiento de un virus mortal que en alianza están fortalecidos mientras no llegan las vacunas milagrosas por la ausencia de una buena gerencia del gobierno nacional, cuando a diferencia de otros países sus habitantes están siendo inmunizados a diario y en nuestra tierra llena de petróleo, oro, hierro y muchas riquezas estamos a la saga llenando las estadísticas de vidas valiosas que se pierden por no haber sentido de previsión. En cualquier avenida, calle o sector comercial de Maracaibo domina el escenario de negocios con sus Santamaría hasta abajo, estaciones de servicio cerradas u otras con largas colas de ciudadanos esperando el milagro que llegue la gandola, después de horas y días de espera acalorada en una maratónica carrera para alcanzar llegar al surtidor si tienes suerte o tener a alguien fuera que te apoye y te permita cargar en el bolsillo suficiente papel de otras monedas muy cotizadas en esta Revolución del Siglo XXI. Qué decir de barriadas, urbanizaciones o sectores populares llenos de problemas de servicios públicos que han agigantado su tamaño sin respuesta gubernamental suficiente por pésima vialidad, recolección de basura, suministro de agua, apagones interminables o malos servicios públicos en general que provocan altos grados de indignación, frustración y desesperanza que se han convertido en sentimientos negativos y han provocado una creciente depresión que lamentablemente ha llevado a casos de suicidio cada vez más frecuentes. Esta verdad de suicidios quizá no le interese mucho a las estadísticas oficiales, pero está ocurriendo en Caracas, Maracaibo y otras ciudades del país. Es triste decirlo pero la sanidad mental de marabinos y zulianos está detrás de la ambulancia. No lo dice quien esto escribe. Lo revelan los expertos de la Fundación Rehabilitante cuando asegura que el 60 por ciento de los zulianos experimentan sentimientos de tristeza o desesperanza especialmente en el rango de adultos jóvenes.
La medición de la salud mental en la región fue elaborada por esta instancia no oficial a través de tres aspectos: calidad de vida de los habitantes, accesibilidad a psicofármacos y atención en instituciones públicas. En resumen no alcanza el mínimo de eficiencia en favor del colectivo, sino que califica como una realidad deplorable.
Una encuesta sobre la calidad de vida actual, revela que el 46,43 por ciento de los participantes aseguró que no puede con las demandas de la vida diaria. Mientras que el 14,40 por ciento expresó que no disfruta en lo absoluto su vida.
Cabe destacar que la percepción del zuliano sobre su calidad de vida no beneficia su bienestar ni su salud mental. Asimismo, la Fundación Rehabilitante asegura a través de su investigación que los encuestados presentaron posibles síntomas de estados depresivos. En este sentido, el 51 por ciento de los encuestados experimentó de manera frecuente una sensación de intranquilidad, lo cual se asocia con síntomas de ansiedad.
En cuanto a los servicios sanitarios, el 80,35 por ciento no está satisfecho con el acceso que tiene a los mismos, entre ellos, los hospitales o servicios de salud pública. Contrario a la propaganda oficial que asegura que existe dotación de medicamentos e insumos, la verdad es que el usuario —término de predilección oficial— debe llevar desde gasa, algodón, alcohol o yercos. La pandemia, según el estudio, también afectó considerablemente con un 43,61 por ciento a los encuestados que afirmaron que su calidad de vida desmejoró desde que empezó la cuarentena por la Covid-19. Otro registro no menos importante es el que tiene que ver con la localización, ubicación o detección de los psicofármacos que día a día aumentan o desaparecen. El valor subió casi 300 por ciento entre septiembre del 2020 y febrero del 2021.
No creo que alguno de los que padece esta realidad de Venezuela, el Zulia y Maracaibo no le ha tocado convertirse en detective e ir de farmacia en farmacia buscando el milagroso medicamento para algún familia o amigo. De verdad es una maratónica carrera contra el tiempo a lo largo de cualquier ciudad, a pie y desgastando su calzado o en carro con gasolina de la más cara del mundo en un país llamado Narnia, donde desde la óptica revolucionaria “todo funciona súperbien”. Lo demás son puros cuentos de los enemigos de la “Revolución Bonita”.
Por: José Aranguibel Carrasco – CNP-5.003