En la ciudad de Magdeburgo, cuyo céntrico mercado navideño fue escenario el viernes de un atentado que dejó cinco muertos -entre ellos un niño de 9 años- y 200 heridos, los vecinos de la ciudad aún lloraban este lunes, en vísperas de lo que algunos llaman una «triste» Navidad.
Desde el viernes, la entrada de la Iglesia de San Juan se ha llenado de flores, velas y peluches que recuerdan, en especial, al niño que figura entre los asesinados, reseñó EFE.
Con esos objetos los vecinos de la capital del estado federado de Sajonia-Anhalt (este) han mostrado su duelo por las víctimas del mercado navideño atacado, un espacio que se convirtió en el escenario de uno de los peores atentados vividos en Alemania en los últimos años.
Ute y Manfred, una pareja de jubilados, explicaron en su camino a la iglesia para dejar las flores que lo ocurrido «es horrible».
«Es inexplicable cuando uno sabe que el hombre trabajaba como médico», dijo Manfred al aludir al detenido por el atropello múltiple, un saudí del que ha trascendido que tiene 50 años y que trabajaba como médico psiquiatra en una población cercana.
El viernes, este hombre, que según ha trascendido llegó a Alemania en 2006 y en 2016 recibió el estatus de refugiado, usó como arma contra el mercadillo navideño un coche alquilado que le sirvió para cometer un atropello múltiple.
Un grupo de tres mujeres -Petra, Sabine y Janinne- descansa en un banco junto a la iglesia tras haber mostrado su solidaridad a las víctimas con su presencia ante el templo.
«Hemos venido con la idea de procesar un poco lo ocurrido», convienen en afirmar las tres, mientras las dos más mayores del grupo, Petra y Sabine, aún tienen lágrimas en los ojos.
Navidad sin felicidad
Sabine es aún capaz de decir con voz marchita «felices fiestas» cuando se despide de otros presentes en un lugar por el que no para de llegar gente en señal de apoyo.
«La Navidad en Alemania es una fiesta importante. Pero las fiestas se van a celebrar ahora en otro contexto. En mi familia sí habrá fiesta porque mi abuela celebra 92 años», contó Rumine, que trabaja en el sector sanitario.
«Estamos golpeados por lo que ha pasado. Nos vamos a sentar en estas fiestas en familia, pero tristes, sin la felicidad que suele marcar estas fechas», apuntó junto a Rumine su amiga Heike.
Michael, un pastor protestante que toma café en un establecimiento situado cerca del mercado y de la iglesia de San Juan en Magdeburgo, contó que el «ambiente en la zona es raro», en vista de que el mercadillo de Navidad del centro, una de las atracciones de la ciudad, está cerrado debido al ataque del viernes.
Pensar en las víctimas
En una de las entradas al recinto, hay un puesto para flores, velas y mensajes de solidaridad con las víctimas.
Es un rincón más pequeño que el espacio que hay frente a la Iglesia, pero también hay personas emocionadas que lloran por lo ocurrido.
Danna, una joven madre que estuvo el viernes en el mercado navideño media hora antes de que ocurriera el ataque, afirmó que «es muy consciente» del drama ocurrido.
Ella también está a punto de dejar flores frente a la iglesia de San Juan en señal de solidaridad y duelo.
«Nos podía haber pasado a nosotros, y, aunque no conozcamos en la familia a ninguna víctima, el lugar sí lo conocemos bien, porque venimos mucho. Ayuda volver y pensar en las personas que han sufrido», concluyó Danna al tiempo que sonaban las campanas del templo de Magdeburgo.
Por Agencia