domingo, diciembre 22

Luchadora olímpica de EEUU vuelve a las competencias luego de estar al «borde de la locura»

Tres años después de convertirse en la primera mujer estadounidense en ganar un oro olímpico en lucha libre, a Helen Maroulis le dijeron que estaba a punto de ser ingresada en un psiquiátrico con pensamientos suicidas.

«No recuerdo nada después de eso«, cuenta Maroulis a CNN Sport sobre su ingreso, añadiendo que fue dada de alta pocos días después. «Estaba completamente normal, y de repente me metieron en este pabellón psiquiátrico«.

La trayectoria de Maroulis tanto dentro como fuera de ring – y su lucha por volver a practicar su amado deporte tras superar unas conmociones cerebrales que la debilitaron – ha servido de inspiración a muchos, entre ellos a la estrella de Hollywood Chris Pratt, que acaba de producir un largometraje que cuenta los altibajos de la condecorada carrera de Maroulis, de 31 años.

Su primera incursión en este deporte, a los siete años, se produjo casi por accidente, sustituyendo a su hermano pequeño porque no había suficientes niños en su equipo.

«Mi madre no quería obligar a mi hermano a abandonar esa temporada, así que me dijo que me quitara las zapatillas y me lanzara. Que fuera un maniquí«, dice Maroulis.

Después de dos semanas luchando con los chicos, supo que quería competir, y no solo como «maniquí«. Así que su padre hizo una apuesta: si luchaba y ganaba un combate, podría seguir con el deporte.

«Fue el único combate que gané en todo el año; yo lo llamo destino«, recuerda Maroulis.

Ya en la universidad, la oriunda de Maryland fue cuatro veces campeona nacional de la World Class Wrestling Association (WCWA) y llegó a ganar medallas mundiales de grupos de edad y sénior para el Team USA. En los Juegos Olímpicos de Río de 2016, se convirtió en la primera mujer estadounidense en ganar la medalla de oro en lucha libre tras derrotar a la japonesa Saori Yoshida, trece veces campeona del mundo y una rival formidable.

Es un momento que Maroulis describe como «surrealista». «Fue un sueño hecho realidad. Fue un momento especial en el que puedes hacer lo que te gusta delante de miles de personas. Representas a tu país y dejas el corazón«, afirma.

Pero mientras se entrenaba para los Juegos Olímpicos de Tokio en 2019, los sueños de Maroulis se descarrilaron.

«Una lesión invisible»

A lo largo de dos años, entre 2018 y 2019, Maroulis sufrió tres conmociones cerebrales que terminaron por apartarla de la cima de su deporte y la hicieron caer en un espiral.

Una conmoción cerebral es una lesión cerebral que se produce después de un golpe en la cabeza o el cuerpo, haciendo que el cerebro se mueva hacia adelante y hacia atrás dentro del cráneo, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Los síntomas típicos pueden ser sensación de mareo o aturdimiento, dolor de cabeza, náuseas o vómitos, molestias por la luz o el ruido, y problemas de concentración o memoria.

Según una revisión de 25 estudios sobre conmociones cerebrales relacionadas con el deporte publicada en la revista Orthopaedic Journal of Sports Medicine, las mujeres pueden ser más propensas a sufrir conmociones cerebrales y presentan peores síntomas y más prolongados tras la lesión que los hombres, con «diferencias biomecánicas y hormonales» como posibles factores.

«Tenía literalmente cambios de personalidad, mareos o vértigo«, dice Maroulis. «Fue todo un reto«.

Dice que la gente le preguntaba: «‘¿Te quedaste inconsciente? ¿Te desmayaste? No, nada de eso«, y describe la conmoción cerebral como una «lesión invisible«.

«Tuve la sensación de que durante un tiempo no me identificaba con nada, como si no supiera quién era«, dice Maroulis. «Me costaba mucho ser normal. Era algo mucho más grande que el deporte. Era como: ‘Dios mío, quiero volver a ser normal’«.

Aunque cada una de sus tres conmociones cerebrales fue diagnosticada por un médico, el tratamiento de los síntomas resultó más difícil.

Maroulis había luchado contra la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático durante varios años, algo que dice que había comenzado a manejar antes de las conmociones cerebrales.

«Entre 2012 y 2016 trabajé mucho conmigo misma para superarlo. Y realmente me sentí como ‘oh, no creo que luche más con esto’, y estaba tan orgullosa de ello. Y luego, cuando tuve las conmociones cerebrales, sentí que mucho de eso volvía a inundarme«, dice.

«Recuerdo que me sentía como si estuviera loca, al borde de la locura«.

Fue después de un incidente en mitad de un combate, un «extraño accidente» en 2019 en el que recibió una bofetada en la oreja durante un entrenamiento, cuando Maroulis se encontró en ese pabellón psiquiátrico.

En los dos años siguientes, dice que trató de ocultar cómo la habían afectado las lesiones en la cabeza. «Como atleta, no quieres mostrar ninguna debilidad«, dice Maroulis.

«Sabía que había muchas expectativas puestas en mí en ese momento de mi carrera. Así que sentí que siempre quería estar a la altura de las expectativas, no solo por perseguir un nivel de excelencia, sino también por el hecho de haber sido una chica deportista durante toda mi vida«.

Pero sus luchas contra la ansiedad, la depresión y el trastorno de estrés postraumático afectaban a todos los aspectos de su vida, y afirma que ni siquiera podía entrar en la sala de lucha sin sufrir ataques de pánico. «Mi relación con la lucha libre estaba muy dañada y rota«, añade.

Una larga recuperación

Con el tiempo, Maroulis se dio cuenta de que se estaba presionando para conseguir logros a costa de su propia salud.

«Me di cuenta de que eres reemplazable para todo el mundo menos para ti mismo. Y me dije: ‘No puedo seguir haciéndome esto. No puedo pedirle a mi cuerpo que vaya a luchar un combate solo para hacer feliz a esta gente’«, dice.

Se tomó medio año de baja para recuperarse, y volvió a principios de febrero de 2020 para luchar en el torneo de clasificación olímpica panamericano, además de someterse a varios tratamientos.

Además de una prueba SCAT inicial y la monitorización de los síntomas, Maroulis se sometió a entrenamiento ocular y vestibular y a terapia de biorretroalimentación. También utilizó gafas prismáticas para la corrección ocular, utilizó una cámara hiperbárica de oxígeno y se sometió a neuropsicología y asesoramiento.

Una manipulación de los tejidos blandos conocida como Fascial Counterstrain (FCS) también resultó muy útil, dice. «Quería volver porque me encanta (el deporte) y quiero exigirme lo máximo de mí misma, y quiero sanar mi relación con la lucha y volver a disfrutar de esto como cuando era pequeña«, dice Maroulis.

Cuando se planteó volver, consultó a especialistas médicos en todo momento, preguntándoles si corría un mayor riesgo de sufrir conmociones cerebrales.

Los médicos concluyeron que no y que la segunda conmoción cerebral que había sufrido era inusual y no se debía a un combate de lucha.

Al final, el personal médico deportivo del Centro de Entrenamiento Olímpico, su neuropsicólogo y sus entrenadores le dieron el visto bueno para volver a luchar, aunque la vigilaron durante toda su reaparición.

«Soy uno de los casos más afortunados«, dice Maroulis. «Hay tantas situaciones en las que simplemente estoy en el lugar adecuado en el momento correcto, o conocí a alguien que trabaja en conmociones cerebrales fuera de la red de ayuda que me estaban proporcionando, y esa persona pudo ayudarme enormemente«.

Maroulis cree que hay que dar más apoyo a los jóvenes deportistas que sufren conmociones cerebrales, sobre todo cuando algunos pueden retrasar la búsqueda de ayuda por miedo a parecer débiles.

«He tenido que hablar de esto con jóvenes deportistas. No tienes nada que demostrar. Diles cómo te sientes realmente y nunca mientas sobre tus síntomas. Aguantar porque no quieres que piensen que eres débil es lo peor que puedes hacer«, dice Maroulis.

«Yo soy medallista de oro y lucho contra eso. Así que no me imagino a un joven de instituto, que está empezando el camino, persiguiendo el sueño. Y no quieren que su entrenador piense que son débiles, ni sus padres ni sus compañeros de equipo«.

Ahora, Maroulis entrena para los Juegos Olímpicos de París 2024 y para los Campeonatos Mundiales de Lucha Libre de Belgrado (Serbia) en septiembre.

Su historia llamó la atención de Pratt, fan de toda la vida de la lucha libre, que cree que la resiliencia de Maroulis la convierte en «la mejor del mundo en lo que hace«.

«Es una auténtica pionera y la personificación de la dureza en combate«, afirma Pratt a CNN Sport. «Su voluntad de no rendirse nunca y su confianza abierta en la fe la convierten en un modelo excepcional«.

Por: Agencia