La magia no tiene fin en el Sambódromo de Rio: cuando se cree haber visto el diseño más creativo o el atuendo más minuciosamente elaborado, aparecen otros que lo superan todo.
Es lo que ocurrió en el segundo y último día de desfiles en la icónica pasarela, con su despliegue apoteósico de música, brillos y colores.
Unas 70.000 personas ondearon banderas, cantaron y danzaron en las gradas durante horas, llegando al éxtasis cuando aparecía la «escola» de sus amores.
«El espectáculo más grande del mundo» atrae a miles de turistas, que se espera que muevan en la economía local 5.000 millones de reales (USD 1.000 millones), cerca de 20 % más que el año pasado.
Pero los desfiles en Sapucaí, como se conoce popularmente al Sambódromo, pertenecen a los cariocas, que los sienten parte de su identidad.
Portela, una de las doce escuelas del «grupo especial«, hizo un alegato contra la esclavitud contando la lucha de una mujer, narrada en el libro «Um defeito de cor«, de Ana Maria Gonçalves, premio Casa de las Américas de la literatura brasileña.
Surgida en Madureira, un barrio popular en el norte de Rio, Portela celebró su centenario el año pasado y es la que atesora más títulos, 22.
«Es un ‘enredo’ (tema) muy emblemático para el pueblo negro«, contó a AFP Alan Rocha, un actor y músico de 43 años, al descender eufórico de uno de los carros alegóricos. «Estoy muy, muy feliz. Madureira está de fiesta, Rio de Janeiro está de fiesta«.
La legendaria cantante Maria Bethania sorprendió al abrir el show de Mangueira, que estuvo consagrada a Alcione, una de las más grandes sambistas de Brasil.
«No dejes la samba morir, no dejes la samba acabar, el morro fue hecho de samba, samba para que podamos bailar«, corearon al unísono las miles de almas presentes, entre ellas la propia Alcione.
La escuela de samba marca la vida cultural y social del barrio, muchas veces pobre, donde nació. Cada formación tiene unos 3.000 miembros, que se sienten honrados de pertenecer a ella. Todos, hasta los que empujan los monumentales carros, lo hacen felices, cantando y saltando.
Mocidade fue la encargada de abrir la jornada e invitó a homenajear al cajú, una fruta típica muy apreciada. Su samba compuesta para la ocasión se convirtió en el hit del verano.
«Es perfecto que homenajee una fruta nuestra, brasileña. Toda la familia puede cantar la letra«, dijo a AFP poco antes de empezar a desfilar Sandra Araújo, de 37 años, que dijo «amar» el cajú.
Tras sonar sin pausa por horas, el golpe de tambores se apagará al alba hasta el próximo carnaval.
Por. Agencia