domingo, diciembre 22

Irlanda del Norte, ante el reto de educar juntos a niños católicos y protestantes

«Hay lugar para que todos aprendamos juntos divirtiéndonos», cantan los pequeños en una de las únicas dos escuelas infantiles que educan en la diversidad en Irlanda del Norte, donde una inmensa mayoría de católicos y protestantes sigue estudiando en colegios separados.

El Acuerdo de Paz de 1998 reconoció que, tras 30 años de conflicto intercomunitario que dejó más de tres mil 500 muertos, la reconciliación requería promocionar «una cultura de tolerancia en todos los niveles de la sociedad, incluidas las iniciativas para facilitar y fomentar la educación integrada».

Veinticinco años después, en el curso 2022/23 solo 27 mil 183 de los 355 mil 968 alumnos (7,64%) acuden a esas escuelas «integradas» como Bangor Integrated Nursery School, la segunda de toda la región en educación infantil.

En 2019 «celebramos una votación entre los padres» y «97 por ciento dijo que apoyarían» la transformación, explica a la AFP su directora Pamela Algie, rodeada de globos y pasteles para celebrar su nuevo estatuto tras un largo examen por el departamento de Educación.

Ahora deben tener «un 40 por ciento de niños de origen católico, un 40 por ciento de niños de origen protestante y un 20 por ciento de niños de otros orígenes en la misma clase», explica.

Pese a que este movimiento comenzó en 1981, el parlamento autónomo norirlandés no aprobó hasta 2022 una ley para promover que más escuelas públicas -con alumnos mayoritariamente protestantes- y concertadas -principalmente católicas- evolucionen hacia la integración.

Ambas aceptan actualmente a alumnos de otras comunidades, pero son minoritarios y sus programas no educan activamente en el conocimiento de sus diferencias.

Por el contrario, aquí «hablamos de diversidad, igualdad, respeto e inclusión», explica Algie.

«Y tampoco rehuimos temas difíciles, como hablar de raza, religión o nuestras culturas», agrega, pese a que sus ruidosos alumnos tienen entre tres y cuatro años.

Los padres juegan un rol crucial en este movimiento, que avanzó gracias a su impulso.

Trina Zellie, formadora en sistemas bancarios de 39 años, matriculó en Bangor Integrated a sus dos hijas.

«Queremos que puedan no sólo adquirir conocimientos de inglés, literatura y matemáticas, sino también desarrollar sus habilidades interpersonales», explica.

Entre estos padres, profesionales de clase media, hay ciertamente católicos y protestantes practicantes, pero también muchos no creyentes y extranjeros que no vivieron el conflicto.

«Dos comunidades segregadas»

Las escuelas segregadas son más del 90 por ciento.

En ellas «todo gira en torno a los estudios, a sacar buenas notas, pero no hay nada sobre preparar a los estudiantes para el mundo exterior, nada sobre enseñarles la historia de Irlanda del Norte», afirma Lorraine Clayton, que trabajó durante años en ese sistema antes de enseñar en el Priory Integrated College de Holywood.

Aquí sus estudiantes rechazan estereotipos y prejuicios, tienen amigos de todos los orígenes y esperan cambiar la sociedad norirlandesa.

«Si no empezamos a avanzar y a ser más progresistas, nos quedaremos atrapados en un ciclo de religión, religión, religión, cuando hay otras cuestiones más profundas que deben abordarse», afirma Anna McKittrick, de 18 años, que antes estudiaba en una escuela protestante.

«Espero que nuestra generación pueda hacer algo en política, aprender las lecciones», dice Charlie Durham-Crummey, de familia católica no practicante.

Pero, dadas las pocas plazas, son una gota en el océano.

«Si queremos cambiar, primero tenemos que cambiar el sistema educativo», defiende Derek Tsang, también de 18 años.

Para que más alumnos puedan interactuar con la otra comunidad surgió en 2007 la «educación compartida», explica la experta Danielle Blaylock, de la Queen’s University de Belfast.

«Se trata de dos o tres escuelas que se asocian para que los jóvenes puedan moverse libremente entre ellas», por ejemplo, si una ofrece un idioma o un deporte que la otra no tiene, precisa.

En 2018 esto concernía a 60 por ciento alumnos, pero el gobierno quiere extenderlo a «cerca del 80 por ciento en los próximos años», añade.

A diferencia de la integración, «la educación compartida permite a las escuelas y a los alumnos mantener su identidad cuando entran en interacción», explica, considerando que las autoridades pueden privilegiarla para llegar a más familias, incluidas las reticentes a la integración.

¿Por qué se avanza tan lentamente? «Probablemente porque hay un núcleo duro, dos comunidades segregadas» que se resisten, dice Emma Hassard, del Fondo para la Educación Integrada.

«El dinero es otro factor», afirma, ya que el gobierno regional debe garantizar la oferta de escuelas en irlandés e inglés, protestantes, católicas e integradas, así como educación especial. «Y es una enorme carga financiera».

Por: Agencias / Foto: Cortesía