Este miércoles, como cada 1 de noviembre, la iglesia católica celebra el Día de Todos los Santos, una gran fiesta cristiana por todos los difuntos que, habiendo superado el purgatorio, se han santificado totalmente y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios.
El festejo no solo es en honor a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados, y por los que la Iglesia celebra en un día especial del año; se celebra también en honor a todos los que no están canonizados pero viven ya en la presencia de Dios, reseñó El Carabobeño.
El padre Idar Hidaglo escribió en el portal Catholic, que la fecha es un buen día para reflexionar todo el bien espiritual y material que por intercesión de los santos hemos obtenido y tenemos, pues los santos que desearon la Gloria de Dios desde aquí en la tierra lo siguen deseando en la visión beatifica, y comparten el mismo deseo de Nuestro Señor Jesucristo de que todos los hombres se salven, que todos los hombres glorifiquen a Nuestro Señor.
Detalló que la iglesia instituyó el Día de los Santos, para alabar y agradecer al Señor la merced que hizo a sus siervos, santificándolos en la tierra y coronándolos de gloria en el cielo.
Igualmente para honrar en este día a los Santos que no se les hace fiesta particular durante el año. Para procurarnos mayores gracias multiplicando los intercesores. Y para reparar en este día las faltas que en el transcurso del año hayamos cometido en las fiestas particulares de los santos, entre otras cosas.
“Celebremos con gozo este día, y pidámosle a Dios Nuestro Señor nos conceda disfrutar en esta tierra de la protección de sus santos y que un día nos conceda estar con ellos para glorificarlo en su eternidad”.
En un trabajo publicado por Aciprensa, se recuerda que San Juan Pablo II, en la homilía de la misa que ofició, dedicada a la Solemnidad de Todos los Santos, en noviembre de 1980, dijo «Hoy nosotros estamos inmersos con el espíritu entre esta muchedumbre innumerable de santos, de salvados, los cuales, a partir del justo Abel, hasta el que quizá está muriendo en este momento en alguna parte del mundo, nos rodean, nos animan y cantan todos juntos un poderoso himno de gloria».
Y es que esta solemnidad es un día propicio para compartir el júbilo por la obra salvífica de Dios a lo largo de los siglos. Obra que no se detiene jamás y que se renueva, a cada instante, en cada ser humano que responde a la gracia de Dios, viviendo el llamado a la plenitud en el amor.
Orígenes
La Solemnidad de Todos los Santos tiene sus orígenes en el siglo IV, cuando el número de mártires de la Iglesia llegó a ser tal, que era imposible destinar cada día del año para recordar a un solo mártir. Entonces, la Iglesia optó por hacer una celebración conjunta para honrar a todos los que habían alcanzado el cielo, en un solo día, una vez al año.
Aciprensa reseña que el 13 de mayo de 610, el Papa Bonifacio IV dedicó el Panteón romano al culto cristiano, consagró el nuevo templo a la Bienaventurada Madre de Dios y a todos los mártires.
A partir de entonces, la celebración de Todos los Santos quedó fijada en esa fecha y así permanecería por muchos años, hasta que el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, trasladó la celebración al primer día del mes de noviembre.
Esperando
Venezuela sigue esperando tener en sus altares un santo nacido en esta tierra, luego de cumplido todos los pasos que establece el Vaticano para lograrlo.
Hasta la iglesia venezolana tiene cuatro beatos, tres mujeres y un hombre. Las hermanas madre María de San José, madre Candelaria de San José, madre Carmen Rendiles, y más recientemente el doctor José Gregorio Hernández.
Por Agencia