La cultura maya se desarrolló entre el 2000 a. C. y 1697 en lo que actualmente comprenden los territorios de Guatemala, México, Belice y la parte occidental de Honduras y El Salvador. Dentro de territorio mexicano se extendieron por Chiapas, Tabasco y la península de Yucatán, en el sureste del país. Parte de esta última era lo que hoy se denomina Campeche. Allí y «por accidente» han descubierto una gran ciudad maya que permanecía oculta por la vegetación.
Un equipo de arqueólogos ha hallado más de 6.600 estructuras mayas antiguas ocultas por la vegetación en el estado de Campeche. Muchas de estas estructuras eran hasta ahora desconocidas. Y lo han hecho, casi por casualidad, gracias a datos que estaban publicados en internet.
Entre lo descubierto hay hasta una ciudad con pirámides, a la que han llamado Valeriana, que podría haber albergado entre 30.000 y 50.000 personas en su apogeo, entre los años 750 y 850 d. C.. Creen estos expertos que este núcleo urbano puede ser el principal sitio arqueológico maya por número de estructuras después de Calakmul, que es considerado el más grande.
Luke Auld-Thomas, profesor del departamento de Antropología de la Universidad del Norte de Arizona, analizó este rincón poco estudiado de la civilización maya. Lo hizo junto con colegas de la Universidad de Tulane, el Centro Nacional de Cartografía Láser Aerotransportada de la Universidad de Houston y el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. El estudio redactado por todos ellos se acaba de publicar en la revista Antiquity.
El área de Campeche donde se realizó el estudio se caracteriza por bosques tropicales, llanuras de piedra caliza y humedales estacionales y fue un centro neurálgico de la civilización maya, en particular durante el Período Clásico (250 a 900 d.C.). Allí, los científicos analizaron 130 kilómetros cuadrados de estrechas franjas y grandes bloques de tierra.
El equipo de Auld-Thomas encontró pruebas de 6.674 estructuras mayas que los arqueólogos nunca habían visto antes. Algunas aparecían dispersas; otras densamente dispuestas; y otras constituían incluso los restos de una gran ciudad desconocida, con pirámides de piedra emblemáticas como las de los famosos yacimientos de Chichén Itzá o Tikal. Esa es la que han llamado Valeriana.
«Nuestro análisis no solo reveló una imagen de una región que estaba densa en asentamientos, sino que también reveló mucha variabilidad«, ha explicado el autor principal del estudio.
No utilizaron satélites ni hicieron vuelos con drones para que tomaran nuevas imágenes, sino que estudiaron datos obtenidos hace años con la técnica de detección por láser llamada LIDAR (Laser Imaging Detection and Ranging). Así, descubrieron «por accidente» la existencia de un «paisaje maya antiguo poblado y urbano«.
LIDAR es una técnica de teledetección que dispara miles de pulsos láser desde un avión y cartografia los objetos que se encuentran debajo utilizando el tiempo que tarda la señal en regresar. Lo curioso es que eso datos de LIDAR que analizaron fueron recopilados en 2013 por un grupo de científicos medioambientales para estudiar el carbono en los bosques de México.
«Encontramos una gran ciudad con pirámides al lado de la única carretera de la zona, cerca de un pueblo donde la gente ha cultivado activamente entre las ruinas durante años«.
Cuando el antropólogo procesó los datos con los métodos utilizados por los arqueólogos vio eso que otros habían pasado por alto: Valeriana y esos miles de estructuras mayas. «Encontramos una gran ciudad con pirámides justo al lado de la única carretera de la zona, cerca de un pueblo donde la gente ha estado cultivando activamente entre las ruinas durante años», señala Auld-Thomas.
La utilidad de las prospecciones pseudoaleatorias
El estudio celebra el uso de «conjuntos de datos ‘encontrados’ de teledetección realizados con fines no arqueológicos«, porque «no están sujetos al sesgo de los yacimientos arqueológicos«, como ha sido el caso. Las llaman prospecciones pseudoaleatorias.
O de otra manera, el muestreo que se hace con propósito arqueológico «conduce a estimaciones infladas de la extensión urbana y la magnitud de la población«. Los autores aseguran que «los estudios con LIDAR motivados arqueológicamente han inflado las estimaciones de la densidad de asentamientos regionales«.
El trabajo de Auld-Thomas y sus colegas concluye que la arqueología «se enfrenta ahora a la doble tarea de comprender cómo se acumularon estas estructuras de asentamientos a lo largo del tiempo y de trazar su variación en el espacio, para poder apreciar mejor lo atestada que pudo estar la antigüedad tropical«.