En el cenit de su carrera, el director de orquesta venezolano Gustavo Dudamel rechaza considerarse una «superestrella» y asegura que su popularidad está al servicio de un objetivo más grande: ampliar el público de la música clásica.
Director musical a la vez de la Ópera de París y de la Filarmónica de Los Ángeles, Dudamel es uno de los directores de orquesta mejor pagados en el mundo, se codea con estrellas de Hollywood, trabaja con los principales sopranos y tenores… y se sienta a tocar el violín con niños y niñas.
«Yo no me considero una superestrella. Tengo la oportunidad, evidentemente, de trabajar con grandes artistas pop. Pero para mí es un privilegio», explica a la AFP, en una entrevista concedida en su despacho de la Ópera de París, en el arranque de su segunda temporada en la ciudad.
«Me siento el mismo Gustavo de siempre y esa esencia es por de donde yo vengo, que es el Sistema de Orquestas en mi país, que me brindó la posibilidad de crecer haciendo música junto a mis compañeros», dice.
El Sistema venezolano, fundado en 1975 por el maestro José Antonio Abreu, es uno de los programas de educación musical más reputados del mundo.
Miles de niños venezolanos de clases desfavorecidas han aprendido a tocar un instrumento musical gracias a ese método. El Sistema propició además la creación de la Orquesta juvenil Simón Bolívar, que propulsó a Dudamel.
«Yo no me convertí nunca en un director. Yo hacía música con mis compañeros, con mis amigos. Todo se iba dando de manera natural», recuerda este director de orquesta que, a sus 41 años, no ha perdido su sonrisa juvenil.
Pero Dudamel ha reconocido más de una vez que cuando era niño, su mayor placer era dirigir imaginariamente a sus muñecos, colocados como una orquesta.
«Bueno, (Federico) García Lorca hablaba del duende…» empieza diciendo.
– ¿Gustavo Dudamel tiene duende?
– «No lo sé», contesta tras dudar un cierto tiempo. «El duende creo que está en la misma música», concluye.
– Las clases con los niños venezolanos –
A pesar de las polémicas políticas con el gobierno de Nicolás Maduro, Dudamel explica a la AFP que sigue dando clases mediante videoconferencia a los alumnos venezolanos, y asegura que no dejará de hacerlo «nunca».
«El otro día estuve con niños de 8 a 14 años. Impresionante», asegura con ojos brillantes.
Pero falta que ese amor por la música clásica se transmita también a los espectadores, admite.
«Creo que hay espacio. El detalle es cómo ampliarlo. De alguna manera siempre va a haber gente que va a escuchar música. Pero para mí va más allá de un aspecto de entretenimiento de la sociedad», explica.
– «Como un Pinot Noir» –
Infatigable, el año pasado Dudamel grabó una nueva versión de «West Side Story», el célebre musical con música icónica de Leonard Bernstein, a invitación de Steven Spielberg. «Un regalo de la vida», dice.
Este mes saldrá de gira con la Ópera de París, y pasará por el Teatro del Liceo de Barcelona el día 20.
Para enero prepara una velada de música clásica en París con aportaciones latinoamericanas. «Piazzola, Villalobos, Ginastera…» enumera. «Creo que debemos hacer que la música latinoamericana sea parte del gran repertorio y no algo exótico».
Algunas voces críticas en el mundo de la música clásica aseguran que figuras como Dudamel confunden la popularidad con la facilidad.
Pero a tenor del fervor del público parisino, que el pasado sábado ovacionó a Dudamel al dirigir «Tosca», el director venezolano está ganando claramente la partida.
Dudamel convence a los escépticos con un entusiasmo desbordante con la batuta. Y a sus músicos, con un método de dirección que mezcla lenguas y metáforas.
«Deberían imaginar esto como un Pinot noir», lanza a los músicos de la Ópera de París durante los ensayos de «Tosca».
Y al mismo tiempo, una lectura meticulosa de la partitura.
«Tienes que saber que tú formas parte de un grupo de artistas. Allí tiene que nacer un respeto, un respeto a esa conexión y a esa entrega», explica.
«Sí, soy un músico muy exigente», asegura.
«Otra cosa es que yo no me predispongo. Nunca sabes lo que va a suceder» con la orquesta, explica.
Atrás quedó una visión del director de orquesta que podía parecer rígida. «Era la cultura de esos tiempos. Pero ahora el director es un colaborador», concluye.
Por: Agencia