domingo, diciembre 22

Francisco: «En la cruz Jesús nos enseña a amar y perdonar a los enemigos»

La mañana del 10 de abril, Domingo de Ramos, el Papa Francisco celebró la Santa Misa precedida por la procesión y bendición de las palmas de olivo en una soleada Plaza de San Pedro.

Ante la presencia de los fieles y peregrinos allí congregados, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día según San Lucas (Lc 22, 14–23, 56) que narra la Pasión de Jesús y destacó que en el Calvario se enfrentan dos mentalidades:

«Las palabras de Jesús crucificado en el Evangelio, «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen» (v. 34), se contraponen, en efecto, a aquellas que pronuncian los soldados que lo crucifican: «Que se salve a sí mismo si este es el Mesías de Dios, el elegido!» (Lc 23,35)«.

La mentalidad del «yo» se opone a la entrega de Dios

En este sentido, Francisco señaló que «salvarse a sí mismo», es decir, cuidarse a sí mismo, pensar en sí mismo y no en los demás, «es el estribillo de la humanidad que ha crucificado al Señor«, y que solamente se preocupa «por la propia salud, el propio éxito, los propios intereses; se centra en el tener, en el poder y en la apariencia«, refiere la reseña del portal oficial Vatican News.

Sin embargo -continuó explicando el Pontífice- la mentalidad del yo se opone a la de Dios; «el sálvate a ti mismo discuerda con el Salvador que se ofrece a sí mismo y cuando toma la palabra, no se defiende ni se justifica o reivindica algo en su beneficio, sino que reza al Padre y ofrece misericordia al buen ladrón«, que crucificado junto a Él y arrepentido por sus pecados, pide al Hijo de Dios que se acuerde de él cuando llegue al paraíso.

Jesús implora al Padre que perdone a quienes le hacen daño

Asimismo, el Papa invitó a todos a reflexionar sobre las palabras de Jesús en la cruz, quien en medio del dolor lacerante que padecía no recurrió a los gritos ni a la rabia, «no reprocha a sus verdugos ni amenaza con castigos en nombre de Dios«, sino que reza por los malvados y dice «Padre, perdónalos«:

Clavado en el patíbulo de la humillación, aumenta la intensidad del don, que se convierte en perdón

Igualmente, en su alocución, Francisco hizo hincapié en que Dios hace lo mismo con nosotros: «Cuando le causamos dolor con nuestras acciones, Él sufre y tiene un solo deseo: poder perdonarnos«.

Y para darnos cuenta de esto, el Santo Padre exhortó a contemplar a Jesús en la cruz y a agradecerle por su amor, siendo conscientes «de que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva«, ya que allí, «mientras es crucificado, en el momento más duro, Jesús vive su mandamiento más difícil: el amor por los enemigos«.

Respondamos a los clavos de la vida con el amor

Sin embargo, Francisco recordó que, a menudo, nuestro comportamiento es totalmente el opuesto, «perdemos mucho tiempo pensando en quienes nos han hecho daño, mirándonos dentro de nosotros mismos y lamiéndonos las heridas que nos han causado los otros, la vida, la historia«.

«Hoy Jesús -dijo el Pontífice- nos enseña a no quedarnos ahí, sino a reaccionar, a romper el círculo vicioso del mal y de las quejas, a responder a los clavos de la vida con el amor y a los golpes del odio con la caricia del perdón«.

¿Seguimos a Jesús o al propio instinto rencoroso?

Por otra parte, el Santo Padre alentó a todos a preguntarse si en el curso de sus vidas, «¿siguen al Maestro o siguen al propio instinto rencoroso?».

Y, precisamente, para verificar nuestra pertenencia a Cristo, el Papa exhorta a observar cómo nos comportamos con quienes nos han herido, puesto que el Señor nos pide que no respondamos según nuestros impulsos o como lo hacen los demás, sino como Él lo hace con nosotros, viniendo al mundo para traernos el perdón de los pecados:

«Compasión y misericordia para todos, porque Dios ve en cada uno a un hijo. No nos separa en buenos y malos, en amigos y enemigos. Somos nosotros los que lo hacemos, haciéndolo sufrir. Para Él todos somos hijos amados, que desea abrazar y perdonar«, aseveró Francisco indicando la importancia de no cansarnos de pedir perdón a Dios, ni tampoco de recibirlo y testimoniarlo.

Por: Agencia