A menudo Naiomy Guerrero ha visto a su hermano ser arrestado por la policía en el Bronx. Jeremy Rivera, otro neoyorquino, no quiere seguir entrando a prisión por tráfico de drogas. Hoy, ambos quieren abrir un comercio legal de cannabis, un mercado prometedor pero lleno de dificultades.
Esta oportunidad «es un momento realmente fuerte para mi familia, en especial sabiendo de donde venimos y lo que pasamos por culpa de las políticas discriminatorias de la ciudad«, explicó a la AFP Naiomy, de 31 años y estudiante de Historia del Arte, que ya tiene experiencia profesional en el campo cultural y cuyos padres provienen de República Dominicana.
Es parte, junto con su familia, de los primeros 28 aspirantes que el 21 de noviembre recibieron una licencia del estado de Nueva York para abrir una tienda oficial de cannabis. Más de un año después de la legalización del consumo para adultos, se trata de una nueva etapa en esta región de 20 millones de habitantes y que se extiende al norte hasta la frontera con Canadá.
En la ciudad de Nueva York, el olor a hierba se ha vuelto tan característico para residentes y turistas como los taxis amarillos o los rascacielos. El ayuntamiento cuenta con que a partir de 2023 haya ventas por 1.300 millones de dólares, así como la creación de entre 19.000 y 24.000 empleos en tres años.
«Dejar todo eso»
Desde que salió de prisión en 2018, Jeremy Rivera se prometió no volver a ingresar jamás. Con los brazos totalmente tatuados, este padre de familia de 36 años quiere sacar provecho de su olfato comercial y de sus conocimientos del cannabis para abrir una tienda en Long Island.
Este emprendedor, que se crio en medio de la criminalidad en Queens, espera «al 99,998 %«, ser parte de la próxima ronda de licencias.
«Quiero mostrar a la gente que lo logré: fui miembro de una pandilla por 20 años, vendí droga y decidí dejar todo eso«, explica.
En este sentido, su condena en 2016 «por un delito no violento relacionado con el cannabis«, no es un impedimento.
En el estado de Nueva York, haber sido condenado por un delito relacionado con cannabis -incluida su venta- y disponer de un negocio, son dos de las condiciones para ser elegible para obtener una de las 150 primeras licencias que preceden a la apertura total del mercado.
Reparación
El impulso de este programa responde a la postura asumida por este estado demócrata para reparar lo que hoy se considera un impacto injusto y desproporcionado en las comunidades afroamericanas y de hispanos por la previa prohibición de la «marihuana».
«La prohibición privó a la gente de oportunidades, empobreció a las comunidades y separó familias«, dijo a la AFP Tremaine Wright, presidenta del consejo de control del cannabis (OCM) del estado de Nueva York.
En 2018, un informe oficial situó en 800.000 los arrestos por posesión de marihuana en 20 años, mientras que los arrestos en 2017 fueron sobre todo de afrodescendientes (48%) o hispanos (38%).
En la década de 2000 «no se podía estar en la calle sin ser llevado por la policía (…), era un estado de constante vigilancia y de acoso«, recuerda Naiomy Guerrero.
Frágil
El programa es ambicioso y su puesta en marcha proyecta varios desafíos.
«Apenas estamos al inicio» pues «ahora se necesitan fondos y formación«, advierte Desmon Lewis, cofundador de la Fundación Bronx Community, que ayuda a los candidatos y la semana pasada les presentó una tienda de exhibición.
En los últimos días, informaciones sobre la fragilidad del fondo público-privado de 200 millones de dólares que el estado prometió ofrecer créditos blandos y la puesta en funcionamiento de tiendas llave en mano, tuvieron el efecto de una ducha fría.
«Para algunos es muy desestabilizador. Contaban con estos sitios y esta ayuda. Están un poco sobre arenas movedizas«, señala Eli Northrup, de la organización Bronx Defenders.
Competencia
Esto ocurre en un contexto de fuerte competencia pues el mercado ya está copado por las ventas no oficiales y genera el interés de grandes grupos.
Desde que el consumo es legal, los vendedores operan a cielo abierto en la calle, en los parques o a través de las redes sociales, así como en tiendas «smoke shop«, que ofrecen cigarrillos de marihuana o caramelos de THC, aprovechando la falta de controles. Productos que obviamente no están gravados, a diferencia del mercado legal.
Sin embargo, Jeremy Rivera ve oportunidades. «También habrá gente que nunca se sintió cómoda en el mercado ilegal y que ahora querrán comprarle a un distribuidor autorizado y de confianza«, con garantía del origen del producto, que deberá haber sido cultivado dentro de las fronteras del estado de Nueva York, explicó.
«Es el comienzo de un mercado que se abre por 100 años«, añade, dándole una calada a un gran porro.
Por: Agencia